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Aznar o la otra derecha europea

Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
viernes 22 de abril de 2011, 17:24h
José María Aznar ha provocado un gran revuelo al considerar al dictador libio Gadafi como un “amigo extravagante, pero es un amigo”. Aunque la Fundación que preside el ex presidente del Gobierno ha querido quitarle hierro a sus declaraciones, en la red se puede escuchar la autenticidad de las palabras pronunciadas por Aznar, durante su intervención en la universidad norteamericana de Columbia. No fue sólo una opinión sobre su amistad con Gadafi (que tanto Aznar, como su esposa y yerno la han cultivado con esmero). El juicio de Aznar sobre Gadafi se inscribía dentro de sus opiniones críticas sobre la operación de los aliados occidentales en Libia. Según su criterio, la postura de los gobiernos de Obama, Cameron, Sarkozy y Zapatero, apoyando las revueltas democratizadoras en países árabes, ha sido un error. Se estaba derribando “a amigos” –Ben Alí en Túnez, Mubarak en Egipto y Gadafi en Libia-, mientras los regímenes de Irán y Siria no sufrían el mismo tratamiento.

El escándalo causado por lo afirmado por Aznar ha sublevado a muchas personas que siguen viendo a Gadafi como responsable último del atentado de Lockerbie, en el que murieron 270 personas, y para los norteamericanos, la peor masacre terrorista después de las Torres Gemelas. La mayoría de los que censuraban a Aznar se referían a sus habituales “aznaradas”, es decir, unas reiteradas opiniones excéntricas, e impropias de quien ha sido presidente de un gobierno europeo. (Se refirió a la deuda española con las mismas ideas radicales y provocadoras).

No me parece que lo dicho por Aznar sea una “boutade”, una ocurrencia propia de quien necesita estar en perpetua ofensiva electoral. También me niego a pensar que la locura, o la imbecilidad, expliquen los procesos mentales de personalidades políticas que tuvieron un gran poder. Sin ir más lejos, Gadafi no es sólo, ni principalmente, “un extravagante”. Su comportamiento, como el de Hitler o Stalin, tiene una coherencia a lo largo del tiempo. Y en cuanto a José María Aznar, sus afirmaciones sobre el “amigo libio” tienen la misma racionalidad que cuando dirigía su partido y el ejecutivo español de aquellos años.

Por lo tanto, la tesis de la enajenación, o de la chaladura (cuando se encuentra con público entregado a sus gestos), no parece ser cierta. Tampoco tiene fundamento otro de los argumentos sostenidos, fundamentalmente, en internet: Aznar ha sido siempre un fascista, y ahora está desinhibido. Ciertamente, la información que circula en la red dice que Aznar fue un activo militante del Frente de Estudiantes Sindicalistas, una minoritaria organización que proponía la vuelta del franquismo a la pureza ideológica del falangismo ¡en los años inmediatamente anteriores a la muerte de Franco! Tienen razón los que sostienen que el pensamiento de Aznar evolucionaba, entonces, en sentido contrario al de la mayor parte de los miembros del Estado franquista. Por aquel tiempo, el joven Aznar repudiaba las ideas políticas que luego se agruparían en torno a la UCD de Adolfo Suárez. Su adscripción a Alianza Popular fue, por lo tanto, coherente con sus orígenes ideológicos. Respecto a la Constitución de 1978, su punto de vista fue muy crítico con ella. Siendo presidente de Alianza Popular de Logroño, declaró al periódico “Nueva Rioja”, en febrero de 1979: “El consenso ha provocado un efecto fulminante cual es el de la desconfianza de la enorme masa de españoles en el buen funcionamiento del sistema democrático, que quedó palpablemente demostrado en el elevadísimo índice de abstención que se produjo en el pasado referéndum”. En mayo de ese año, se quejó al mismo periódico por los cambios que decidían los primeros ayuntamientos democráticos: “Las calles dedicadas a Franco y a José Antonio lo estarán a partir de ahora a la Constitución”.

Treinta años después se pueden sintetizar algunas constantes: 1. El pensamiento político de Aznar cambió con el proceso constitucional español (lo que avala la intensidad de sus cambios democráticos). 2. Su orientación es similar al de cierta derecha europea, contraria a los consensos surgidos después de 1945. 3. Se identifica más con los conservadores del Este europeos, identificados con el ala radical de los republicanos norteamericanos. (En Hungría tenemos el modelo: los conservadores acaban de aprobar una constitución a su gusto ideológico, rechazada por el resto de las fuerzas políticas y sociales.) 4. Su valoración de los derrocamientos de Mubarak y Ben Alí, y la ofensiva anti-Gadafi, le emparejan con la antigua izquierda filo-comunista, por motivos opuestos. 5. Sin embargo, el partido popular ha votado en el parlamento español como los partidos británico y francés en relación con Libia, lo que le aproxima a las actitudes consensuales de la UCD en política exterior. 6. La radicalidad contraria a los demás acuerdos, por ejemplo, los referidos a la deuda española, le identifican plenamente con los dirigentes actuales de su partido. 7. La indefinición de Rajoy puede explicarse por las dos tradiciones que debe atender: la de la UCD, y la de Aznar.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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