Informático y experto en seguridad personal, V. de Alarcón ha retomado en este libro su contacto con la escritura, una faceta con la que había coqueteado hace años. A juicio de Pernas López, se trata de una novela compuesta por tres relatos y una pequeña novela de cien páginas, "un género que pocas veces se ve en España". Para este experto en materia editorial, "el punto de vista y el tiempo utilizado por el autor hacen de él un escritor avezado", si bien "espontaneidad" del texto es propia de una opera prima.

En palabras de Pernas López, el autor "tiene el don del oído", lo que le lleva a dar forma a unas historias en las que "la frase va encontrando su hueco", lo que lo convierte en un escritor que "tiene la virtud de escribir como si fuera una muñeca rusa".
Fruto de la amistad entre V. de Alarcón y Anoz ha resultado esta novela, que debió ser aún y todo alargada dada "la escasa cultura del libro pequeño en España", según su editor, a quien el autor agradeció su confianza y su capacidad para generarle la ilusión necesaria como para ponerse a escribir a partir de cuatro folios que terminaron siendo doscientos.
"Los personajes de mi libro existen con las variaciones propias del fabulador", explicó el autor, quien ha querido escribir sobre gente "creíble", ya que en el mundo "hay individuos que nos pueden destrozar al igual que hay otros que, desinteresadamente, nos pueden ayudar". Para reflejar este escenario, V. de Alarcón comentó que el mejor escenario es la novela negra, género que ha puesto en práctica en su libro, cuyo titulo vincula con Madera de boj, de Camilo José Cela.