En efecto, México se debatirá en un año en las elecciones presidenciales que más que competitivas, serán unas donde estarán en juego dos posicionamientos entrecruzados: 1) Echar urgentemente al PRI de la presidencia por inepto y corrupto, redundante en su pésimo desempeño al regresar al gobierno luego de 12 años de ausencia y 2) saber si las opciones opositoras serán capaces de construir una candidatura atractiva para los electores, superando el cerco y el golpeteo político priista que les propinará con sus corruptelas, intentando impedir su avance.
Porque con un ejecutivo como el priista Peña Nieto que alcanzó ya solo el 12% de popularidad y un hartazgo por el PRI, sinónimo de corrupción desmedida e impunidad, junto con la muestra fehaciente de que cuenta con el mayor número de militantes perseguidos por Interpol, la clave opositora radicará en exhibirlo y casar su mal desempeño con la crisis económica a la que nos ha conducido el PRI con decisiones erráticas. Es apremiante que la oposición exhiba al PRI en la materia más débil que lo define ahora mismo: la económica. Si lo consigue, lo echará de la presidencia. Y nos queda claro: la clase política priista no quiere cambiar. Ayudémosla.
Partamos de hechos verdaderos y puntuales: el priista Peña Nieto conforma un gobierno tan nauseabundamente corrupto, que por eso en 2016 y 2017 los electores han ido echando al PRI de muchos puestos de elección popular. A su baja aprobación –la más baja recordada para presidente alguno– ha respondido de la manera más torpe que se le pudo ocurrir: no trabaja para su popularidad. A tanta soberbia y carencia de liderazgo, tratando de justificar sus errores mayúsculos demostrados en el ejercicio del poder público, remachó a inicios de este año en su mensaje al país preguntando a la Nación,: “¿Ustedes qué hubieran hecho?”. “Yo, meterte a la cárcel”, expresé. Así, el priista echó por los suelos el escasísimo liderazgo que pudo haberle quedado tras de años de tropelías, errores y mentecateces que han cometido él y el PRI en el gobierno con sus subalternos inmediatos. Suma de pifias, dejó en claro una realidad cada vez más palpable y elocuente y que los ciudadanos tienen muy clara: el PRI no es opción en las presidenciales de 2018. Los priistas han de agradecérselo a Peña Nieto.
Su Partido, el PRI perdió un millón de votos de golpe de una elección a otra para elegir gobierno en la provincia Estado de México, una entidad pequeña, cuna de Peña Nieto. El PRI desaseadamente, fue incapaz de conseguir ya no digamos una mayoría suficientemente legitimada en las urnas, sino de convencer a electores hartos del PRI. Mostró que en 2018 piensa ejercer su más sucio juego para retener el poder. Es lo normal en un partido que mira a México cual de su propiedad, frente a una sociedad cada vez más dispuesta después de todo, a no permitirlo. No sabe usted cómo le jode decir esto a los analistas corifeos del PRI. Por eso lo repito, para remarcarlo.
En la premisa de que la izquierda no ha gobernado y construirá una candidatura poderosa en manos de Andrés Manuel López Obrador, es creíble que puede ser un afluente, pero es cierto que requerirá atenuar discursos, deslindarse de Venezuela y ser más incluyente. Se antoja complejo pero no imposible. Dependerá de sus capacidades para dejar claro que puede construir un gobierno diferente al actual y para mejor, que ese será su reto. Como lo será para toda la oposición superar la capacidad corruptiva del PRI, más fuerte que el número de sus electores reales o potenciales. Por eso mucho ayudará la movilización a votar efectivo y que la gente acabe hartándose de la mala gestión económica priista, pero necesita que la hagan ver a los electores. El PRI ha entrampado la economía por sus propias malas decisiones. Ha vendido los recursos naturales del país, ha endeudado a México a niveles peligrosos como en los años dorados de impunidad antes de ser echado del gobierno en el año 2000 y ha desbocado la inflación, el tipo de cambio peso-dólar y comprometido para mal el nivel de desempleo, mientras que los empleos creados son precarios y con leyes laborales empobrecedoras de la clase trabajadora. El PRI va mal.
Así, consiguiendo que el electorado identifique al responsable principal y único de la mala situación económica provocada por Peña Nieto en su mala gestión y al PRI como el partido que encabeza el gobierno de la República en solitario, avanzará la oposición más fácilmente, porque el PRI gobernando (fatal) es el único responsable de las malas decisiones que legalmente le compete tomar en solitario, sin poder repartir culpas ni políticas ni jurídicas (ya no digamos internacionales, tan de su gusto) para evadirse.
Ahora bien, luego queda claro en tres encuestas encargadas por la presidencia de México que arrojan que el PRI perderá las presidenciales de 2018. Eso sucederá si las cosas van como hasta ahora, pero si las oposiciones no crean una candidatura interesante captadora del voto y no consigue dibujar un gobierno alternativo, será más complicado. Ya ha gobernado, no es difícil imaginar un gobierno de México no priista, pero hay que trabajar su consolidación como idea aplicable, exhibiendo al PRI.
Y sí, todo está dado para que el PRI pierda, por lo que hay que trabajar el tema ideológico: La izquierda denuncia una gran verdad: El neoliberalismo pudo dar estabilidad, pero a un elevado costo de empobrecimiento generalizado e inocultable con una clase política simplista, corrupta, priista, solo beneficiaria de sus propias decisiones, amparada sobretodo y ante todo, con el PRI. Al PRI le fastidia esta denuncia y responde que si triunfa será la debacle y nos volveremos Venezuela.
La esquizofrénica e irresponsable postura priista no hay por dónde cogerla por irreal. Ni López Obrador es un chófer de escuela al que Chávez encargó la presidencia, tomando malas decisiones que lo han entrampado, ni el priismo es la Madre Teresa, impoluto y capaz. Porque la pobredumbre priista lo delata y lo priista no es necesariamente solo lo bueno ni lo acertado y las pruebas abundan. Mientras el país se precipita en la violencia, el PRI arruina la economía y el narco avanza, el priista Peña Nieto airado responde mostrando una incapacidad alarmante y alienado, diciendo frases inconexas como: “la crisis está en sus mentes”, “ya sé que no aplauden” o que “lo bueno casi no se cuenta, pero cuenta mucho”. Así de grave y extraviado va el priista Peña Nieto, un monumento a la frivolidad y a la corrupción, mientras México se vuelve el país más peligroso del mundo para ejercer el periodismo con una complicidad de las autoridades vergonzosa. Recién los reporteros que cubren la presidencia se lo echaron en cara a Peña Nieto.
En resumen: la cuestión será si ante una izquierda defenestrada por sus erradas decisiones y por los embates priistas y un priismo que no es opción en 2018 ante su desastroso sexenio actual, pudiera surgir una tercera opción interesante que aglutine un proyecto de país que no puede conservar la continuidad priista y los errores recientes, mientras mantiene el orden y control de la economía que arruinó el PRI. El desafío es enorme y el tiempo corre. La urgencia para construir candidaturas, apremia. El proceso es delicado y complejo, en tanto los mexicanos tienen clara una cosa innegable: al PRI solo resta decirle: ¡qué manera de hacerle perder el tiempo a los mexicanos! Por eso el PRI no es opción en las presidenciales de 2018.