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La hora de Venezuela

Marcos Marín Amezcua
miércoles 06 de marzo de 2013, 20:29h
Cuando a uno no le permea la propaganda chavista –recalcitrante, intolerante, extremista– le resulta mucho más sencillo catalogar a Hugo Chávez sin aspavientos ni emociones desbordadas y fanáticas. No caben los excesos ni se le caravanea para quedar bien con nadie. Desde ya, al hablar de Chávez hay que separar al sujeto que padeció cáncer del jefe de estado. Solo hablaré de lo segundo, no sin antes expresar mi total respeto al pueblo venezolano, que siempre ha tenido tan buen cartel en México, donde reconocerá a un amigo.

Al Postularse Chávez y ganar las presidenciales de octubre de 2012, quedó claro que aferrarse al poder sabiéndose enfermo era una irresponsabilidad mayúscula que no merecía su pueblo. Al hacerlo no podremos negar que así encarnó la peor cara del caudillismo mesiánico y bravucón con que tanto “salvador de la Patria” ha dañado a la región. Sus corifeos minimizaron su actuar de manera abyecta, lacayuna e irresponsable, para arrollar a una oposición democrática con la sorna y la sátira tan del gusto del personaje que por 15 años dominó la escena, mientras evadía la alternancia democrática con leyes a modo, usurpaba el nombre de Bolívar y hacía malabarismos con la economía, ahondando los errores de su manejo tapándolos con barriles de petróleo, que también servían para comprar lealtades en la región. Tristes victorias. Hoy está muerto, a escasos meses de aquella jornada electoral.

Ahora es la hora de Venezuela, que tiene que recomponer aquello y pagar los platos rotos que deja, así como atender a un pueblo dividido, un sistema político colapsado basado en su figura hoy desaparecida y a una camarilla que será todo lo que se quiera, menos Hugo Chávez. Sombrío futuro le espera a Venezuela si se empecina tal grupúsculo en frenar la rueda de la Historia. Mientras sus seguidores intentan el chavismo sin Chávez y frenar así cualquier alternancia que pudiera producirse, pueden llevar las cosas demasiado lejos. ¿Qué pretendía Chávez postulándose al acercarse a una fase terminal? Eso es estar embebido del poder más lacra. No hay que darle tantas vueltas. Que lo respondan los venezolanos, pero está claro que meses de desasosiego pudieron ahorrárselos con una mayor altura de miras de parte de Chávez, que no la tuvo. Ahora la camarilla cercana se repartirá el botín, pero sin la necesaria mediación de Chávez. Desconocedora de la Historia, quizás, o sencillamente irresponsable como cuando lo azuzó a candidatearse, no quiere reconocer que no será lo mismo como no sea forzando las cosas. Una ideología no sobrevive a dictadores. Nicolás Maduro no es Chávez y pretender emularlo será siempre a la sombra de Chávez, tal y como le sucedió a Chávez con Castro. Le faltará su trayectoria. Y si muchos países no admitieron con razón el liderazgo de Chávez, menos secundarán el de Maduro. Escalda oírles decir que respetarán la voluntad de Chávez. Que no la del pueblo venezolano. Con Venezuela podrán hacer lo que gusten, con Iberoamérica no.
Aunque Venezuela es un gran país, en México distinguimos perfectamente bien su grandeza de Hugo Chávez. Chávez se equivocó en y con México. Sucedió que a sus portazos y al faltar a su palabra, este “cachorro de Castro” llamó “cachorro del imperio” a un presidente de México que le paró el alto expulsando a su ingerencista embajador y no obstante que Chávez no supiera leer claramente que México no necesitaba de sus bravuconadas y, además, que no hay imperialismo en tierra de Juárez, como lo expresara un icono, él sí, José Martí, Chávez aquí erró el camino. Decirlo todo ello sin tapujos gracias a la libertad de expresión de que gozamos en México y no en Venezuela, donde hasta los correos electrónicos de mis amigos están intervenidos, el decirlo le fastidie a más de uno siendo seguidor de Chávez, dígase alto, pues: Chávez no pudo en México, que no es poco dado el peso mexicano en la región, guste o no. Aquí melló su revolución bolivariana que no tuvo eco ni se la necesita.

A Hugo Chávez jamás lo consideré ni un demócrata ni un líder a seguir. Tan no ha sido lo uno ni lo otro como quiso, que ni contó con la unanimidad regional y se eternizó en el cargo con leyes a modo, en tanto como pudo, arrolló a opositores y libertades, mientras él o por interpósita persona, interpretaba leyes a conveniencia –aun desde Cuba– para prevalecer en condiciones que ponían en riesgo la estabilidad de Venezuela. Reconozcámoslo: fue un líder regional, pero no omnímodo. No lo consiguió porque no toda Iberoamérica lo secundó, al no tener necesidad de hacerlo porque no han hecho falta ni los dólares petroleros ni la fanfarronería caudillista que, a mi juicio, retrógrada, secundó al chavismo y lo extravió hace mucho; situación, la de no seguirlo, tan válida, legítima y plausible como la de los países que sí lo hicieron y que seguramente tendrán mucho que agradecerle y acaso, llorarle. Y les disgusta que se diga.

Chávez se va sin lograr que hubiera un solo proyecto regional integrador, el suyo, que solo pasara por Caracas como quería, con el que mangoneaba a su antojo a todo aquel que se dejara, pese a todo y a todos sus intentos de preservar el ALBA y similares que no sabemos si le sobrevivirán, con intereses tan contrapuestos entre todos sus miembros, pues tal integración o se hace con el concurso de todos o no funcionará. Y eso marcó a la peregrina idea basada en exaltar a Chávez, sin mas mérito que el de ser presidente de Venezuela y hacerse fotos con Castro, mientras compraba voluntades que ya veremos cuán desinteresadas son a partir de ya. Maduro no es Chávez. A estas alturas no nos vamos a contar un cuento. Sabemos quién ha sido quién.

Como sucede con Pinochet o con Castro, es difícil encontrar a un venezolano que pondere defectos y virtudes del personaje sin tomar partido. Como suele suceder, los no venezolanos son más papistas que el papa para defenderlo. Lo han sido difundiendo la maniquea idea de que o se está con Chávez o contra él, en tanto sacan raja de ello. Yo nunca estaré del lado de golpistas como él, eternizados a la mala apoyados en el peso del estado para triunfar, una forma de fraude, con liderazgos impostados con dólares de por medio y con leyes a modo, como lo hizo y lo promovió Hugo Chávez, acostumbrado a satanizar a quien no pensaba como él. Jamás me ha dejado boquiabierto su proceder, sino para comprobar a lo más, su tramposa impostura.

¿Qué quiso ser Castro sin su trayectoria, emulándolo sin conseguirlo siquiera en su longevidad? Cierto. Quiso emular a Don Simón Bolívar, con “d” mayúscula cual corresponde, sin conseguirlo, por carecer de su visión y sentimientos desinteresados. Bolívar, que nos pertenece a todos, ya puede descansar tranquilo, sin ser usufructuado de manera vergonzante para apuntalar a un dictador. Y no están claras sus acciones frente y contra Estados Unidos, con discursos incendiarios mientras les vendía el petróleo, que no dejan duda de un doble proceder. Se quedó en insultos y poco más. Ergo ¿quemarle copal a Chávez? Sin duda que no. El emperador va desnudo y debo decirlo. Arrolló derechos humanos so pretexto de encumbrarse, intervino sin derecho alguno en cuantas elecciones iberoamericanas se lo permitieron y apostó por el golpismo legal y metalegal para mancillar instituciones democráticas aun en su propio país. Me quedo con los venezolanos que he conocido y abandonaron su patria perseguidos o deseosos de la libertad que perdieron. Solidaridad dirigida hacia quienes adentro, resistieron todo contra ese dictador y no se han rendido a las chapuzas de que fueron y son objeto.

Venezuela podrá recomponerse sin que nadie piense en regatearle su derecho. Podrá ser nuevamente el gran país que le corresponde ser y que si en algo aprecia el legado chavista, sabrá redefinir conductas y devolverse libertades, dejando atrás la crispación que usufructuó Chávez. Es la muestra de que los populismos no resuelven problemas, los ahondan con banderas de “justicia” al servicio de camarillas igual de deleznables Y en la izquierda también les sucede y de forma bastante frecuente, cosa que niega y le enoja que se le diga.
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