TRIBUNA
Esperanza Aguirre o el estado de los partidos (con minúscula)
Juan José Laborda
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viernes 13 de marzo de 2015, 20:12h
Siento asombro y curiosidad por Esperanza Aguirre, y a la vez irritación profunda por su actitud en la política, tan alejada, en mi opinión, de un comportamiento verdaderamente liberal. Esperanza Aguirre es una política que piensa en la política durante todas las horas del día.
He conocido personalidades como ella, no muchas, desde luego, caracterizadas por una dedicación totalmente exclusiva a la actividad política, siendo las demás ocupaciones y aficiones vitales meras anécdotas en su biografía personal. Cuando los otros dedican tiempo a sus gozos y preocupaciones privadas, políticos como Esperanza Aguirre llevan siempre ventaja sobre ellos, y como están pensando en todo momento en política, suelen ganar en las partidas que juegan contra los demás. Creo recordar que fue Juan Barranco -otro atento observador de Esperanza Aguirre- el que me dijo que Aguirre no quiere ganar sin más, sino que hará lo imposible para que su victoria sea de 10 a 0, y con ese símil deportivo explicaba que ella trataría siempre de vencer arrasando al vencido.
Hace años, cuando ella era presidenta del Senado, visitamos oficialmente Rusia, y nuestros colegas senadores rusos nos invitaron a visitar el museo Hermitage en San Petersburgo, un día que permanecía cerrado para los visitantes. Ese museo es único y maravilloso, y nosotros lo vimos ayudados con las explicaciones que nos dio un experto, un sabio sin duda alguna, que además hablaba español perfectamente, pues era el responsable de la división de pintura española, que es riquísima en el Hermitage. No sé cuantas horas pasamos disfrutando de aquel privilegio. Pero no se me olvidará que Esperanza Aguirre estuvo todo ese tiempo hablando por teléfono con Madrid, con su partido, pues era el tiempo que le llevaría a presentarse a las elecciones para la Comunidad de Madrid.
Ese recuerdo ilustra el concepto que tengo de la dedicación unidimensional a la política de la hoy candidata a la alcaldía de Madrid. Aguirre posee una educación esmerada, habla inglés con soltura, pero la cultura no es en ella otra cosa que un instrumento para otros fines, en su caso, la conquista del poder. La ética de la responsabilidad, que Max Weber definió para la política, no es del todo la ética de Esperanza Aguirre, pues convertir la cultura en instrumento de la política, conduce inmediata y lógicamente a que los fines justifiquen los medios en política, y a esto me refería cuando encontraba poco liberal sus comportamientos políticos. Carl Schmitt, el filósofo jurista nazi, el más encarnizado y brillante enemigo del liberalismo y de la democracia parlamentaria, sostuvo que todo era política, desde el arte a la moral, y la tarea de la política consistía en distinguir quién puede ser el enemigo.
Esperanza Aguirre ha sido nombrada por el dedo omnipotente del presidente de su partido, que también es presidente del Gobierno. La verticalidad de los poderes de los dirigentes del partido popular, en la más acrisolada tradición del PRI mejicano de otros tiempos, o del leninismo de los viejos partidos bolcheviques, creo que chirría bastante con lo que establece el artículo 6 de la Constitución, cuando estipula que los partidos políticos: “Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos.”
Esperanza Aguirre no tiene objeción alguna al método de designación digital, salvo que no le hubiesen nombrado a ella. Es más, le ha plantado cara a Mariano Rajoy porque quiere mantener su puesto de presidenta del partido en Madrid, algo que Rajoy no quería bajo ningún concepto, pero que no ha podido evitar, ya que la lideresa amenazó con no presentarse si se veía obligada a dimitir de su cargo de presidenta del PP madrileño.
Parece que Aguirre está en forma, y dispuesta a ganar de 10 a 0, empezando con Mariano Rajoy y sus fieles partidarios. Al poco del nombramiento, hizo un segundo alarde de independencia cuando afirmó que ella había sido siempre liberal, mientras su compañera de partido, y candidata a la presidencia de la Comunidad de Madrid -que es la fuente regional de su poder partidario- procedía de las Nuevas Generaciones de Alianza Popular, las juventudes del partido fundado por Manuel Fraga, con lo que deslizó una apreciación peyorativa, que significaba que Alianza Popular, y su compañera de partido, procedían de ideologías nada liberales, y no importó mucho que los veteranos entendiesen que se refería a los orígenes autoritarios, cuando no franquistas, de su propio partido.
Para que nadie tenga duda sobre quién manda en el PP de Madrid, Aguirre acaba de despachar a un alcalde de su partido en Leganés, señalando que no “tiene inteligencia emocional”; el alcalde no acepta que lo echen de la lista electoral por ser tonto emocional, aunque Aguirre haya dicho que es “un crack”, y por eso se resistirá a una destitución tan psiquiátrica.
Los psiquiátricos eran los encierros que el totalitarismo soviético empleaba con los disidentes cuando estaba mal visto que siguiese enviándolos a los campos de trabajo en Siberia.
Rajoy no ha tenido más remedio que proponerla para la alcaldía de la capital de España. Si alcanza ese objetivo, y puede que lo consiga porque aparecerá como independiente y crítica con los partidos, incluyendo el suyo, Esperanza Aguirre se transformará en la alternativa a todo lo que significa Mariano Rajoy. Son las paradojas de una estructura cerrada y autoritaria de partidos como el PP, en donde las decisiones se toman teniendo en cuenta sólo las encuestas electorales. Como Rajoy ha anulado su partido como cuerpo que discute y decide, él no tiene más remedio que obedecer las indicaciones que le aporta Pedro Arriola, aunque sus recomendaciones electorales sean meros remedios pasajeros a los movimientos internos que afligen al PP, y que Esperanza Aguirre sabrá utilizar en contra de Rajoy y en beneficio suyo.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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