www.elimparcial.es
ic_facebookic_twitteric_google

TRIBUNA

El peligro del populismo alemán

miércoles 04 de mayo de 2016, 20:08h

Alternativa para Alemania (AfD) se ha convertido en una opción política peligrosa al radicalizar sus planteamientos como caldo de cultivo para sus simpatizantes. No solo defiende una Alemania fuera del euro o una unión monetaria exclusiva para el norte de Europa, que deja fuera a países como Francia o España, sino que además sostiene el postulado de que la Unión Europea constituye un proyecto obsoleto en términos políticos y por ello anhela el regreso a la antigua Comunidad Económica Europea.

El hecho de que además invoque la vuelta a los valores tradicionales familiares en sí mismo podría no parecer malo pero sí el hecho de que no reconozca la discriminación que ha sufrido la mujer durante siglos y, en consecuencia, absurdamente se oponga a las políticas de acción afirmativa o discriminación inversa. Cuando se defienden políticas de cuotas para mujeres no es precisamente por hacer de menos a los hombres sino para paliar los desequilibrios que socialmente han apartado a las mujeres de los puestos de poder o de representación política durante demasiado tiempo, disminuyendo sus derechos más básicos y dejándolas en una situación de indefensión absoluta.

Estamos ante un partido que se alimenta de los radicalismos y del drama de muchos ciudadanos que viven la crisis de la Unión Europea en primera persona al encontrarse a la deriva vital por falta de trabajo, hogar, sanidad, alimentos, etc. Se juega desde las filas de esta formación política a convencer desde el discurso del odio, lo que ya sabemos no ha traído más que desgracias y sinsabores a lo largo de la historia.

Resulta por ello imprescindible que no se caiga en la tentación de poner el destino de un país en manos de los que prodigan el resentimiento y separan a la población desde programas que alientan el ataque a religiones como el islam, de la que dicen “que no pertenece a Alemania”, a pesar de que cuatro millones de alemanes la profesen en la actualidad. Su afán de prohibir la construcción de minaretes o la llamada a la oración de los muecines u otros símbolos de la religión de Mahoma solo se explica desde el deseo de encontrar acomodo entre los que de forma poco reflexiva identifican terrorismo con islam. Con razón, los representantes de los partidos mayoritarios en Alemania han invertido los argumentos de los líderes de AfD, enfatizando que no es el Islam el que choca con la Constitución alemana, sino que es el propio partido (AfD) el que es incompatible con principios básicos de la democracia como la libertad de religión o culto. Hay que aplaudir por ello a los que estos días han recordado que la libertad religiosa está protegida por la Constitución alemana. Tras los atentados islamistas contra la revista Charlie Hebdo en enero de 2015, la canciller Angela Merkel tuvo el coraje de salir en defensa de la convivencia y tolerancia religiosa, suscribiendo la frase de que “el Islam es parte de Alemania”, aún a sabiendas de que con ello provocaba profundamente a los sectores más radicales de su partido, la CDU, y, en consecuencia, abría un profundo debate interno.

Me pregunto por la osadía de los miembros de la AfD: ¿quiénes son ellos para determinar lo que es la identidad, el núcleo duro de valores constitucional de un país, haciendo las veces del Tribunal Constitucional Federal Alemán? Definitivamente, resulta ser una fracción política alejada de la realidad constitucional, institucional y hasta social cuando, en este último caso, se oponen a las medidas medioambientales contra el cambio climático considerándolas, para sorpresa de muchos, un mero capricho o pura propaganda política.

Que los líderes de AfD se aproximen a formaciones ultraderechistas europeas, como el francés Frente Nacional (FN) o el holandés Partido por la Libertad, nos ha de invitar a todos a la reflexión pero siempre como trampolín para la acción ciudadana. No podemos permanecer impasibles ante el surgimiento de partidos populistas como AfD, que habiendo nacido en 2013 ha conseguido instalarse en el Parlamento Europeo y en ocho de los 16 Estados federados con un incremento de votantes importante en las elecciones regionales de marzo en Alemania. Tengamos en cuenta que algunas encuestas lo sitúan ya como tercera fuerza política del país. No hay duda de que la crisis de los refugiados les ha venido como anillo al dedo en ese ascenso de votos, al posicionarlos en el Parlamento Europeo con fuerzas euroescépticas y contra inmigración como el FN.

AfD se presenta como un cocktail ideológico compuesto por conservadores tradicionales, ultraderechistas, ultraliberales, defensores de la salida de Alemania de la OTAN, simpatizantes del régimen ruso de Putin, etc. Queda claro que lo que les une a todos es la actitud revanchista frente a la política mantenida por Angela Merkel desde su posición de centro.

El 4 de mayo se conmemora el Día del Holocausto y por ello seis supervivientes encenderán seis antorchas para recordar a los seis millones de judíos asesinados por la maquinaria nazi en el Museo del Holocausto Yad Vashem de Jerusalén. Junto a ellos no podemos olvidar tampoco a los cinco millones de gitanos, discapacitados y miembros de otros grupos étnicos y sociales que también fueron sistemáticamente exterminados. Urge recordar que detrás de la maquinaria nazi se encontraban no monstruos sino seres humanos, que haciendo gala de la “banalidad del mal”, como advirtiera Hannah Arendt, amenazaban e instaban al pueblo a que ser judío, gitano, homosexual, discapacitado, etc. era sinónimo de peligro de muerte. Los ciudadanos europeos tenemos la obligación de no olvidar a lo que llevó el populismo político en épocas pasadas y apostar por ello por los partidos que llevan como bandera el color del bien.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (11)    No(0)

+
0 comentarios