RESEÑA
Isabel San Sebastián: Un reino lejano
domingo 17 de febrero de 2013, 15:34h
Isabel San Sebastián: Un reino lejano. Plaza & Janés. Barcelona, 2012. 458 páginas. 22,90 €. Libro electrónico: 13,99 €
La novela histórica constituye una ingente reserva de lectura que resiste con facilidad los embates de justificadas críticas contra el género desde la ya remota fecha en que Alessandro Manzoni escribiese su Alegato contra la novela histórica, aparecido en 1850, hasta el más inmediato presente. Hace poco reflexionaba con razón en este mismo periódico el historiador José Manuel Cuenca Toribio sobre la falta de rigor y exactitud en la ambientación histórica de la actual novela de este género, añorando los ejemplos clásicos de un Walter Scott o, más cercano, de un Mika Waltari. Sin duda, los lectores deben ser conscientes de que “la novela histórica” no sustituye a la información real de la Historia, ni dejarse arrastrar por la ilusión de haber adquirido conocimientos firmes sobre el pasado. Si algún aspecto del relato histórico les ha sugestionado, deberán satisfacer su conocimiento en libros de Historia rigurosos, no menos apasionantes que la novela. No obstante, pese a esto, la novela histórica goza de una salud imprevista y contra toda lógica de más de doscientos años que no debería soslayarse sin antes tratar de comprender los motivos de su vitalidad y resistencia al declive. La última novela de Isabel San Sebastián, Un reino lejano, enmarcada en el siglo XIII d. C., nos invita a meditar sobre los factores que alimentan ese ilógico vigor.
El exotismo medieval es uno de esos ingredientes de origen inequívocamente romántico, puesto en circulación masiva por Walter Scott, que desde entonces genera un efecto infaliblemente sugestivo. Un reino lejano nos lleva, de la mano de su protagonista Guillermo de Girgenti, desde la aventura de las cruzadas a las costumbres medievales de los musulmanes en Tierra Santa y el rudo imperio de los mongoles, para retornar a las ciudades del norte de Europa y los reinos peninsulares, donde se gestaba el poder de la naciente burguesía, para desembocar en las campañas de la Corona de Aragón contra las taifas musulmanas del sur -con la fuerza de choque de los almogávares-, y su expansión por el Mediterráneo. Evasión, se podría dictaminar. Aunque sin perder de vista que la evasión de nuestra vida y nuestro traslado imaginario a otras personas, otras culturas, otras épocas, forma el sustento último de la magia de la novela y el placer que nos ocasiona.
Isabel San Sebastián elude con acierto –al igual que los narradores españoles más acreditados en el género-, reforzar ese efecto migratorio de nuestra fantasía añadiendo a lo histórico la tensión de un thriller, la investigación de un crimen o la escritura del relato policíaco o de una novela negra, un híbrido de Historia y crimen que supo conjugar felizmente en su momento Umberto Eco pero que, con el tiempo, ha dado lugar a una saga narrativa extraordinariamente falsa y mecánica. Un reino lejano, por el contrario, aproxima el material de origen romántico a la sensibilidad actual remarcando el perfil gótico de sus episodios. La venta de esclavos, las torturas sádicas a los enemigos capturados, el exterminio de poblaciones vencidas, los adornos públicos con sus despojos, el pillaje de las tropas saqueando a la población civil, acompañado de escarnios, violaciones y crímenes, o la supervivencia psíquica de los muertos en la mente de los que perviven, proporcionan una alta dosis de componentes góticos que se superponen al romanticismo inicial, conectando con una fibra narrativa y visual otra vez en alza en las últimas décadas.
En Un reino lejano esa iconografía gótica no tiene un valor por sí misma, sino que está al servicio de un proceso de aprendizaje radical del protagonista. Constituyen feroces pruebas para Guillermo de Girgenti que no paran de sucederse hasta la vejez. No se enfatiza tanto la épica externa y colectiva, sino la aventura interior que ésta produce en el héroe, configurando lo que podríamos denominar su epopeya interior. Guillermo estará siempre en el límite de sucumbir al terror, la desesperación y la barbarie. El relato interno del protagonista es un proceso para expiar la culpa por la ira y la violencia, superar el espanto a través del coraje y la valentía, derrotar la barbarie no solo en el campo de batalla sino dentro de sí mismo. Vencer el rencor y afrontar la desesperación y la adversidad manteniendo una inquebrantable reserva de fe y amor incluso en las circunstancias más enloquecedoramente siniestras. Esa es la recomendación última que la novelista envía a sus lectores.
En este último punto, Un reino lejano va más allá del exotismo para hablar al corazón del público actual, acuciado por los miedos de una época difícil presentándole otra mucho más feroz para realizar un canto a los valores que le pueden posibilitar superarlos. En ese aprendizaje de unos valores espirituales a través de un bárbaro peregrinaje, Un reino lejano enlaza con una larguísima tradición originada por la cristianización de la novela bizantina que en España tuvo tan egregios cultivadores como Lope de Vega o el Cervantes de Los trabajos de Persiles y Segismunda.
Una avezada periodista como Isabel San Sebastián no pierde el olfato como narradora para la actualidad política. Por enésima vez se cumple el dictamen de Georg Lukács cuando señaló que toda novela histórica recrea la situación política en que vive el autor. No es casualidad que Guillermo de Girgenti y Un reino lejano desemboquen en la Corona de Aragón en los años finales del reinado de Jaime I el Conquistador, tras afianzar la toma de Valencia y continuar sus incursiones en el territorio musulmán de Murcia. Esta circunstancia le permite a la autora subrayar la coincidencia – y en su caso colaboración-, de la Corona de Aragón y la Corona de Castilla en un esfuerzo común por empujar sus fronteras hacia el sur y unificar la Península a través de reyes cristianos. Pudo parecer que la tarea de la novela histórica por crear un imaginario nacional terminó en el siglo XIX. Pero la cesión de soberanía en las naciones europeas y las tensiones secesionistas que esto facilita, hace resurgir esa labor de sostener el imaginario nacional, ahora en nuestro presente del siglo XXI. Al recrear la política de la Corona de Aragón, se recuerda que los territorios catalanes nunca encarnaron una entidad independiente, sino que muy al contrario realizaron una acción colectiva clave para la futura constitución de la nación española. Isabel San Sebastián incide, así, con su novela, en la pasión política del presente, desenmascarando el victimismo del nacionalismo catalán y su falsificación de la Historia cuando sus políticos nacionalistas actuales pretenden presentarla como una colonia.
Frente al relato tradicional de la Reconquista, Isabel San Sebastián incorpora un elemento nuevo, muy propio de nuestros días: su carácter multiétnico. Guillermo de Girgenti es hijo de un padre siciliano y una madre occitana, con abuelos normandos y árabes. El imaginario nacional corrige la identidad racial, incluso la idea de Américo Castro de la fusión de tres culturas monoteístas –musulmanes, judíos y cristianos-, para situar el nexo de unión en unos valores morales y políticos compartidos por personas de la más heterogénea procedencia. Exotismo, fantasía, aprendizaje, canto a unos valores y controversia política entrelazados en una narración fácil de seguir.
Se preguntaba en el siglo XIX Manzoni: “¿Perdurará el mismo afán de escribir novelas históricas y de seguir leyendo las ya escritas?” Su respuesta racional fue: no. El tiempo ha respondido por el contrario: sí. Un relato como Un reino lejano muestra los poderosos factores emocionales que hacen tan vigoroso ese “sí”.
Por Rafael Fuentes