TRIBUNA
El Estado socialdemócrata y la falta de cultura de coaliciones
Juan José Laborda
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1718lamartingmailcom/12/12/18
viernes 29 de mayo de 2015, 01:11h
Me atrevo a opinar que la incertidumbre sobre nuestro futuro político se debe también a que el análisis que se realiza es sólo demoscópico, sin tener en cuenta los factores que tienen que ver con la cultura democrática del pueblo español, y su experiencia histórica durante los 38 años (¡exactos: 15-junio-1977!) de vida democrática.
El paisaje de nuevos partidos alarman a los grandes inversores del IBEX-35, que se retraen asustados por la emergencia de los antisistema (les parecen anticapitalistas), aunque Esperanza Aguirre ha hecho mucho por devolverles la tranquilidad, ya que en esta ocasión parece que no se irá a su lucrativa vida privada (como hizo cuando abandonó de pronto el gobierno de Madrid), sino que se quedará en el ayuntamiento madrileño, incluso para que Manuela Carmena forme con ella, con una colaboradora y nueva Esperanza Aguirre, un gran gobierno de concentración, eso sí, impidiendo que “soviets” de funcionarios municipales transformen las Juntas de Distrito en cualquier cosa, desde luego cualquier cosa alejada del gusto “fenomenal” que ha imperado en los últimos años en dicho municipio.
No ha llegado la ruptura del sistema, aunque Pablo Iglesias Turrión profetice el comienzo de un gran cambio con los “votos prestados” que ha recibido en esta “su ocasión histórica” (José Manuel López Rodrigo, el candidato de “Podemos” a presidir la Comunidad de Madrid, escribió en su programa: “Mi amigo Pablo Echenique me ha contado que una votante socialista de toda la vida le dijo que va “a prestarnos” su voto…El 24 de mayo préstanos tu voto. Está en juego el cambio. Es ahora.)…Ni siquiera tenían admiraciones los últimos párrafos. Me parece que el cambio ha sido…lo previsible.
Los dos grandes partidos siguen siendo grandes. El PP con 6.057.767 votos, y el PSOE con 5.603.823 votos, siguen estando muy por delante de los demás partidos. Ciudadanos, con 1 millón y medio de votos, puede condicionar mayorías, pero su futuro no está claro en absoluto, como después comentaré. Los votos a “Podemos” son difíciles de medir, puesto que las diversas plataformas que han triunfado en Madrid, Barcelona, Zaragoza, ayuntamientos gallegos y otras varias localidades, responden sólo en parte al partido de Pablo Iglesias Turrión. A “Podemos” le debemos su virtud denunciadora de las oligarquías de los grandes partidos, y en este sentido, allí donde el PSOE se ha encerrado en su aparato es dónde más han crecido las plataformas populares o populistas.
Madrid, Barcelona, Zaragoza, los ayuntamientos gallegos, pero podríamos añadir Santander, Bilbao, Pamplona y bastantes otros lugares, son la perfecta geografía de los comportamientos de la clásica “oligarquía socialdemócrata” del PSOE (“la ley de hierro de la oligarquía” que describió Robert Michels en los partidos socialdemócratas). Las plataformas populistas, con su aparente democracia interna, han sustituido a un PSOE burocratizado, poco atractivo electoralmente en muchos de esos lugares.
A este defecto se añade otro: que el PSOE carece de conceptos comunes, sólidos y claros sobre el Estado de las Autonomías. Cuando el PP, rompiendo consensos establecidos, se presentó como el único garante de la unidad de España, e inició una recentralización administrativa (y de la que no se ha dicho ni pío durante esta campaña, para asombro de muchos de nosotros), el PSOE, en lugar de mantener su compromiso con la política que había realizado como Gobierno, se situó junto a los partidos nacionalistas para defenderse de esa recentralización, y esa decisión estratégica no fue acompañada de una reflexión política profunda sobre el Estado de las Autonomías, con lo que el PSOE apareció cada vez más difuminado e irreconocible para sus votantes habituales. Cataluña, Navarra, Euskadi, Galicia, incluso Cantabria (con el regionalismo de Revilla), principalmente, forman la línea donde el PSOE retrocede electoralmente porque no consigue ofrecer un proyecto autonómico propio, inserto en la Constitución y con proyección europea.
Los acuerdos que el PSOE pueda establecer con las plataformas populistas, que han surgido en conexión con “Podemos”, encierran un coste. Sin embargo será mucho menor que cuando se pactó con los partidos nacionalistas radicales, durante la etapa y Gobierno de Rodríguez Zapatero.
El PP padece esos dos defectos. Su aparato partidario ha producido rechazo, no sólo electoral, sino más profundo: echar al PP de los gobiernos es la expresión de un estado de ánimo mayoritario. El segundo defecto, es la falta de ideas y de debate: las encuestas de Arriola han pulverizado la ideología conservadora del PP, y no sólo con casos espectaculares, como desdecirse con la ley del aborto, sino en algo más básico: su modelo económico y social. Como se ha visto en estas elecciones, los programas del PP proponían políticas que no eran diferentes a las de un partido socialdemócrata. Cuando Esperanza Aguirre afirmó, para defender su gobierno de concentración, que su programa era prácticamente igual que el del PSOE, estaba diciendo la verdad, aunque pensase que nunca se fuese a cumplir.
Y aquí entra “Ciudadanos”, y justifico el título de este artículo. Si en lugar de exigir medidas de regeneración partidaria, como la dimisión de los imputados o que se aprueben primarias (ambas discutibles), “Ciudadanos” plantease una seria política económica y social, propia de un partido liberal europeo, tendría asegurado su futuro político. Entonces “Ciudadanos” buscaría pactar con el PSOE. Reflexionemos con dos ejemplos. En Alemania, el “Partido Liberal” alcanzó su mayor influencia cuando gobernó con los socialdemócratas de Helmut Schmidt, y no con los democristianos de Kohl y Merkel. En España, el CDS de Adolfo Suárez desapareció cuando gobernó en Madrid y en Castilla León con el PP de Aznar. Conviene recordar el pasado.
Consejero de Estado-Historiador.
JUAN JOSÉ LABORDA MARTIN es senador constituyente por Burgos y fue presidente del Senado.
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