Este viernes llega a las salas
REC4: Apocalipsis, el cierre de la saga de terror más exitosa del cine española codirigida por
Jaume Balagueró y Paco Plaza. La acción se retoma justo donde terminó la segunda entrega -la tercera, dirigida por Plaza en solitario, supuso una ruptura argumental, formal y espacial-: Ángela Vidal (
Manuela Velasco), la única superviviente de la terrible infección desatada en el ya famosos edificio de las dos primeras partes, es evacuada y trasladada a un barco en mitad del océano, donde supuestamente se mantendrá en cuarentena. Sin embargo, el caos vuelve a desatarse.
REC se despide con una película orquestada por Balagueró, con más carga de acción y sangre, en la que, como ya se hizo en la tercera, se abandona el recurso del Found Footage manteniendo, eso sí, un plano inquieto y constantes vistas a través de pantallas de ordenador y cámaras de seguridad que guiñan el ojo a sus orígenes. Tensión, intriga y un interrogante constante en el espectador para decir adiós -al menos así lo aseguran sus creadores- a la saga.
Pregunta: Presentada en Sitges y a pocos días de estrenarse en salas, ¿cómo os sentís teniendo tan cerca el final de una de las sagas más exitosas del cine español de los últimos años?
Jaume Balagueró: Es un sentimiento de nostalgia. Por un lado, estamos contentos de haber terminado porque han sido siete años dedicados a esta historia. Por otra parte, un poquito de nostalgia, porque han sido siete años muy felices. Ha sido más o menos intenso según el momento, porque Paco (Plaza) hizo una película en la que yo no estuve en la dirección y yo también he dirigido algún proyecto aparte, pero siempre ha habido en este tiempo una implicación con el universo
REC, que ha marcado las vidas de todos los que lo hemos construido. Así que sí, miramos hacia atrás con cierta nostalgia pero muy felices. Hemos hecho algo que sabemos que va a quedar ahí como algo nuestro.
Manuela Velasco: Yo veo que se están juntando dos cosas en algo muy bonito que nunca me había pasado. Por un lado, comenzar la andadura de una película y, por otro, despedir una saga. Todo está teñido o contagiado de una sensación de final de verano, como hacer una fiesta de fin de vacaciones que es muy alegre y muy triste a la vez. Pero creo que es muy bonito terminar. Me gusta empezar y terminar las cosas, cerrar el ciclo. Empezamos esta aventura con incertidumbre y al final ha dado lugar a cuatro películas. Hemos hecho juntos todo el recorrido, prácticamente con el mismo equipo y ha sido muy bonito también decidir que se acababa. Mucha gente nos ha dicho que podríamos seguir, pero no, es una decisión tomada.
P: Cuarta y última. ¿Cuándo se tomó esa decisión?
Balagueró: Fue en el momento en que decidimos hacer la tercera y la cuarta. Nos pareció que era una medida justa. No queríamos convertir
REC en una locura de seguir porque sí, sino acabarla con una cierta coherencia y asumir que hasta aquí llegó. Y además creo que está muy compensado. Mirando ahora las cuatro películas, vemos que cada una es diferente, que no se parecen las unas a las otras pero al mismo tiempo todas son puro
REC. Creemos que está muy bien equilibrado y que es guay haber podido hacer, dentro de una misma identidad, una que es casi una comedia, otra que es un ‘survival’ de aventuras, una película de terror y otra de acción. Son cuatro formas distintas de decir cómo nos gusta el género, cómo disfrutamos viéndolo y haciéndolo. Este es nuestro legado en este sentido.
“No queríamos convertir RECen una locura de seguir porque sí”
P: En segunda etapa de
REC3 y 4 querías sacar la acción de edificio en el que conocimos la saga y para esta última entrega habéis llevado la historia al interior de un barco. ¿Cómo ha sido el rodaje en un espacio tan particular?
Balagueró: Teníamos claro que queríamos salir del edificio porque habíamos rodado dos pelis dentro y no daba más de sí, pero al mismo tiempo queríamos mantener la sensación clave de claustrofobia, de aislamiento, de no poder escapar. Así que salimos, pero nos vamos a otro sitio peor: un barco en altamar. Desde luego que era todo un reto rodar ahí. Podíamos haber replicado el barco en un plató, hacer decorados, pero pensamos que lo mejor era rodar prácticamente todo dentro de ese barco real para captar la atmósfera asfixiante y opresiva que necesitaba la historia. El rodaje fue muy complicado, los espacios eran muy angostos, muy estrechos y muy bajos y era casi imposible tener la movilidad logística para que los actores pudieran desplazarse, corriendo muchas veces, con la cámara y todo el equipo que va detrás. Fue tan complicado que en algún momento llegamos a pensar que nos habíamos equivocado y que hubiera sido mejor hacerlo en un plató. Pero no, en la película se rezuma al final ese óxido, esa asfixia que queríamos. Costó mucho pero valió la pena.
Velasco: Además, un barco no está preparado para rodar, y no sólo por el espacio, también por algunas características. Por ejemplo, en
REC2, cuando teníamos que destrozarle al cura la cabeza contra el suelo, las baldosas eran de gomaespuma para que al golpear al actor no se le hiciera daño. En un barco esto no existe, claro. Todo era de verdad, y eso también dificultaba muchísimo el rodaje. Nos hacíamos mucho daño con todo, nos dañábamos con hierro oxidado de verdad. Creo que no había nadie que estuviera feliz de estar en el barco. Subir a él cada día era como asumir que nos metíamos en esta pesadilla que es
REC durante las diez horas del rodaje. Lo vivíamos todos, no sólo los actores, todo el equipo. No era un lugar de confort y esa es una sensación que hemos compartido todos.
P: La película plantea un debate sobre el bien común y la legitimidad de hacer sacrificios individuales para preservarlo, ahora que algunos conceptos a los que se aluden, como protocolo de seguridad o paciente cero, nos son más familiares que nunca…
“Durante el rodaje, no había nadie que estuviera feliz de estar en el barco”
Balagueró: Ese es uno de los grandes temas de la peli, si todas las personas que están en ese barco son sacrificables por el bien común de la humanidad y, evidentemente, tiene una lectura muy actual. Esto lleva a conflictos muy específicos, tiene derivaciones que son interesantes y que tienen que ver con el poder. ¿Cuál es el bien común? ¿Quién lo decide? ¿Quién está al mando de todo esto? ¿Qué intereses puede haber detrás? Planteamos un poco todo lo que ocurriría en la realidad.
Velasco: La cosa es que realmente, si lo piensas con distancia, parece evidente que cinco, diez o veinte personas son sacrificables en pos del bien común. Ahora, pregúntaselo a esas veinte personas. A mí me ha tocado vivir el conflicto, el drama, la pesadilla, de quien se señala como sacrificable cuando no es culpable de nada, ni nadie ha hecho nada por ayudarla. Lo que pasa es que Ángela se empeña en no ser sacrificada.
P: ¿No da un poco de vértigo cerrar, pasar página?
Balagueró: En el cine todo da vértigo. Hacer cine es vertiginoso, todo da miedo y mucho respeto, pero también todo da energía, emoción, ilusión… Son siempre sentimientos muy contradictorios. Estoy acabando una saga, cerrando con un último capítulo, y tengo mucha presión y mucha responsabilidad, claro, pero también muchísimas ilusión.
Velasco: Todos los trabajos que tienen una exposición pública tan grande como en este, en los que haces cosas para que las vea la gente, dan miedo porque quieres que guste lo que has hecho. Todas las películas suponen un esfuerzo muy grande, pero estas en concreto, con tanta acción, requieren una implicación y un trabajo de todo el equipo muy al límite. Lo haces con mucha pasión y muchas ganas. Hoy es el día en que lo va a empezar a ver la gente y estamos nerviosos, pero creo que como con todas las pelis más o menos.
