Tribuna
Un libro sobre la independencia de Guinea Ecuatorial
martes 24 de enero de 2012, 08:35h
Con la crisis, se vuelve a la introspección histórica. Mario Vargas Llosa lo resumió en una frase inolvidable de “Conversaciones en la catedral”: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. El libro de Pedro Ekong Andeme, “El proceso de descolonización de Guinea Ecuatorial” (Madrid, 2010), sirve para que el lector haga preguntas parecidas: ¿En qué falló España cuando Guinea se convirtió en país independiente en 1968? ¿Cómo seguimos los españoles sin prestar atención al único Estado africano que se reivindica dentro de nuestra cultura?
Pedro Ekong Andame (Bata, 1941) escribe la historia de Guinea Ecuatorial durante la época colonial española. La parte más enjundiosa de su obra se refiere a la llamada “Conferencia Constitucional” (1967-1968), un encuentro celebrado en Madrid entre representantes guineanos y miembros del Gobierno y de la administración española de aquella época.
Tratándose de un libro escrito por un participante de aquel evento, supuse que tendría el interés de un testimonio subjetivo y personal. Después de leerlo, cambié de opinión: el libro de Pedro Ekong es uno de los mejores relatos históricos “del nacimiento de la nación guineana” por los datos que aporta, y también, por el análisis con que los interpreta. Estamos ante una obra de Historia de Guinea (¡y de España!), alejada de esa moda de las “memorias históricas”.
La escritura de Pedro Ekong tiene la seguridad de un testigo que conserva los documentos que prueban los hechos que relata. Nada de subjetividades de la “memoria”.
Los tres principales actores del proceso de la independencia guineana, Francisco Macías, Bonifacio Ondó y Atanasio Ndong, estuvieron con él en la Conferencia de Madrid. Los tres sucumbieron en la tragedia que vivió y padeció Guinea Ecuatorial después, entre 1969 y 1979.
Pedro Ekong cree que España no hizo como Gran Bretaña con sus colonias: estar muy presente en el período inicial de la Independencia. Yo soy menos tolerante que él sobre las responsabilidades de España, o por precisar más, las del régimen franquista: aunque el ministro de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella, cumplió exquisitamente las recomendaciones de la ONU (pensaba que la descolonización de Guinea serviría para recuperar Gibraltar), la naturaleza dictatorial del Régimen español infectaría todo el proceso, aunque jurídicamente fuese formalmente perfecto. La ONU felicitó a España, y al ministro Castiella, por haber dado a Guinea ¡una Constitución democrática y unas elecciones pluralistas y limpias!
Esa era la contradicción insuperable de aquel Régimen. La opinión pública española no podía enterarse de que el Gobierno de Franco estaba negociando la independencia ¡de las provincias de Fernando Poo y Río Muni! con representantes de partidos políticos (¡que estaban prohibidos y perseguidos en toda España!). Los debates de la “Conferencia Constitucional” fueron secretos, sometidos a la ley de secretos oficiales del Estado. Por lo tanto, nadie conoció lo que por debajo se estaba cociendo: una minoría de propietarios españoles, con grandes intereses en el cacao, el café y las maderas, estaban maniobrando para mantener su poder y sus riquezas en la Guinea independiente.
Primero, lo intentaron alentando la secesión de la Isla de Fernando Poo (hoy Bioko). Hay que recordar que por entonces Ian Smith mantenía Rodesia bajo el dominio de la minoría colonialista blanca, y que la secesión de Biafra ensangrentaba Nigeria. Carrero Blanco no estuvo lejos de la mascarada grotesca de consagrar al gobernador general, Faustino Ruiz González, un marino nombrado por él, como “abba”, algo así como un sumo sacerdote de la etnia bubi de la isla de Fernando Poo.
En un segundo intento, apoyaron a Bonifacio Ondó en las primeras elecciones presidenciales, al tiempo que apoyaban, en la primera vuelta electoral, al bubi (y antiguo procurador en Cortes) Edmundo Bosío Dioco, con la oculta intención de lograr la secesión de la Isla, algo que Bosío propugnaba. El egoísmo de los colonos terratenientes españoles iba parejo a su soberbia y a su estulticia política. Pensaron que dominaban a “sus negritos sumisos”, y no vieron que Guinea estaba convirtiéndose en una nación de ciudadanos conscientes. Mientras intentaban dividir el país entre la Isla y el Continente, entre bubis y los fangs, la inteligencia popular dio la victoria al más “nacionalista guineano” de todos los candidatos: Francisco Macías.
Era la prueba de que el sentimiento nacional guineano se había impuesto a las diferencias regionales, étnicas, tribales y sociales de la sociedad guineana. Pedro Ekong subraya este hecho fundamental. Fue toda una lección para las maniobras de los colonialistas que intentaron dividir para seguir dominando el país. Pero no la aprendieron. Más adelante lo intentaron de nuevo, con resultados que duran hasta hoy.