¿Qué lleva a una persona a dejar su trabajo, despedirse de la familia y los amigos, subirse a una moto y dar la vuelta al mundo? Más de 130.000 kilómetros, 63 países, 748 días y muchas aventuras después, Fabián Barrio, un joven empresario sabe la respuesta: “Lo he hecho porque no tenía más remedio. Igual que para muchas personas es absolutamente imprescindible tocar la guitarra o criar un hijo. Yo no tuve otra opción”.
Fabián Barrio tenía su propia empresa, le iba bien. Visto desde fuera se podía decir que tenía éxito, que su proyecto funcionaba, pero como él mismo dice, sentía que “no estaba aprovechando la vida”, que era un “mercenario” de su trabajo. Por eso decidió que tenía que hacer algo que le diera sentido a todo.
Más de dos años por los cinco continentes a lomos de
“la Fefa” (su moto inseparable) “que han sabido a veinte, preñados de experiencias”, y que han servido para descubrir a “un nuevo Fabián curado de espantos” y “con infinitamente menos miedo al fracaso, sobre todo al económico”, porque si le ha quedado clara una cosa después de conocer todas las culturas es que “es más rico quien menos necesita”.
Un aventura llena de emociones, alegrías y triunfos, pero también con momentos duros y desesperados, que este gallego ha ido contando con todo lujo de detalles desde que expuso al mundo su idea en la web
saliadarunavuelta. Con un estilo literario particular pero notable, con fotografías fantásticas llenas de color sobre lo cotidiano y con vídeos sorprendentes de una calidad profesional, Fabián ha ido compartiendo con quien ha querido su experiencia vital, removedora de conciencias y ejemplo de la voluntad de quien quiere cumplir el sueño de vivir la vida.
Fabián Barrio ha prometido
un libro para otoño en el que contará todavía con más profusión de detalles la aventura de salir a dar una vuelta y volver convertido en una persona nueva. Hasta entonces, EL IMPARCIAL ha preguntado al protagonista algunas curiosidades sobre esta aventura:
¿Cuántos días dando la vuelta al mundo? La última vez que lo miré, setecientos cuarenta y ocho. Ha habido días de una belleza desgarradora, y días bastante complicados en los que, si me hubieran dado un botón para retroceder en el tiempo, lo habría pulsado hasta sangrarme los dedos. En general, han sido dos años que han sabido a veinte, preñados de experiencias de todo tipo.
¿Cuántos países? Sesenta y tres. Países agónicos, países opulentos, países hermosos, países desérticos, frondosos, olvidados, despoblados, atiborrados, tristes… Hay un montón de vidas ahí fuera.
¿Cuántos kilómetros? En total, ciento treinta mil. De esos, montado en la moto, unos cien mil, más o menos.
¿Por qué te metiste en esta aventura? Al principio, creía que me metía en esto porque no era feliz, y no estaba aprovechando mi vida lo suficiente. Era un mercenario de mi trabajo, vivía aislado en una burbuja tecnológica, con el móvil sonando a cualquier hora del día o de la noche. Pero la particular búsqueda de Ítaca a lo largo y ancho del mundo me ha dado una respuesta más profunda a esta pregunta: lo he hecho porque no tenía más remedio. Igual que para muchas personas es absolutamente imprescindible tocar la guitarra, o criar a un hijo. Yo no tuve otra opción.
¿Has recibido ayuda de alguien? De muchísima gente. El mundo es enormemente generoso a ambos lados de la carretera. Paradójicamente, cuanta más opulencia, menos solidaridad. Centenares de personas han empujado la moto montaña arriba y montaña abajo, me han ofrecido su casa, me han proporcionado el instante de charla que necesitaba para seguir adelante. Me han aconsejado una ruta, o me han llevado a un hotel en medio de la noche. Suelo bromear diciendo que el mundo está lleno de señoras que venden pipas: es, evidentemente, una metáfora. Me refiero a que el mundo está lleno de gente buena que sólo quiere seguir su vida en paz.
¿Es muy caro dar la vuelta al mundo? Contaba con un presupuesto de 100 dólares diarios, incluyendo los desplazamientos intercontinentales de la moto, las reparaciones y piezas, alojamiento, y demás. Me ha salido por 80. No obstante, salir a dar una vuelta o no, no es una cuestión económica: Emilio Scotto tiene el récord de tiempo viajando alrededor del mundo, y salió de su casa en Buenos Aires con 300 dólares en el bolsillo. Supongo que algo habrá ayudado la proverbial locuacidad de los argentinos…
¿Has conseguido tu objetivo? Plenamente.
¿Cómo es el nuevo Fabián? El otro día acudí a Radio Nacional y Jordi Tuñón, el presentador del programa, me llevó hasta la máquina de café. Me preguntó qué quería y le dije que me daba igual. “¿Cortado, con leche, solo….?” Y la verdad es que me daba totalmente igual. El nuevo Fabián está curado de espantos y estoy anestesiado a los pequeños matices que en occidente son importantes. La comodidad física ha dejado de importarme. Tengo infinitamente menos miedo al fracaso, sobre todo al económico, porque sé que es más rico quien menos necesita, y esto lo sé con certeza. Y siento un inmenso amor y admiración por la raza humana, antes era justo al contrario.
¿Pensaste abandonar en algún momento? ¿Cuántos días dije que había durado el viaje? ¿Setecientos cuarenta y ocho? Pues unas setecientas cuarenta y ocho veces, más o menos.
¿En qué momento dijiste “esto es lo que quería”? Todos los días.
¿Has saciado tu curiosidad? ¡No, por favor! El que sacia su curiosidad está muerto. Diría incluso que se ha despertado.
¿Sigues con ganas de viajar? Por el momento, necesito tomarme un descanso. Física y mentalmente, el viaje ha sido agotador, y necesito unos meses para sedimentar todos los colores, olores y sabores, y formarme una opinión de este extraño mundo nuestro. Cuando por fin vuelva a aborrecer el sofá de casa, te contestaré a esa pregunta.
¿Qué has echado más de menos? Es curioso, pero todos los españoles por el mundo respondemos inmediatamente “el jamón”, y sí es cierto que se echa de menos. Como otras tantísimas cosas que forman parte de tu rutina cotidiana y no sabes ni que están ahí: tu familia, tu perrita, tu sofá, la tele a las diez de la noche con su manta, los domingos de vagancia leyendo el periódico…
¿Lo mejor? Descubrir la bondad infinita de la gente.
¿Lo peor? ¿Me creerías si te dijera que no he pasado ningún momento malo de verdad?
¿Lo más bonito? Una puesta de sol en Zanzíbar: Niños haciendo cabriolas con el mar, y un sol infinitamente rojo.
¿Lo más triste? Un mendigo sin piernas que, en la India, se lanzó bajo mi moto para que lo atropellara y, así, recibir alguna indemnización.
¿Lo más difícil? Cruzar Pakistán sin embrague. Pero también fue enormemente enriquecedor.
¿Lo más fácil? Todo es mucho más sencillo de lo que parece. ¿Eres capaz de hacer doscientos kilómetros al día en algún vehículo? Pues entonces puedes dar la vuelta al mundo.
¿Comida favorita? La comida de la calle que elaboran en Tailandia.
¿Lugar preferido? Bangkok. Una extrañísima mezcla de modernidad y tradición: una vieja rodeada de ruidosos tuc-tucs, haciendo fideos, bajo un resplandeciente monorraíl.
¿Eras motero? Qué va. Yo empecé con las motos porque Gallardón soterró la M-30 y no se podía circular por Madrid. Me compré una scooter y la cosa se me fue de las manos.
¿Lo eres ahora? Qué sé yo. Yo pienso que sólo soy un tipo que salió a dar una vuelta.
¿Y ahora qué? Eso digo yo. ¿Y ahora qué?
¿Volverías a hacerlo? Ahora mismo, en este preciso instante, no. Más adelante, quién sabe. En realidad, depende de los cantos de sirena de Ítaca, no tanto de mi mismo.
