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El Rubalcaba del Congreso Federal del PSOE

Juan José Laborda
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domingo 05 de febrero de 2012, 21:15h
No aciertan los que sólo advierten que la elección de Rubalcaba expresa que el PSOE está dividido. Si se hubiera dado una gran unanimidad verían en ese resultado la confirmación del dominio del aparato. Es todo más complejo, entre otras cosas, porque el PSOE es el más antiguo partido de España, y la pertenencia a sus filas tiene algo de adhesión religiosa.

Esa profundidad histórica supone que sus Congresos Federales siempre fueron auténticos, en el sentido de que la participación de los militantes se ha expresado con una libertad que procede de su tradición igualitaria. Los episodios de sesudos líderes socialistas sufriendo las críticas de sus compañeros trabajadores manuales siguen siendo ejemplos morales del “pablismo” (por Pablo Iglesias, un referente interno al que apeló Rubalcaba en su discurso como candidato, y que Carmen Chacón pasó por alto).

Indudablemente, el PSOE está dividido. Sus diferencias son las propias de quienes compiten por el poder y por los cargos en una organización democrática. Pero su división tiene que ver con un debate acerca de las respuestas que debe dar la socialdemocracia a los problemas sociales de este tiempo. El primero, que sus antiguas reivindicaciones políticas son patrimonio de nuestra civilización. La cuestión que divide a los socialistas españoles, y a los europeos, no es otra que saber cómo actualizar los principios del Estado Social y Democrático de Derecho, y su concreción práctica, “el Estado del Bienestar”.

El Congreso de Sevilla partía, en mi opinión, con una insuficiencia: nadie había asumido las responsabilidades por la derrota electoral. No hubo dimisiones por la pérdida de cuatro millones de votantes. Ese hecho pasaba por alto algunos errores estratégicos del pasado inmediato. El primordial, según lo veo yo, fue creer que el régimen de la Constitución de 1978 funcionaría igualmente bien forzando alguno de sus rasgos constitutivos: el consenso para asuntos estatales básicos. Asumir responsabilidades por los errores cometidos no es propio de un país católico como España: las dimisiones se dan entre los protestantes, que no tienen a mano el sacramento de la confesión.

Seguramente, si se hubiesen asumido, los socialistas hubieran llegado a su Congreso con menos dudas que las que reflejó el casi empate entre Rubalcaba y Chacón. Aunque queda pendiente una reflexión crítica sobre el pasado, la elección de Alfredo Pérez Rubalcaba se puede analizar desde esa perspectiva.

Ha ganado la versión más clásica, más continuista si se prefiere, del PSOE. Esa tradición, más cercana a la “organización” socialdemocrática que a las concepciones asamblearias, por entendernos, popularizadas por el 15-M, triunfó al ser elegida la Ejecutiva de Rubalcaba por el 80% de los votos. El paso de ganar a triunfar se entiende por la fuerte presencia vasca en el equipo del secretario general. Los socialistas vascos, lo mismo que los castellanos, vienen de una tradición socialista muy antigua. Fueron “pablistas”, después “prietistas”, luego “felipistas”, y hablan frecuentemente de “la organización” para referirse al PSOE.

Frente a esa concepción, Carmen Chacón representaba, con matices, claro está, otra concepción partidaria. La cultura política de la izquierda catalana, pero también en Andalucía y en otras regiones, no es tributaria del socialismo del PSOE. Muy posiblemente, el poderoso sindicalismo anarquista, con su ideología libertaria, está en el fondo de los rasgos diferenciales de esa cultura partidaria.

La experiencia se ha impuesto a la juventud. ¿Hay un cambio en las preferencias? Si fuese así, la crisis actual lleva a desconfiar de la juventud. Sería la primera vez que un veterano se impone a un joven. Felipe González, José Luis R. Zapatero fueron jóvenes triunfadores. En el otro lado, Mariano Rajoy supone el éxito de un veterano que gobierna con un equipo de personas mayores.

Así que la experiencia, la organización, el PSOE tradicional se han impuesto, por mínimos, en el Congreso. De toda la Ejecutiva, Rubalcaba es el que menos pertenece a lo que se denomina (despectivamente) “el aparato”. Nunca ha tenido “tropa propia”. Y aquí surgen unas preguntas que aún no tienen respuesta: ¿Por qué Alfredo P. Rubalcaba ha querido ser secretario general del PSOE? ¿Para intentar ser presidente del Gobierno por fin? Tengo la impresión que Rubalcaba quiere inventarse a sí mismo otra vez. Le apasiona intelectual y moralmente, y también porque es un desafío propio de un deportista, regenerar un PSOE que lleva desde 1996 (¡y él es testigo directo de esa historia!) sin abordar, en serio, ese necesario tratamiento. Si lo consigue, habrá en el futuro un candidato al gobierno de España con posibilidades. Podría ser él mismo. Mientras tanto, su Ejecutiva se define por personas que conocen Europa, y que saben que el futuro de la socialdemocracia depende de tener un proyecto europeo para hacer frente a la crisis global de nuestro tiempo.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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