La Gran Conspiración del espionaje global
José Antonio Sentís
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directorgeneralelimparciales/15/15/27
miércoles 12 de junio de 2013, 20:01h
Hace mucho tiempo que sostengo que las conspiraciones no existen. En eso le doy la razón a aquellos que inventaron la neo palabra “conspiranoico”, como suma de conspiración y paranoico. Sólo que lo hago en el sentido radicalmente opuesto al suyo, pues quienes rechazan las teorías de las conspiraciones lo hacen creyendo que la verdad florece siempre, y pensar alternativas incógnitas es de estúpidos. Creo, por el contrario, que no existen conspiraciones demostrables, puesto que cuando las hay, nadie las conoce y no las puede probar. Y cuando se descubren, ya no son conspiraciones, sino simples abusos, cuando no delitos.
Viene esto a cuento de que la Gran Conspiración del espionaje global, tras las revelaciones del agente Filemón (Edward Snowden), asociado a la CIA (más bien la TIA, en la versión española de los mortadelos) ya no lo es, porque todos nos hemos enterado. Las agencias de espionaje global de Estados Unidos, especialmente la bastante secreta NSA (Agencia de Seguridad Nacional), tiene controlados a cientos de millones de ciudadanos urbi et orbi, en Estados Unidos y en el mundo. Y los numerosos feligreses de la Teoría de la Conspiración prevista por el Gran Hermano de Orwell han podido descubrir que tenían razón y no estaban locos, justo cuando ya no hay conspiración que denunciar, porque está bien clarita.
Sí, nos espían. ¿Alguien esperaba lo contrario? Siempre lo han hecho las autoridades, en cada tiempo con la tecnología a la que se pudiera acceder. Sólo que ahora, con la actual, el espionaje, el control, la vigilancia son masivos, por tierra, mar y aire. Por teléfono e internet, por cámaras callejeras y satelitales, por tarjetas de crédito o por identificadores de aparcamientos.
Se puede saber, y se sabe, dónde estamos, dónde y qué compramos, cuando cenamos y la dieta que tenemos, a quién vemos y cuándo, nuestras aficiones y debilidades. En una corta década, los instrumentos de vigilancia sobre los ciudadanos se han sofisticado como no lo habían hecho en cuatro mil años. Y, lo mejor de todo, es que los datos para nuestro propio control los suministramos nosotros mismos, en nuestras búsquedas por internet, en nuestros cajeros automáticos, en nuestras tarjetas y en nuestros dispositivos móviles. Y a ello se le suman los que otros gestionan en la tierra y en el cielo.
El asunto revelado por el dizque espía Snowden ha escandalizado mucho. Llena las portadas del mundo entero, salvo en España, donde, salvo excepciones, estamos mucho más preocupados por Bárcenas y Urdangarín, como es natural (¡a nosotros nos van a engañar con nimiedades!). Las revelaciones “ponen contra las cuerdas a Obama”. Obligan a desmentidos más falsos que un euro de madera, como los del Gabinete Cameron. Algunos se llevan las manos a la cabeza, como si se cubrieran de su caída del guindo. Está claro que la gente no se entera de nada cuando va al cine o ve la televisión, porque mira que los profetas de Hollywood llevan años contándolo todo. Y pese a ello, la gran sorpresa del gran hermano.
El debate no es ni puede ser si nos vigilan, lo que era absolutamente obvio. Sino si sirve para algo. Lo que es preciso que se dé cuenta a la ciudadanía es si tienen resultados, y cuáles son. Porque lo que todos sospechamos es que todo el dinero, tecnología y recursos empleados en el gran programa de espionaje indiscriminado y global sirve para cualquier cosa menos para pillar a los malos, que es, presuntamente, su gran razón de ser. Precisamente porque los malos luchan para protegerse, y los buenos no lo hacen en absoluto, por lo que son objetivos fáciles.
¿Para qué gastar tanto si apenas se logran frutos? ¿Para qué quiere un señor de Langley, Virginia, saber en qué mercado compro los limones? ¿Para qué sirvió o sirve la gigantesca red Échelon que interceptaba e intercepta cientos de millones de conversaciones con nuestras señoras?
Pongamos que hay alguna utilidad, que no es la seguridad. Es, por ejemplo, la económica, estúpidos. Si cae algún terrorista, pues bueno será. Pero lo mollar es dónde y cómo está el dinero; cuándo y por qué se gasta o podría gastarse. Y es, por ejemplo, la información sobre los agentes políticos y sociales, nacionales o foráneos, carne de chantaje a bajo coste. Es la manipulación de masas, por supuesto. Es la orientación del consumo y de la producción. Es, en suma, el control del capitalismo y de los Estados.
Realmente, suena a Conspiración, ¿verdad? Menos mal que no lo es, porque está más clara que el agua.
Director general de EL IMPARCIAL.
JOSÉ A. SENTÍS es director Adjunto de EL IMPARCIAL
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