Sánchez pierde el tiempo

Efectivamente, Pedro Sánchez ya ejerce de presidente del Gobierno. O eso parece. O eso cree. El tono, la pose, el gesto… incluso la altura de miras, condición tan demandada en los últimos tiempos. Hasta parece que diga cosas importantes porque entiende que son vitales para el futuro de España. Mucho aditamento y parafernalia y aún no sabe si podrá conseguir los apoyos suficientes para ser investido.

Y digo yo: ¿Para qué se ha reunido con la patronal y los sindicatos o con representantes de los sectores de la Educación, la Sanidad o la Ecología? ¿Van Rosell o Garamendi o Toxo o Méndez a votar en el Congreso su investidura? ¿Para qué le servirá todo esto si finalmente no obtiene el respaldo necesario? ¿Cree Sánchez que una foto con los agentes sociales va a hacer cambiar de opinión al PP para que se abstenga o a Podemos y Ciudadanos para que se toleren?

Y me sigo preguntando: ¿Es todo una representación fantástica, una ensoñación o realmente cree que ya es presidente del Gobierno in pectore? Más grave todavía, ¿quizá su forma de actuar no responda a una necesidad efectiva de llegar a acuerdos para conseguir apoyos y, por el contrario, ya está de campaña electoral?

Como en todo, para unos el líder del PSOE está encarnando el papel al que le ha llamado la sociedad española y después el Rey y para otros sólo está buscando votos. Lo que sí parece más claro cada día –o alguno de sus movimientos así lo desvelan– es que está haciendo todo lo posible para que haya nuevas elecciones y así ser él, otra vez, el candidato de los socialistas a la Presidencia.

En esta línea de repetir elecciones se ha pronunciado este miércoles el expresidente Felipe González, que, incluso, se ha atrevido a vaticinar que no habrá Gobierno hasta septiembre. De ser así, largo se presenta el camino y habrá que confiar en la paciencia de los mercados, que, por lo general, no suelen estar dispuestos a esperar tanto.

Pero Sánchez y los suyos no quitan ojo a la partida y se la juegan intentando “vender” un pseudo programa de ideas con propuestas de medidas hipotéticas con posibilidad de ser aprobadas en caso de supuesto acuerdo siempre en condiciones pertinentes. Es decir, nada.

Como casi todos los programas electorales, un manual de buenas intenciones con las que nadie puede estar en contra, pero que algunos economistas ya han cuantificado en 25.000 millones de euros. También como siempre, ¿sabe alguien de dónde se sacará este dineral?

Unas medidas que crean desconfianza entre los que tienen que contratar van a provocar una irremisible subida del paro. ¿Todavía alguien lo duda? Además, su idea fuerza, la derogación de la reforma laboral del PP, va a perjudicar directamente al 80% de los trabajadores autónomos. ¿Creen ustedes que tiene visos de ser apoyada en la calle?

Eso sí, en las poco más de 50 páginas se repite mucho la palabra subvención, que es la clase de carnaza que le gusta a la gente que el PSOE dice que les ha dado el mandato de crear Gobierno. Al final, otro programa que se queda en agua de borrajas, porque ¿quién está en contra de la paz y de que se acabe el hambre en el mundo?

Poca concreción en unas propuestas que habría que haber discutido y negociado después de tener garantizada la formación de Gobierno. Lamentable pérdida de tiempo mientras los hipotéticos socios del PSOE siguen hablando de referéndum de autodeterminación y de acercamiento de presos. ¿En estas estamos todavía?