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Nadie sabía lo que era la Marca España, hasta…

martes 30 de julio de 2013, 19:00h
…que una empresa española lo ha explicado al mundo. FCC, la compañía presidida por Esther Alcocer Koplovitz, ha logrado con su éxito en la adjudicación del Metro de Ryad (Arabia Saudí) por la histórica cantidad de seis mil millones de euros, que el mundo entero vuelva a ver que esa España en crisis de confianza, mirada de reojo por la Prensa internacional, y con grave síndrome de desorientación, tiene más futuro que pasado.

FCC, obviamente, se ha ayudado. Pero aún ha ayudado más a otros, a los propios españoles. Porque nadie dudaba de la solvencia de esa compañía, como la de otras grandes de España, salvo por el hecho de que estaba zarandeada por una crisis colectiva que no le correspondía. Y era esa crisis la que dificultaba la propia y merecida progresión de las empresas españolas.

No es difícil escuchar a directivos de importantes compañías sus dificultades para allegar complicidades o inversión en sus “road shows” internacionales. Cuando los interlocutores no encuentran pegas en los planes económicos, las aducen por el contexto político: el debate de la corrupción, la polémica sobre el separatismo del Gobierno de Artur Mas, la situación global de déficit y deuda… Y, por si faltaba poco, un trágico y mediático accidente de tren que tocaba, aunque fuera de soslayo, a una de las perlas tecnológicas españolas: la Alta Velocidad.

En este contexto, hablar de la Marca España era un brindis al sol. Hasta motivo de debate, o de burla, por parle de los nacionalismos, que plantean a los ciudadanos sin ningún rubor que la Marca España les perjudica directamente en sus Comunidades, a sus ciudadanos y a sus empresas. Y no hay plan político ni campaña posible para paliar esta percepción, y menos si, como es nuestro caso, la Marca España es una oficina con mínimo presupuesto.

Tanto ha sido así que lo único vendible de la Marca España era el deporte, por fortuna alejado de la crisis. Y tampoco ha funcionado mal el mantenimiento y mejora del turismo. Pero esos escaparates no eran suficientes. Hacía falta algo más, algo simbólico y capaz de cambiar la percepción generalizada de degeneración económica y política de España. El éxito de FCC bien puede ser ese símbolo. Y más lo sería si otras empresas españolas tuvieran éxito en la difícil concesión del AVE entre Rió de Janeiro y Sao Paulo, en Brasil, (como lo tuvieron en el de Medina a La Meca) aunque ni el contexto de aquel país ni las actuales condiciones permiten excesivo optimismo.

Seguramente, la mayor víctima de la crisis ha sido el orgullo nacional. Y la salida de la crisis sólo puede hacerse a partir de este orgullo. Por eso, el éxito de FCC ha sido el éxito de España.
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