Pero… ¿todavía Perón?
sábado 02 de noviembre de 2013, 19:38h
Del peronismo, como del Universo, no se puede escapar. Las últimas elecciones argentinas para renovar media Cámara de diputados y un tercio del Senado han puesto una vez más de manifiesto esta simple verdad. Aquellos que están en desacuerdo con el gobierno de corte peronista tuvieron en estas elecciones la posibilidad de restar poder a sus gobernantes votando, naturalmente, a otro peronista, o a cualquiera de las múltiples coaliciones en las que figuran, por supuesto, peronistas. Así, cabría decir que existe el peronismo que gobierna, el peronismo disidente, el peronismo renovador, el peronismo alternativo…
Los resultados electorales confirman que el gobierno argentino se despeña, que el cambio es necesario, que otro peronista asoma en el horizonte. Cristina de Kirchner, en reposo gracias a un oportuno hematoma subdural crónico que se decidió intervenir unos días previos al acto lectoral, no ha dado la cara. Considerando su vocación natural hacia el espectáculo, esto denota la gravedad de la derrota. En los actos en los que se disfruta de su presencia, se muestra entusiasmada más allá de la realidad, mientras sus acólitos, peronistas, agitan banderas con consignas que, en buena parte de los casos, se debaten en los límites del lenguaje comprensible, y bombo, mucho bombo, porque no se concibe el peronismo sin ese instrumento de percusión que se aporrea continuamente, como si su estrépito machacón oficiara de música de fondo a la marcha triunfal de los peronistas hacia sí mismos. En fin, que el gobierno ha sido derrotado, y esa derrota ha sido profusamente festejada… por el gobierno (a excepción de la señora Kirchner, que reposa). Y todo esto porque el peronismo va por un carril, y la realidad por otro, y si alguna vez se encuentran, la realidad huye despavorida.
Sin embargo, el peronismo es ejemplar. Es, quizá, la expresión más clara de lo que la política puede ser cuando, desde el más absoluto vacío, se crean discursos que se sostienen sólo desde sus propias palabras. Múltiples discursos que realizan el milagro de flotar en el aire, impolutos, y que siempre giran alrededor de significantes claves: Patria, Pueblo, Justicia, etc. Después está el dinero, claro, la impunidad que rodea la corrupción estructural, los enriquecimientos súbitos, la extrema vulgaridad, la violencia soterrada (con frecuencia explícita), y una ciudadanía embobada que, cuando despierta, advierte que el peronismo sigue allí. Y ese el momento en que se impone un cambio y se llama a otro peronista que, presto, suelta sus palabras al viento que, por una vez, no se las lleva. Una circularidad perfecta.
Lo que muchos partidos, en el resto del mundo democrático, realizan con ánimo timorato en un intento de mantener las formas, mientras la mano se desliza hacia donde no debiera, el peronismo lo ejecuta con audacia, casi con ostentación, confiando en la anestesia moral de la ciudadanía que, en este sentido, jamás defrauda. Y todo ello sin necesidad de mantener coherencia alguna, de manera que figuras opuestas y políticas incompatibles pueden gobernar en nombre del legendario General, que en las tres oportunidades en que accedió al gobierno, lo hizo a través de elecciones democráticas. No fue un dictador, pero sus formas eran autoritarias, y ello le permitió grabar a fuego en su Movimiento la convicción de que toda la verdad, incluso la más oscura, la más compleja, caía dentro del peronismo, y que todo error, toda mala intención, todo espíritu antipopular y cipayo, queda fuera, muy afuera. El peronismo es el pueblo, claro, y en el pueblo hay de todo. Vaya si lo hay. Y el pueblo, como es sabido, nunca se equivoca. Y si usted cree que a veces se equivoca, ya tiene su carné de antiperonista.
Por todo ello resulta absurdo querer encuadrar ideológicamente a esta fábrica de generar poder, porque este movimiento ha advertido, desde su fundación, que es el mito fácil el que impone sus criterios más allá de cualquier actitud racional; no existe la racionalidad, ese prejuicio pequeño burgués, sino el grito exaltado, la mano en alto, la invocación al pasado glorioso, el engaño, la burla. Sobre todo la burla. En la campaña electoral había un cartel en las calles de Buenos Aires que mostraba el imponente perfil de Néstor Kirchner, el ya muerto, con la frase: “algún día los hijos de tus hijos preguntarán por él”. O sea, Néstor, un tipo que aumentó en un 500% su patrimonio en sus años de gobierno, es Historia, pero ya sabemos lo que preguntarán los hijos de los hijos de los argentinos, y esas preguntas harán referencia al héroe, al libertador, al prócer. He allí el mito adelantando acontecimientos, porque cuando los hijos de los hijos de los argentinos estén en condiciones de preguntar, allí estará el peronismo para responder a sus preguntas. Cien años de preguntas, o de honradez, o de soledad, que tanto monta…