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TRIBUNA

La nueva Dama de Hierro

miércoles 13 de julio de 2016, 20:12h

En los últimos días hemos asistido a una batalla por el relevo de David Cameron entre las filas de los tory. Andrea Leadsom, la secretaria de Energía, muy a su pesar, ha terminado cediendo el puesto de liderazgo a Theresa May, quien había defendido durante el periodo de campaña electoral del Brexit la permanencia de Reino Unido en la UE, lo que precisamente utilizó la primera como argumento para deslegitimarla. El gran fallo de Leadsom fue alegar que el hecho de que ella fuera madre y no lo fuera May la ponía en una situación preferente para ejercer el puesto de primera ministra. Estas desafortunadas declaraciones recogidas en una entrevista en The Times provocaron el efecto opuesto al deseado para Leadsom, puesto que comentarios tan bajos y tan sexistas no consiguieron más que animar a los tories a apostar con decisión por May.

Tras la dimisión de David Cameron, May se convertirá en la segunda mujer primera ministra de Reino Unido, después de que Margaret Thatcher dirigiera el gobierno desde 1979 hasta 1990.

Estamos ante una mujer con gran experiencia puesto que ha venido desempeñando el puesto de ministra del Interior desde 2010 y de Mujer e Igualdad hasta 2012. No sorprende por ello que no dejara que sembraran las dudas sobre su liderazgo, resaltando en su primer discurso que iba a tratar de que el Brexit fuera exitoso y de que no había marcha atrás en el proceso de salida de Reino Unido de la UE. Al mismo tiempo, como buena gestora que es, ha sido también clara al afirmar que no activaría el Artículo 50 del Tratado de la Unión Europea, necesario para iniciar el proceso de ruptura de la UE, antes de finales de año, con el fin de abordar con la máxima calma la posición de Reino Unido en las futuras negociaciones.

May tendrá que ser cauta a la hora de sentar las bases de la ruptura, sin poder ignorar las tensiones internas existentes por toda la geografía de su país y el efecto contagio que puede provocar el proceso en otros países. Así, por ejemplo, un 54% de los holandeses se decanta por un Nexit, lo que de forma deliberadamente oportunista ha sido utilizado por el líder xenófobo Geert Wilders de cara a hacer campaña por la ruptura de Holanda con la UE en las próximas elecciones generales previstas para el 15 de marzo de 2017. Afortunadamente, según las encuestas, a día de hoy solo un 48% de los holandeses apuesta por dejar la UE, conscientes de que Alemania es su socio comercial más importante y de que Holanda no se puede asemejar en nada a Reino Unido.

La nueva Dama de Hierro tendrá también que lidiar con Escocia que, en su mayoría proeuropea, se plantea convocar un nuevo referéndum de independencia para poderse unir posteriormente a la UE. De la misma manera tendrá que tomar postura sobre la urgente necesidad de que se garantice el actual estatus a los tres millones de inmigrantes europeos que se encuentran en Reino Unido. La lucha contra el terrorismo y la reforma de la inmigración han sido en el pasado las prioridades de May en su agenda política y es previsible que ambos aspectos articulen el núcleo de su liderazgo.

Ya en 2002 se convirtió en la primera presidenta del grupo de los conservadores y es recordada porque advirtió a los “tories” de que se les consideraba miembros de un “partido asqueroso”, debido a su intolerancia con las minorías. El tema de los derechos de las minorías debería ser una cuestión clave, a partir de ahora, para lograr la verdadera integración de los diferentes grupos que alberga Reino Unido y que no se sienten en pie de igualdad con los nacionales del país. La Unión Europea presionaba para que estas deficiencias se corrigieran y ahora queda por ver, de forma paradójica, si Reino Unido será capaz de defender los valores europeos tras salirse de la organización.

Como recuerda la ensayista norteamericana E. Scarry, nos encontramos con dos posiciones: por un lado, están los que apuestan por un marco de generosidad cosmopolita que confía a la población la misión de “imaginar”, espontánea y generosamente, a otras personas, y de hacerlo usualmente; por otro lado, están los que intentan resolver el problema de la “alteridad” humana mediante el diseño constitucional: pretenden eliminar de manera radical la intrínsecamente desfavorable posición estructural de “extranjeridad”. Desde mi punto de vista, necesitamos de las dos perspectivas para resolver el problema que afecta a tantas personas en nuestro continente europeo y, por tanto, no hay que considerar que son ambas excluyentes sino, más bien al contrario, perspectivas complementarias.

En Europa hace falta una mayor dosis de solidaridad pero también de tolerancia. Esperemos que durante el mandato de May crezcan estos dos valores en Reino Unido, a sabiendas de que no se puede crecer como país desde la mera autosuficiencia. Todos necesitamos de todos tanto a nivel individual como grupal. El pensamiento, conducta o cultura que se tolera, aunque diferentes al propio, pueden ayudarnos a descubrir y eliminar los “prejuicios culturales” y las ideas erróneas y servir de complemento y mejora de nuestro particular punto de vista. La ventaja principal de defender los valores de la tolerancia y la solidaridad en Reino Unido es que desde esa base se puede promover la conquista de una vida más libre e igual.

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