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Análisis

¿Quién manda realmente en Venezuela, Chávez o los Castro?

miércoles 02 de enero de 2013, 16:32h
Este es el interrogante que se plantean millones de venezolanos sumidos estos días en la incertidumbre después de que el pasado 8 de diciembre el presidente Hugo Chávez reconociera que el cáncer había reaparecido en su organismo. A 21 días de su “complicada” operación, poco se sabe con precisión sobre la salud del jefe de Estado, tan sólo algunos “partes médicos” dados por su delfín, el vicepresidente Nicolás Maduro, y en los que se esconde la mano de los hermanos Castro. Por Sabrina Gelman B.
La larga convalecencia del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, en el Centro de Investigaciones Médico Quirúrgicas (CIMEQ) de La Habana mantiene en vilo a millones de venezolanos, que desde el pasado 8 de diciembre poco saben sobre el verdadero estado de salud del jefe de Estado.

Desde que el propio Chávez revelara en junio de 2011 que padecía un cáncer en la zona pélvica, escasos son los detalles que se conocen sobre la enfermedad que le aqueja, tanto por la ausencia de un parte médico oficial como por el afán de éste de ponerse exclusivamente en manos de especialistas cubanos.

A un mes de su tercera investidura consecutiva, y cuando todo apuntaba a que el mandatario estaba aparentemente recuperado, el presidente suramericano tuvo que volver a entrar en el quirófano el 11 de diciembre para someterse a una operación descrita por su vicepresidente, Nicolás Maduro, como “compleja”. A partir de ese momento las informaciones sobre la convalecencia del mandatario resultan ser confusas y contradictorias; más aún ante la inminente proximidad del 10 de enero, día designado por la Constitución de 1999 para su investidura.

Ello pone al Gobierno a contrarreloj, ya que si Chávez no está en condiciones de juramentarse, lo hará automáticamente el presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, que buscará revalidar el cargo este 5 de enero en una votación parlamentaria. Un contexto que amenazaría la unidad del chavismo, debido a que la máxima autoridad del Legislativo venezolano no cuenta con el visto bueno de La Habana.

De darse este escenario, Cabello tendría que convocar elecciones generales en un plazo de 30 días, lo que anularía las posibilidades de Maduro de asumir el poder, debido a que la Carta Magna establece que el vicepresidente de la República no puede postularse a unas presidenciales, diluyendo así no sólo la voluntad de Chávez, sino también la de los hermanos Castro.

Las intenciones de los Castro
En este sentido, los analistas políticos coinciden en que el nombramiento de Maduro como sucesor del líder bolivariano responde más a directrices del 'politburó castrista' que a la voluntad del propio mandatario, que en los 14 años que lleva en el poder jamás mostró interés en nombrar a un heredero político, incluso cuando dio a conocer públicamente su enfermedad.

El vicepresidente venezolano no sólo ha sido el aliado fiel de Hugo Chávez, si no el hombre de confianza del régimen cubano, que depende de las generosas contribuciones que ha recibido del país petrolero desde 1999 después de sufrir una de las peores crisis económicas de su historia tras el colapso de la Unión Soviética en 1989.

Maduro es una pieza clave en el puzzle de Fidel y Raúl Castro para mantener inamovible el equilibrio de la rentable alianza cubana-venezolana. El recién nombrado “delfín” buscará cumplir los designios del mandatario de verse impedido de mantenerse en el poder, por lo que el subsidio a la isla estaría más que garantizado.

Situación contraria se presentaría si Cabello llegase asumir la jefatura de Estado a partir del 10 de enero. El presidente de la Asamblea Nacional es conocido dentro del chavismo por no ser precisamente un discípulo de los Castro. De hecho forma parte de una facción del oficialismo de carácter nacionalista, que no comulga con la injerencia que tiene la dictadura caribeña en el país suramericano y que tanto preocupa a sectores del alto mando militar.

El dilema de la ausencia presidencial
Chávez cumple 21 días de hermética convalecencia en las instalaciones del CIMEQ. A lo largo de este tiempo se ha podido saber que ha sufrido complicaciones postoperatorias que dificultan su proceso de recuperación. Pero de acuerdo con algunas fuentes extraoficiales de las que se han hecho eco la presa nacional e internacional, tales complicaciones son mucho más graves de las que el propio Gobierno venezolano es capaz de admitir.

Según medios como el diario español ‘ABC’, el gobernante estaría sometido a un coma inducido debido al avanzado estado de su enfermedad, la cual se le habría escapado de las manos a la medicina cubana.

Ante las dudas que siembran tales informaciones, que aún no han sido confirmadas o desmentidas por un parte médico oficial, sumadas a las contradicciones de las que ha sido objeto el propio Ejecutivo venezolano, todo parece apuntar que prolongar una supuesta agonía del mandatario sería una decisión más política que humanitaria, amparada por el tinglado de la dictadura cubana, debido a que tanto el régimen de La Habana como el chavismo se encuentran desorientados ante un hipotético escenario postchavista.

No sólo ambos países se enfrentan ante el dilema de una posible ausencia del gobernante en la fecha de investidura, sino también ante la compleja coyuntura institucionalidad que supone para Venezuela la ausencia de su jefe de Estado de sus funciones, en este caso por enfermedad, en donde la Constitución contempla para estos casos que el Tribunal Supremo de Justicia conforme una junta médica que evalué si el presidente está o no en condiciones de permanecer en el poder.

La oposición venezolana ha insistido en los últimos días en la necesidad de elaborar dicho informe, pero el oficialismo ha guardado silencio y optado por mantener la esperanza de una próxima recuperación del presidente Chávez, cuyo destino real sigue siendo un misterio que permanece resguardado en los densos muros de la dictadura cubana, poniendo en riesgo el orden constitucionalidad del país suramericano.

El limbo de la oposición
Por otra parte, la dura derrota electoral en las regionales del 16 de diciembre ha dejado a la oposición venezolana fuera del juego político. Su imposibilidad para recuperarse del resultado de las presidenciales del 7 de octubre, en donde el reelecto gobernador del estado Miranda, Henrique Capriles Radonski, perdió con poco más de dos millones de votos y el fracaso de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) por mantener la integridad del bloque de partidos que la conforman, la ha dejado desprevenida para enfrentarse a un futuro próximo sin Chávez.

Muchas de las críticas por parte de los analistas políticos apuntan hacia el propio excandidato presidencial, a quien se le acusa de dejar desamparada a la coalición en un momento tan decisivo como la campaña de las pasadas elecciones para gobernadores, en donde el oficialismo se hizo con 20 de los 23 estados que conforman el país, anidando de esta manera, un escenario de ingobernabilidad para cualquier aspiración opositora de convocarse a elecciones después del 10 de enero.

Ante un mapa político teñido de rojo y con los principales poderes del Estado dominados por adeptos al Gobierno, el destino de una Venezuela postchavista se encuentra en manos del propio chavismo, cuya unidad resultan tan frágil como la salud de su líder.