Por la lengua de Cervantes
miércoles 05 de diciembre de 2012, 20:38h
Emociona escuchar los compases de El Cant dels Ocels -“el Canto de los Pájaros-. Se trata de una melodía tradicional catalana que, si bien tiene letra, se conoce más por sus interpretaciones sólo con un chelo, destacando las del gran Pau Casals. Un ilustre músico y una canción preciosa, dos ejemplos más de lo mucho que Cataluña ha enriquecido al resto de España con su cultura. La citada letra de El Cant dels Ocells, como podrá suponerse, es en catalán. En este idioma escribía Josep Pla; le cito únicamente a él porque me gusta especialmente, aunque la lista de autores en esta lengua es sumamente extensa. Por no hablar de las canciones de Marina Rosell o de Joan Manuel Serrat –grande Paraules d’amor-.
Son sólo algunas gotas el inmenso océano de calidad que es el catalán. Igual que el castellano, el gallego o el euskera. Me resisto a llamarle “español” al castellano, o, al, menos, sólo al castellano, pues tan español es éste como en catalán. Tenemos la inmensa suerte de contar en España con varias lenguas, expresiones todas ellas del riquísimo acervo cultural de nuestro país. Una de ellas, el castellano, es hablado en todo el mundo por más de 500 millones de personas, algo tan digno de orgullo como de protección. Sin embargo, el nacionalismo no lo ve así.
Los nacionalistas vascos reivindica al perturbado de Sabino Arana, cuyos desvaríos han llevado a lo que han llevado. Los nacionalistas catalanes, por su parte, han ido más allá, utilizando su política de inmersión lingüística como arma de exclusión social. A día de hoy, es prácticamente imposible que unos padres puedan escolarizar a su hijo en castellano en, por ejemplo, Gerona. Los rótulos de las tiendas, las cartas de los restaurantes y las indicaciones están en catalán -y muchas veces sólo en catalán-. Eso sí, como a alguien se le ocurra abrir un negocio y no rotularlo en catalán, multa al canto. En todas las instituciones oficiales se habla catalán, y todo es en catalán. ¿Y aún dicen que hay que protegerlo? ¿Más todavía?
Por supuesto, si estuviera en peligro. Pero afortunadamente no es el caso. Con independencia del excesivo pábulo que se le ha dado por parte de los poderes públicos, hoy el catalán goza de buena salud gracias, sobre todo, a que es un idioma hablado, respetado y querido por los catalanes; algo que Franco no consiguió desterrar. Sí logró, en cambio, darles una coartada a nacionalistas y socialistas para canalizar sus absurdos complejos. Porque, eso hay que tenerlo presente, la campaña nacionalista para intentar desterrar al castellano no habría sido posible sin la inestimable ayuda del PSOE. A más de un socialista le sigue provocando urticaria la palabra “España”, y consideran “franquista” que alguien que quiera vender pan en Las Ramblas lo haga desde una panadería y no desde un forn de pá. Como decía Shakespeare, “la vida es como un cuento relatado por un idiota; un cuento lleno de palabrería y frenesí, que no tiene ningún sentido”. Ojalá los nacionalistas leyesen un poco más -ya que no a Cervantes, al menos a Shakespeare- e hiciesen menos el ridículo.
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Abogado
ANTONIO HUALDE es abogado e investigador de la Fundación Ortega y Gasset
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