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TRIBUNA

La libertad sigue siendo la diferencia

Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
jueves 26 de marzo de 2015, 20:09h

Para estirar la noticia de que Susana Díaz ha ganado las elecciones andaluzas muchas crónicas periodísticas inquieren si ganó ella o ganó el PSOE, pues esa interrogación permitirá alentar un debate sobre si la presidenta (todavía en funciones) de la Junta de Andalucía tendrá un liderazgo superior al que tiene el PSOE, lo que quiere significar superior y por encima de Pedro Sánchez, dirigente nacional de ese partido.

Veo las cosas más complejas. Deduzco de muchos factores que el socialismo andaluz ha obtenido la confianza mayoritaria del electorado porque Susana Díaz adoptó decisiones estratégicas que iban en el sentido de las tendencias fundamentales de nuestra época. Fijémonos en su argumento para convocar elecciones anticipadas. ¿Cuál fue?

El que le suministró Izquierda Unida, su socio en el gobierno anterior. Carlo M. Cipolla, un gran historiador económico, definió “La Tercera Ley Fundamental (ley de oro) de las leyes fundamentales de la estupidez humana” así: “Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio”. Izquierda Unida anunció a Susana Díaz que iba a someter ciertas decisiones del Gobierno a votación de toda su militancia, para conocer si sus afiliados estaban o no de acuerdo. Entonces se presentó la propuesta como muy democrática, pero si alguien hubiese cavilado sólo un poco más, entonces Izquierda Unida no hubiese incurrido en la estupidez en la que se hundiría poco después.

En caso de duda, ¡a los principios!, suele decirse. El divertido librito de Carlo M. Cipolla sobre la estupidez humana, trata de cosas serias, como los principios en caso de duda. La propuesta de someter a un plebiscito partidario las decisiones de un gobierno sometido a las leyes es la negación de los principios de cualquier democracia que merezca el calificativo de representativa. Es posible que esta particular ocurrencia de IU de Andalucía estuviese motivada por querer superar a “Podemos” en propuestas a favor de la llamada “democracia participativa”.

La democracia representativa se basa en la condición inamovible de los elegidos, y en la seguridad jurídica de los actos del gobierno (que responde sólo ante los elegidos), no sólo porque los problemas actuales sean muy complejos. La razón fundamental se basa en que si la democracia deja de ser representativa, para pasar a ser participativa (o sea, donde las decisiones y los representantes estarán supeditados a un posible plebiscito popular), habrá un tipo de democracia -suele llamarse así-, pero en la que la libertad, los derechos individuales y los de las minorías políticas y sociales tendrán grandes dificultades para existir, o no existirán de ninguna manera. En un arco que va de la democracia iraní a la democracia bolivariana encontramos diversos tipos y ejemplos de democracias no representativas.

Izquierda Unida, por intentar superar a “Podemos”, traspasó ese límite, y aunque no lo parezca, ese límite lo intuye o lo tiene claro cualquier demócrata consecuente.

A eso me refiero cuando expreso que Susana Díaz adoptó decisiones estratégicas que iban en el sentido de las tendencias fundamentales de nuestra época. Qué duda cabe, además, que ella tuvo muy presente el caso de Gordon Brown, el primer ministro laborista británico, que no disolvió el Parlamento cuando, como ella, sustituyó al anterior líder del Gobierno, y que después él perdería las siguientes elecciones. Susana Díaz, al justificar su disolución en la propuesta de IU, manifestó al mismo tiempo que no pactaría en ningún caso con “Podemos” y con el Partido Popular. Estaba señalando una dirección estratégica: rechazaba a “Podemos” por principios democráticos, y al PP por motivos electorales, formulados en clave programática.

Y no ha necesitado más. Su discurso en los actos electorales, y sus argumentos en los debates televisivos, no ofrecieron novedades significativas. Más allá de su intento de aparecer como una líder maternal, envuelta sólo en la bandera andaluza, el éxito de Susana Díaz ha consistido en presentarse como heredera de una tradición socialista de gobierno. Aunque en estos tiempos de novedades resulte extraño, su triunfo se ha conseguido gracias a ideas, o mejor, en este caso, gracias a sensaciones antiguas: la suya ha sido una campaña como las del PSOE de los tiempos de Felipe González, y la invocación, y la presencia del ex-presidente del Gobierno, ha sido una constante en su esfuerzo electoral victorioso.

La socialdemocracia empieza a sentirse orgullosa de su pasado, hasta el punto de ofrecerlo como oferta electoral. Todavía no hay muchas ideas nuevas, pero empiezan a estar claros los principios, y los límites que la ley y la realidad imponen siempre a la acción política. El límite que Susana Díaz advierte con “Podemos” no debiera ser coyuntural dentro del PSOE. Por eso, opino que el otro ex-presidente socialista del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se equivoca cuando afirma que “Podemos” es o puede ser un “partido socialdemócrata”. ¿Explica esa valoración actual las escasas menciones que hizo a la ideología socialdemócrata cuando estuvo al frente del PSOE y del Gobierno, o sus recientes conversaciones con los dirigentes de “Podemos”?

La disposición de Felipe González a hacerse presente en Venezuela para defender a dos representante elegidos, Leopoldo López y Antonio Ledezma, miembros de la oposición al presidente chavista Nicolás Maduro, indica que los socialdemócratas, o los socialistas democráticos y laboristas, no pueden tolerar en silencio los atentados a la libertad y a los derechos humanos que comete el régimen bolivariano, por mucho que se jacte del “socialismo del siglo XX”. La decisión de Felipe González ha movido a otras personalidades de parecida ideología, como Ricardo Lagos, Fernando Henrique Cardoso y Julio María Sanguinetti, los prestigiosos ex-presidentes chileno, brasileño y uruguayo, respectivamente. Es el comienzo de un debate internacional que será importante para las nuevas propuestas de esa corriente política. Paralelamente, la Unión Cívica Radical, el histórico partido argentino, miembro de la Internacional Socialista, acaba de firmar un acuerdo electoral con Mauricio Macri, el alcalde conservador de Buenos Aires, para derrotar al peronismo en las próximas elecciones. La defensa de la libertad sigue siendo la diferencia, desde los tiempos de Eduard Bernstein, de Giacomo Matteotti y de Fernando de los Ríos, y Felipe González sí tiene su reloj a la hora socialdemócrata.

Juan José Laborda

Consejero de Estado-Historiador.

JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.

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