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Las Autodefensas mexicanas

domingo 19 de enero de 2014, 08:15h
En el contexto de la extrema violencia desencadenada en México por el crimen organizado, la reacción de grupos de civiles armados constituidos en Autodefensas que vencen a los narcotraficantes están adquiriendo la aureola de héroes populares. Pero es un fenómeno con perfiles sumamente preocupantes. El ejemplo más llamativo acaba de saltar a las primeras páginas de la prensa con el enfrentamiento que se viene desarrollando en el Estado mexicano de Michoacán. Un área controlada hasta ahora por el cártel mafioso de los Caballeros Templarios, que ha sido combatido pueblo por pueblo y arrinconado por unas Autodefensas civiles, quienes han colocado en las poblaciones rescatadas letreros con la leyenda: “Zona libre de Templarios”.

Para llevar a cabo una acción tan eficaz, las Autodefensas han exhibido una organización interna, y, sobre todo, un abundante y carísimo armamento capaz de poner de rodillas a la ferocidad de los narcos. La financiación de ese arsenal procede de la elite local y de amplias clases medias que se ven estranguladas por los criminales y no dudan en hacer generosas aportaciones. No es una reacción que se circunscriba a Michoacán, sino una respuesta que se está produciendo en numerosos rincones de México, aunque ahí haya sido donde ha obtenido su más resonante éxito. Solo cuando han sido derrotadas las organizaciones criminales, las fuerzas de seguridad federales han entrado y tomado posiciones.

El primer dato inquietante que revela este hecho, estriba en que zonas como esta habían sido en la práctica abandonadas a su suerte por el Estado, relegado al papel de un mero espectador. El propio presidente de la Republica, Enrique Peña Nieto, ha venido a confirmarlo cuando se ha visto obligado a declarar que: “En Michoacán existe debilidad institucional”. ¿Pero solo en Michoacán? Un segundo dato no menos preocupante es el caudillismo civil que acompaña a estas Autodefensas, dotadas de un armamento tan contundente. Hoy han arrinconado al crimen organizado, pero su poder no está sometido a las instituciones republicanas, y en cualquier momento pueden actuar imponiendo su propia ley. Los antecedentes de las Autodefensas colombianas, que desplazaron a la guerrilla pero cometieron finalmente crímenes tan horrendos como la propia guerrilla, es un alarmante ejemplo cercano de lo que pudiera suceder. Resulta urgente despojar a este caudillismo civil de cualquier aureola épica y someter la situación al control institucional de las autoridades federales, suprimiendo esos campos de nadie donde se desencadenan las más crueles confrontaciones y asumiendo el desarme de los civiles con la mayor celeridad posible. El monopolio de la violencia debe estar únicamente en manos de un Estado democrático. Y si esto no sucede así los factores del guerracivilismo quedan servidos con todas sus consecuencias trágicas.
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