El riesgo de un conflicto entre Irán e Israel

Todo parece indicar que será Mitt Romney quien dispute a Obama la presidencia de Estados Unidos como candidato republicano. Su rival en el partido, Newt Gingrich, pierde cada vez más terreno, y quizá por eso la radicalización de su discurso va en aumento, buscando el voto del sector más ultraconservador. Pero esta vez, Gingrich se ha pasado de la raya, poco menos que animando a Israel a que ataque a Irán, al tiempo que reprochaba a Obama su incapacidad para detener el programa nuclear iraní.

El belicismo de Mahmud Ahmadineyad -no sólo en el plano nuclear- es algo conocido. Conviene prestarle la debida atención y buscar el consenso de la comunidad internacional en dos vertientes: la primera, procurar rebajar una tensión para nada beneficiosa; y la segunda, mostrar firmeza y unión ante políticas tan agresivas. Hasta ahora, las autoridades israelíes han sabido mantenerse al margen de las provocaciones de Teherán, algo que retrata la opuesta naturaleza de ambas administraciones. Sin embargo, empieza a cobrar fuerza el rumor de un eventual ataque preventivo de Israel contra objetivos iraníes; algo que tendría unas consecuencias nefastas. Como toda operación preventiva, parece que Ehud Barak ha razonado el posible ataque en términos del mal menor. Sin embargo, se trata de cálculos muy dudosos: esas cosas se sabe como empiezan pero no como terminan.

No se trataría de un mero conflicto entre dos países, pues Israel tiene detrás a Estados Unidos, e Irán cuenta con el apoyo de Rusia -más China y Venezuela-. La diplomacia de la Casa Blanca lleva tiempo presionando por igual a unos y otros para que rebajen la tensión. Nadie desea un enfrentamiento bélico con semejantes implicaciones. De ahí que resulte tan disparatado como irresponsable el discurso de Gingrich, por lo demás un candidato a la presidencia de Estados Unidos. País que, por otra parte, aún tiene demasiado presentes las heridas de Irak y Afganistán como para abrir otro frente; éste, además, con peores perspectivas.