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MEMORIAS

Luisa Carnés: De Barcelona a la Bretaña francesa

domingo 21 de enero de 2018, 16:59h
Luisa Carnés: De Barcelona a la Bretaña francesa

Edición de Antonio Plaza Plaza. Renacimiento. Sevilla, 2017. 328 páginas. 19,90 €.

Por Inmaculada Lergo Martín

«Nadie quiere a los hijos de otro. En España es donde debemos estar», dice Luisa Carnés por boca de María, protagonista de uno de los relatos incluidos en el volumen De Barcelona a la Bretaña francesa [memorias], nuevo título de la colección «Biblioteca del exilio» de la editorial Renacimiento. Carnés, escritora (entre otros títulos, Peregrinos de Calvario, 1928; Natacha, 1930; Tea Rooms, 1934) y periodista (en cabeceras como Mundo Obrero, Frente Rojo, Ahora, Estampa, La Voz, Verdad…) de formación autodidacta, había nacido en 1905 en una familia numerosa y de recursos limitados, por lo que también hubo de trabajar desde muy temprano en diversos oficios. Tras la victoria del Frente Popular en las elecciones de 1936, se vinculó al PCE y colaboró de forma activa en tareas de propaganda política de apoyo al Partido y a la República. Madrileña, a principios de 1939 la autora se encontraba en Barcelona; y desde allí habría de salir del país, junto con otros muchos, a lo que sería un exilio sin retorno, pues murió en México en 1964. Actualmente, Carnés empieza a ser reconocida gracias a la reedición de algunas de sus obras, siendo Antonio Plaza -que hace el estudio introductorio- su más destacado estudioso.

El primer relato, que lleva el título del libro y el subtítulo de «Episodios de heroísmo y martirio de la evacuación española», fue redactado en Francia y México entre abril y septiembre de 1939. Tiene el carácter de una crónica autobiográfica en la que Luisa Carnes, en primera persona, va narrando esos duros días de principios de 1939 en los que, ante la inminente llegada de las tropas franquistas a la Ciudad Condal -una de los pocas aún no ocupadas-, tuvo que huir a través de los Pirineos, junto a un grupo de compañeras, niños y soldados heridos, a Francia, donde fueron «acogidos» en campos de concentración. La intención no es tanto literaria como, según cree que es su cometido, testimonial («mi pluma, como la de la mayoría de los escritores, ha defendido la legalidad republicana, ha exaltado el heroísmo inagotable del pueblo español: ha cumplido con su deber»), de ahí que fuerce a veces el hilo narrativo para hacer defensa en favor de España y del heroísmo del pueblo español («adelgazada por las privaciones y por las duras jornadas de trabajo intensivo […] era el símbolo abnegado de la mujer de España, que todo lo ha ofrecido a la causa de la libertad de su pueblo invadido»); y apología de la República -citando la creación de escuelas, la lucha contra el analfabetismo, los institutos obreros, así como el desarrollo de editoriales y escritores, becas, pensiones, etc.-. Se detiene también a encomiar la labor de las mujeres, su fuerza, su carácter, su importancia en el conflicto: «Ya hay mujeres en todas partes: en los cuarteles, para la carga y descarga de camiones, para cornetas, para los trabajos de recuperación de materiales, en los surtidores de gasolina, en el transporte, en los servicios sanitarios, en los restaurantes, en la Administración del Estado… Y cada una de ellas quisiera ser dos para el trabajo».

El dolor del exiliado está siempre presente («España. Y este calor sofocante del pecho y las mejillas. ¡España! Me ahoga un sollozo. Escondo el rostro entre mis manos»), un dolor que lo es también por ese futuro que ve truncado; y rabia por tanto sacrificio que resultó inútil («¡Y los alientos de tus hijos estrangulados en su curso libre hacia el progreso!»). Y, sobre todo, indignación por el trato que reciben «todos estos hombres de hierro, que para el pueblo español lo son todo», «sin consideración, a veces, con brutalidad y, en todo caso, con desprecio», por parte de las autoridades francesas.

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