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TRIBUNA

Barbarie y declive

Alejandro Muñoz-Alonso
lunes 09 de marzo de 2015, 17:02h

Al inicialmente autodenominado Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS) se le ha quedado corto el nombre pues en las últimas semanas diversos grupos fundamentalistas de Asia y África han hecho públicos actos de adhesión y fidelidad e incluso de “vasallaje” al mismo. Así ha sucedido en Argelia, Libia, Egipto, Jordania, Yemen, Pakistán y Filipinas. El último ha sido Boko Haram, de Nigeria, que dispone de un “ejército” de entre 3.000 y 6.000 hombres, ocupa una parte del territorio en el nordeste del país y ya ha extendido su acción a los vecinos Camerún, Niger y Chad. En Chechenia, hoy por hoy parte de Rusia, una buena parte del liderazgo musulmán del país ha mostrado también su fidelidad al califato que ISIS proclamó en junio de 2014.

Atentados terroristas en nombre de ISIS se han producido, además, en París, Canadá, Bélgica y Australia y desde no menos de 15 o 20 países de todos los continentes, centenares de radicales islamistas se han trasladado a Siria o a otros países de Oriente Medio, como Yemen, para recibir entrenamiento y adoctrinamiento y, previo “lavado de cerebro” y fanatización masiva, ponerse al servicio de ISIS en los frentes de la zona o, regresados a sus países de origen, para actuar sobre el terreno contra los “infieles”, los “apóstatas” o cualquiera que no acepte su versión extremista del islam. Nunca un grupo de esta clase había estado tan extendido sobre tantas diversas zonas del planeta en forma de “comandos dormidos” o de “lobos solitarios” que esperan el momento más oportuno para actuar criminalmente.

Por todo ello, no parece exagerado afirmar que nos hallamos ante la amenaza más grave desde el fin de la Guerra Fría. Una amenaza que, si bien afecta directamente contra cuanto significa Occidente, objeto principal de su odio, atañe también a otros países, sobre todo los pertenecientes al mundo musulmán. Hemos denunciado insistentemente la brutal persecución de los cristianos y de otras minorías religiosas, que tiene todas las características de un genocidio, pues busca su total aniquilación, pero debe reconocerse que mueren a sus manos gran cantidad de musulmanes, especialmente los chiíes, pero también los sunníes que no se pliegan a las imposiciones de ISIS y a su brutal interpretación de la sharia.

A los salvajes métodos de eliminación personal, por decapitación o por la muerte quemado vivo, de la que fue víctima un piloto jordano, han añadido ahora la destrucción del rico y venerable patrimonio histórico y cultural que existía en Mesopotamia, donde radicaron los imperios del mundo antiguo, como los asirios (trece siglos antes de Cristo) o, ya más cerca de nuestra era, el reino de los partos, del legendario Mitrídates, que lucharon exitosamente contra los romanos. Estos bárbaros han seguido y superado en su ciego fanatismo a los talibán afganos que destruyeron los Budas gigantes de Bamiyán. La civilización tiene muchas caras y muchas moradas, pero en ninguna de ellas caben estas gentes que, como decían los europeos del siglo XIII ante lo mongoles de Genghis Khan, parecen salidos del averno. No cabe con ellos la negociación sino solo la eliminación como grupo y el estricto control de sus componentes.

“ISIS no es un grupo terrorista”. Así se titula un artículo aparecido en el último número de Foreign Affairs (marzo-abril 2015) del que es autora la profesora Audrey Kurth Cronin. A primera vista puede parecer chocante, pero los argumentos que utiliza, en buena parte ya bien conocidos, son muy convincentes. ISIS no actúa, el menos en Oriente Medio, por medio de comandos sino por medio de unidades militares bien pertrechadas de armamento moderno y haciendo uso de todos los avances tecnológicos. Se calcula que puede tener en sus filas unos 30.000 combatientes, con los que ha logrado ocupar extensos territorios de Siria e Irak y mantiene los más modernos sistemas de comunicación. Y gracias al control de pozos petroleros (de los que obtiene por contrabando aproximadamente un millón de dólares al día), a los fondos de los más de sesenta bancos de las zonas ocupadas que controla, a los robos de joyas y otros recursos de los residentes, a los impuestos que establece y a los rescates de los rehenes que secuestra se le considera el grupo violento más financieramente sólido de la historia.

La novedad de ISIS supone un salto cualitativo que deja pequeña a Al Qaida, de la que procede en buena medida. Y para la profesora Kurth Cronin hace inaplicable las tácticas de contraterrorismo y contrainsurgencia, que hasta ahora se han aplicado, principalmente en Irak y Afganistán. Tampoco cree que fuera posible una guerra convencional pues militarmente no se vence a las ideas. Estoy de acuerdo con ese enfoque, como quedó claro en esos dos países citados, donde lo que se llamó la lucha por “las mentes y los corazones” se saldó en un casi absoluto fracaso. Propone esta profesora lo que denomina “contención ofensiva”, que combinaría una limitada campaña militar con esfuerzos diplomáticos y económicos que, por una parte, debiliten a ISIS y, por la otra, consigan el apoyo efectivo de los muchos países que se ven amenazados por este grupo, “superterrorista”. Otros hablan de la necesidad de aplicar técnicas de “desradicalización”, evitando el reclutamiento en prisiones o mezquitas. O en esos guetos de algunas ciudades europeas donde jóvenes no integrados socialmente, son víctimas propicias de las campañas de radicalización de los fundamentalistas que, en buen número están entre nosotros.ç

La táctica de “boots on the ground”, esto es poner en el campo de batalla unidades militares occidentales (ella piensa en los Estados Unidos) sería contraproducente. Algo evidente pues los soldados de nuestros países no son allí bien recibidos…por casi nadie. Pero las unidades peshmerga de los kurdos, lo más eficaz hasta ahora en esta guerra, o las unidades especiales locales que están entrenando diversos países, entre ellos España, pueden ser decisivas, si los gobiernos de la zona se lo toman en serio…por la cuenta que les tiene. Es una “guerra”, si se la quiere llamar así, que se desarrolla en muchos frentes y que sólo se ganará si se afronta en todos ellos.

Pero, aparte de nuestros militares y los de otros países –siempre en los lugares de peligro, exponiendo valientemente sus vidas y con un sentido del deber y del servicio, cada vez más escaso en Europa- y, desde luego también, los misioneros y cooperantes, auténticamente heroicos, lo que se percibe en nuestro continente es una sensación pavorosa, propia de las civilizaciones que han decidido suicidarse y ya no se sienten con fuerza para responder a los desafíos existenciales. Una buena parte de nuestras poblaciones parece vivir anestesiada y propicia a aceptar las patrañas de tantos vendedores de humo como ahora abundan.

La proliferación de partidos y partidillos anti-sistema que, desde la derecha o la izquierda apuestan por el “cambio”, sin decir hacia dónde se dirige ese “cambio”; el tufo totalitario que desprenden la mayor parte de ellos; el antieuropeismo rabioso de casi todos, como si nuestros pequeños países se pudieran ahora permitir el lujo de subsistir y competir en un mundo globalizado como es este en que vivimos, nos guste o no; el olvido y, aún más, el odio declarado a las raíces y los valores que, históricamente, han construido Europa. Todo ello son los síntomas de una grave enfermedad, contra la que, ingenuamente creíamos que estábamos vacunados.

La insólita resurrección del comunismo que, como ha fracasado, empapado de sangre, en todas partes donde se aplicó en el siglo XX, no se atreve a decir su nombre, pero ahí está, dispuesto de nuevo a desgarrar todo cuanto trabajosamente se ha conseguido en Europa en algo más de medio siglo. Y, en España, en los últimos cuarenta años, con exclusión de la bochornosa etapa del nefasto Zapatero. Que un determinado sector de españoles se vea inclinado a apostar por esa ideología zombi o que tomen como ejemplo al país más fracasado de Iberoamérica, a pesar de ser uno de los más ricos, es algo estremecedor. Y conste que “no me tomo al pie de la cifra” los porcentajes de las encuestas, pero las acepto (salvo las que aparecen en ciertas publicaciones, tan técnicamente inaceptables que me pregunto por qué no han ido a la papelera y dónde queda la responsabilidad de sus directores) como indicaciones de tendencias que, francamente, como español me avergüenzan porque creí que este pueblo nuestro estaba más evolucionado. Y no digo más “maduro” porque, a lo peor, algún sector si lo está, pero en el sentido de que quiere imitar la política del irresponsable y romo dictador venezolano (con votos, como ahora es obligado en las que los especialistas llaman, no sin cierta sorna, “democracias electorales”). El viejo comunismo se decía que “miraba al este” a Moscú, el neo-comunismo mira al oeste caribeño, a Caracas.

Alejandro Muñoz-Alonso

Catedrático de la UCM

ALEJANDRO MUÑOZ-ALONSO es senador del Partido Popular

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