Ahora que Europa vuelve a la recesión, los políticos invocan el crecimiento como los chamanes invocaban a los espíritus. Cada uno con su colección de ritos y fetiches, pero ambos con iguales pretensiones científicas. Además de invocar al crecimiento, los políticos ofrecen sus pobres artes, que se resumen básicamente en gastar el dinero del contribuyente. Estímulo fiscal, es el nombre que recibe, que es a su vez una petición de principio: En el propio nombre da por hecha la conclusión, y es que el gasto público va a estimular la economía.
El Instituto Juan de Mariana no cree que sea el caso.
Y para demostrarlo sigue el ejemplo de tres países. Dos que han seguido el ritual keynesiano, Estados Unidos y España, y un tercero que, sin aferrarse a los dictados de la mejor ciencia económica, sí ha evitado los mayores excesos del keynesianismo: Alemania.
No hay más que ver cuál es la situación de España y de Alemania para colegir cuál estrategia ha sido mejor, la keynesiana o la no keynesiana.
El informe recuerda las políticas de estímulo fiscal que llevó a cabo Zapatero y que, en conjunto, “
todas estas medidas equivalieron a un estimulo fiscal discrecional en 2009 cercano al 2,3 por ciento del PIB, el más elevado de la Unión Europea y uno de los más significativos entre los países OCDE, sólo superado por EEUU entre las grandes economías mundiales”. A ello, advierten, hay que añadir “el mecanismo de los estabilizadores automáticos, especialmente intenso en las prestaciones por desempleo, y que supusieron en España un 4,9 por ciento del PIB (53.000 millones de euros), frente al 3,3 en la UE-27. Además, según la misma fuente, el coste estimado de las medidas discrecionales en 2008 fue del 1,9 por ciento del PIB”.
Este macroprograma de estímulo fiscal convivió con un cambio en la distribución del déficit de gran importancia: “Si en 2009 el 83,7 por ciento del total del déficit de las AAPP españolas se debía a la Administración Central del Estado, en 2011 fue de tan solo el 34,7 por ciento. En cambio, el peso del déficit de las CCAA sobre el conjunto de las AAPP ascendió del 18,2 por ciento en 2009 al 55,2 en 2011”.
¿Qué efectos ha tenido este programa? Sobre el endeudamiento exterior, enorme, ya que en el gasto privado primero y en el gasto público después hemos ido viviendo por encima de nuestras posibilidades. Vivíamos, y seguimos viviendo, del crédito exterior, sin ahorrar. El informe recuerda que “en el cuarto trimestre de 2011, la deuda externa española ascendía a 1.775.187 millones de euros, cerca de un 165% del PIB español”.
¿Qué fue de aquéllos polvos del estímulo fiscal? Estos lodos de difícil sostenibilidad de las cuentas públicas, más los de la perversa crisis económica. Lo primero parece claro pero, ¿pudo contribuir el gasto público improductivo a retrasar la recuperación? Eso dice el informe del Juan de Mariana.
“En los primeros años de la crisis se trató de solucionar un problema de excesiva (y mala) deuda de los agentes económicos privados recurriendo al endeudamiento público”, señala el boletín. Una contradicción más que aparente. Pero hay más. Según señalan los autores, su visión del funcionamiento del ciclo económico, que se identifica con la tradición austríaca de Menger, Mises y Hayek, lo que ha ocurrido es que el exceso de crédito ha desarrollado en exceso, y en direcciones erróneas, unos sectores de la economía, como la vivienda. Y que durante la crisis deben contraerse para ajustarse a las preferencias reales de consumo de la sociedad.
¿Cómo ha afectado este estímulo fiscal? “Un efecto de estas medidas fue el de poner un freno al ajuste de precios, tanto en el sector inmobiliario como en el automovilístico, y obstaculizar el proceso de desapalancamiento y reconstrucción de la liquidez que los agentes privados comenzaron”, según muestran.
“Además”, continúan, “
los problemas de las empresas en relación a (sic) la falta o encarecimiento del crédito, podrían estar asociados al notable incremento de las exigencias de financiación del sector público (efecto crowding-out)”.
Luego en conjunto esas medidas han hecho más mal que bien. Y eso se puede ver en el empleo, que ha caído en gran medida. Y no sólo en el aumento del número de parados, sino también en su duración: “Así, mientras que en 2007 la cohorte de desempleados más grande según su duración (en términos porcentuales) era la de aquellos que han estado sin empleo entre 1 y 3 meses (el 26,3 por ciento del total de parados), en 2010 la cohorte más grande fue la de los parados de más de 2 años de duración (el 21,2 del total de parados)”.
De modo que sí, de aquéllos polvos del estímulo fiscal, estos lodos de la profundización en la crisis. De la recuperación que iba a provocar tanto gasto público nunca supimos nada.