En noviembre de 1976 se presentó en Barcelona Casi unas memorias, libro póstumo de Dionisio Ridruejo, (Burgo de Osma, 1912). Dionisio murió en junio de 1975, y en su ausencia asistió su viuda, Gloria Ros, y el editor, José Manuel Lara quien alegó que la repentina muerte del autor -en junio de 1975- no había impedido que gracias a su viuda y a un grupo de amigos del escritor, se pudiera reunir el voluminoso material que Dionisio Ridruejo había escrito para tal fin.
Han pasado cuarenta y un años desde aquella presentación, y Casi unas memorias ha sido reeditado en varias ocasiones, acreditando así el interés que siguen despertando su testimonio, su vivencia y sus recuerdos, hasta el extremo de ser considerado un referente de la decepción que el régimen de Franco produjo en quienes creyeron en él en un principio y hasta qué punto su exclusiva visión personalista significó una adulteración en las ilusiones de muchos falangistas.
Después de aquella primera edición en 1976, el libro fue rehecho, reordenado y completado en 2007 por Jordi Amat. Y ha vuelto a ser publicado ahora en 2017 por el propio Jordi Amat, que ha realizado una muy inteligente aportación en cada ocasión de nuevos testimonios, y es, sin duda, uno de los libros clave de la reciente historia política de la España contemporánea. El editor confiesa en la página 7: “He rehecho y reordenado el libro desde dentro para presentar, al desnudo, al Dionisio Ridruejo memorialista”. Y lo ha conseguido porque los textos seleccionados fueron escritos, “cuando su autor había consolidado su madurez, tanto literaria como ideológica”.
También en el prólogo Jordi Amat recoge que el editor Lara había firmado un contrato con Ridruejo de dos millones de pesetas por estas Casi unas memorias, cuando se produjo la muerte de Ridruejo, de forma que su viuda, Gloria Ros -espléndida traductora de El quadern gris de Josep Pla-, y algún otro colaborador recopilaron cartas, fragmentos de diarios, entrevistas, y sobre todo un buen número de los artículos que Ridruejo escribió en la inolvidable revista Destino, refugio entonces tanto de lectores ávidos de ilustración como de autores sin acomodo en la España oficial.
Amat ha añadido en esta edición sesenta y ocho artículos de Destino, incorporando una pieza biográfica que Ridruejo escribió en 1961, para la redacción de Escrito en España. En apéndice documental, se incluyen las declaraciones a la revista cubana Bohemia, que le costó la cárcel por segunda vez, y la carta escrita a Serrano Suñer en 1942 (páginas 558-563), pieza básica para entender su evolución política y moral y que le llevó al confinamiento. Se enriquece el libro con una muy cuidada selección de retratos de personajes como Machado, Pla, Baroja Azorín, Agustín de Foxá, escritos con gran agudeza.
Quienes se acerquen por vez primera a estas páginas encontrarán el testimonio de la revisión y autocritica más solvente de cuantas se han escrito, de quienes creyeron que la victoria en la Guerra Civil española no era el principio de un régimen personalista y dictatorial sino el comienzo de una ideológica liberación de la esclavitud comunista. En sus más de seiscientas páginas, escritas con una prosa precisa y a la vez rica en la descripción de ambientes y en el retrato de personajes, Ridruejo explica las razones de su inicial adscripción al falangismo utópico y, por supuesto, las de su posterior disidencia del régimen, que queda acreditada en el relato de sus entrevistas personales con el dictador para expresarle su criterio político.
Esos jóvenes nuevos lectores descubrirán que la vocación y la pasión política de Ridruejo ocultaron durante un tiempo su gran condición de escritor y poeta, y que en los años sesenta y setenta un buen número de jóvenes estudiantes -Javier Pradera, Enrique Múgica, Fernando Sánchez Dragó, entre otros-, ansiosos de cambiar el país sintieron fascinación por la figura de Dionisio Ridruejo, al que convirtieron en un referente político de la acción y en un ejemplo de integridad moral por renunciar a la prebenda en defensa de sus ideas.
En Casi unas memorias emerge la figura de Ridruejo, cuya peripecia vital comienza en Burgo de Osma, en 1912, ciudad con poso histórico de la gran Castilla, con sede episcopal e imponente catedral, que se distingue desde cualquier perspectiva. En 1933 Ridruejo ingresó en Falange Española con sus dos hermanas y dos años después fue su amigo Agustín de Foxá, quien le llevó a conocer al joven José Antonio Primo de Rivera, que le dejó impresionado por su personalidad.
Sobre él opina Ridruejo: “Era un hombre sugestivo, inteligente, de gran elegancia dialéctica, gallardía y segura honradez personal, que a estas gracias añadía la de un punto de timidez delicada y deferente, enormemente atractiva [...]. Nunca he dejado ni dejaré de sentir por la figura de José Antonio el gran respeto y el vivo afecto que me inspiró entonces, aunque muchos de sus de sus pensamientos me parezcan hoy inmaduros y otros contradictorios y equivocados”.
Con él inició la aventura de la política activa en Segovia y Valladolid, dedicado a la propaganda falangista. Después de la Guerra Civil se atrevió a combatir al comunismo ruso, esta vez en su terreno, como soldado de la División Azul. Ya en la paz y al regreso de Rusia publicó su primer libro de poesía, Plural, y fue nombrado jefe nacional de Propaganda, experiencia que duró poco tiempo pues dimitió en 1942, recién cumplidos los 30 años, alegando que la Guerra Civil había desembocado en un fraude y acusando a Franco de servirse a sí mismo más que al país.
En plena dictadura, fue recibido en audiencia en 1947 por el mismo Franco, al que expuso sus ideas respecto a la situación del régimen y a la necesidad de que evolucionara a fórmulas homologables con las democracias occidentales, argumentos que fueron oídos sin el menor atisbo de comprensión. Ridruejo abandonó el correaje y la camisa azul, para pedir democracia, y fue capaz de prescindir del “confortable” rédito de la victoria y de la camaradería falangista, sin importarle la sordidez del confinamiento y el destierro en Ronda y en Cataluña, la incomodidad de solicitar ayuda económica para sobrevivir.
Desde entonces se situó en la disidencia y para su íntima satisfacción muchas de sus opiniones y soluciones a la salida del régimen, fueron pautas que se llevarían a cabo en la Transición, meses después de su muerte. Dionisio Ridruejo fue todo un ejemplo de coherencia y de riqueza moral.