EPPUR SI MUOVE
Ponga un refugiado en su vida
miércoles 16 de septiembre de 2015, 20:27h
“Si fuera la patria como una madre cariñosa que da abrigo y sustento a sus hijos, si se les diera tierras y herramientas para sembrar, nadie la abandonaría para ir a mendigar el pan a otros países en donde se les desprecia y se les humilla”. Esta reflexión la hizo hace más de un siglo el intelectual mexicano Librado Rivera y, como se puede comprobar, conserva toda su vigencia.
La ciudadanía europea le ha dado una lección a su clase política, que hasta la fecha se había mostrado tan inoperante como de costumbre. No hay más que echar un vistazo a las redes sociales para ver a personas dispuestas a acoger en sus casas a refugiados sirios. Algunos ayuntamientos -en especial los más populistas- se han apresurado a colgar carteles y hacer declaraciones más persiguiendo titulares que un proceso de acogida en condiciones. Y las imágenes de la población de Munich vitoreando a los recién llegados son ya trending topic.
Es algo que la Iglesia y algunas ONG llevan tiempo haciendo sin tanto aspaviento. Y que resulta bastante más complejo de lo que muchos piensan. ¿Qué entendemos por “acoger”? Los refugiados que llegan a Europa escapando del horror de Siria o Irak lo hacen en busca de una nueva vida. Nueva casa, nuevos trabajos, nuevos colegios y nueva cultura. Nada de eso se solventa con un plato de sopa y una cama. El proceso de integración necesario es costoso y difícil. Y lo que es más importante, no puede ser ilimitado ni en el espacio ni en el tiempo.
En el caso de sirios e iraquíes se da, además, una curiosa circunstancia. Todos quieren venir a Europa o, en su defecto, a países occidentales como Australia, Canadá o Estados Unidos. Sin embargo, a ninguno se le ocurre ni remotamente mirar hacia alguna de las riquísimas dinastías del Golfo, tipo Qatar o Arabia Saudí. ¿Qué hacen estas naciones? Nada, salvo seguir financiando bajo mano al IS y desentenderse de sus “hermanos”; para eso está Europa.
Otros vienen del Africa Subsahariana, huyendo no de una guerra stricto sensu sino de una miseria endémica que les empuja a buscarse algo mejor. También ellos tienen derecho. ¿Caben todos los desplazados del mundo en Europa? La respuesta es obvia, aunque haya quien prefiera ignorarla y abonarse a la demagogia. Cuando ayuntamientos y particulares hacen pública su intención de acogerlos, han de saber que su mensaje tendrá eco. Mucho. El efecto llamada puede hacer que la solución no haga sino agravar el problema. Y eso por no hablar de los 4.000 pasaportes en blanco que el IS ha robado en Siria. Los servicios secretos de varios países ya han alertado sobre el riesgo de que islamistas “con la documentación en regla” sean acogidos por aquellos contra quienes quieren atentar. La solidaridad es un valor a preservar, tanto como la integridad del espacio que lo garantiza: Europa.
Abogado
ANTONIO HUALDE es abogado e investigador de la Fundación Ortega y Gasset
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