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De nuevo el sector eléctrico

José Eugenio Soriano García
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josesorianoelimparciales/11/11/23
miércoles 17 de julio de 2013, 20:29h
El sábado día 13 de julio se ha publicado la última (en realidad, siempre antepenúltima) reforma del sector eléctrico.

Puesto que consta de un amplísimo texto al que seguirán un nutrido y probablemente inextricable conjunto de reglamentos (se prevén, vayan haciendo boca, 10, sí, diez reglamentos). Con lo cual, no habrá empresa ni profesional que este verano tenga aliento, siquiera físico, para seguir la normativa que se pretende implantar.

Me dedicaré en varios artículos próximos a comentar algunos de los variados aspectos que se ha comprometido el Boletín a ofrecernos, sin que se sepa tampoco muy bien de qué naturaleza van a estar dotados tales instrumentos ante la desaparición de la Agencia especializada , ya que la Comisión Nacional de la Energía dará paso a otra peculiar Agencia no especializada donde se mezclan con la Telefonía, la Comisión de Competencia y así hasta varios otros múltiples organismos y órganos, algunos casi por crear.

Ahora, lo que procede es reflexionar profundamente sobre lo que significa esta manera de legislar. Y es que desde que en 1997 se dictó la Ley Eléctrica, y en general pensando también en el sector energético, no ha habido forma de regular establemente, precisamente por la inventiva del Legislador que creyéndose omnipotente y omnisciente, ha ido dando todos los bandazos posibles para regular, desregular, contraregular, reregular y cuantas formas de decir lo que se le ocurra ha ido teniendo.

Una parte importante del terrible problema del déficit tarifario se encuentra aquí, precisamente, en la regulación. Su origen, exactamente el origen del déficit, se puede localizar perfectamente en las primeras normas que lo crean. Creyéndose más sabio que nadie y sin encomendarse ni a Dios ni al Diablo, sino simplemente atendiendo a la ocurrencia de turno – que si energías alternativas siendo los primeros pero sin saber cómo pagarlas, que si fusiones y concentraciones fallidas según los caprichos de un Ministro frente al propio Presidente del Gobierno, que si publicatio de la red y vuelta a su privatización y revuelta a lo contrario, en fin, a donde se quisiera ir y llevar, pero como el viento, soplando en una dirección concreta, fallida a veces, y en todo caso empeñado el Legislador en que con sus competencias tenía suficiente y que el mercado, inclusive el internacional, haría lo que su capricho o voluntad, mandase.

El resultado está a la vista: un abultado déficit de tarifa que no se sabe bien como paliar y que, como ocurre siempre, pasará factura en su momento. Y el momento ha llegado, y precisamente en lo peor de la crisis. Ahora hay que pagar los platos rotos de tantas normas y contranormas. No tiene ningún sentido.

Y es que la idea de crear una “Royal Commission” – en este y en otros muchos temas y asuntos – no está reñida con la democracia y está aliada con la inteligencia. El legislador no puede seguir siendo ignorante. Cada vez tenemos ocupados los puestos por personas más mediocres en muchos ámbitos (yéndome un poco lejos, el caso de los “Consejos Consultivos de las Comunidades Autónomas” empieza en muchas de ellas a ser de escándalo, ya que se nombran a enchufados, paniaguados y amiguetes, todos con la misma tónica común de la más completa ignorancia).

El país tiene arreglo. Pero creo que nos tendrían que intervenir desde fuera para arreglarlo. No se puede continuar legislando por legisladores ignorantes y caprichosos, que van a golpe de ocurrencia, y que se dedican a arreglar los entuertos que ellos mismos crean. En España no hay espacio para la técnica, para el conocimiento, para el sentido común. Se legisla simplemente por quienes están nombrados vaya usted a saber por qué y rodeados de coros de ángeles que les cantan la gloria todos los días. Un completo desastre.

Hay que tomarse en serio el sector eléctrico, y otros muchos sectores. Hay que realizar un examen en profundidad, detenido, por expertos, sin presiones corporativas ni societarias pero escuchándoles. Y con ello, sosegadamente, ofrecer al Parlamento y al Gobierno un examen serio y objetivo que todo lo diga. Se necesitan personas independientes – existen pero están ocultas y ocultadas, sepultadas por los partidos políticos y sus grupos y grupitos de presión – y así no se puede continuar.

Hay que cambiar la manera de legislar. Y de ello dependerá en gran medida este sector y otros muchos. Y podemos hacerlo. Ojala la crisis de los partidos políticos lleve a una cierta humildad y una mejor manera de legislar. De momento es al revés. Pero quizás algún día se consiga que la sociedad civil sea escuchada.

José Eugenio Soriano García

Catedrático de Derecho Administrativo

JOSÉ EUGENIO SORIANO GARCÍA. Catedrático de Derecho Administrativo. Ex Vocal del Tribunal de Defensa de la Competencia. Autor de libros jurídicos.

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