El priista secretario de Turismo de México, Enrique de la Madrid Cordero, embrollado siempre con las cifras de turistas que acuden a México, pues no le cuadra el número –ya que revuelve conceptos tales como acceso o movilidad– se aventó la puntada (para mí, irresponsable) de decir que en algunas zonas turísticas –una extensión indefinida de una denominación muy vaga– se autorice el consumo de marihuana (o mariguana, como usted guste), para aminorar el impacto de la violencia del narco, menguando así su negocio de momento, ilegal.
Sí, suena llamativo para los despistados, tanto como iluso e inaplicable, si lo miramos con un poco de sensatez y reflexión necesarias. Y sí, los despistados se han entusiasmado sin mirar los incómodos detalles.
No es casualidad semejante declaración a bote pronto. No es un secreto que al PRI con Peña Nieto al frente, se le fue la seguridad pública de las manos. Y en un descuido, la nacional. 2017 es el año más violento de nuestra historia y el gobierno del PRI no atina a atenderlo. Fracasó. Sencillamente evade y se niega a reconocer su fracaso rotundo, pues hacerlo implicaría admitir que se trabajó improvisando y por inercia ante el crimen organizado que le ha ganado la batalla; y que carece de planes de combate estructurados ante tal. ¿Qué hacer? Pues…proponer sandeces. De la Madrid ejemplifica el mal gobierno al que pertenece.
Con su declaración, el sujeto se ha cargado décadas de esfuerzo combatiendo al narco y aguantando las presiones para hacerlo de parte del primer consumidor, Estados Unidos, en su doble juego perverso de emprender el negociazo de vender armas legales para su supuesto combate, introducir las armas ilegales, de consumir drogas como mercado atrayente e impulsor de la ilegalidad, al tiempo que legaliza su consumo, mientras sus cárteles operan campantes en su propio territorio. Todo ello con nimios esfuerzos a su combate interior y muy importante: con su campaña burda e infantil de que la cosa va de menudeo y de vendedores solo negros e hispanos, mientras cuenta con más de 55 millones de drogadictos que revelan una sociedad con severos conflictos y putrefactos valores que propician todo esto. Y no pierde la oportunidad de presionar a terceros países.
El priista De la Madrid, con la cortedad de su propuesta –similar a la visión irresponsable de su partido– desestima el pingüe combate antidrogas estadounidense como lo que ha sido por añadidura: una medida de control político sobre los países de la región en el discurso idiota de acusar a los productores, en tanto niega su corresponsabilidad de consumidor. Y encima tachándolos de países malos repletos de “bad hombres”, como afirmó el cretino de Trump. Porque siempre ha sido cómodo culpar a México de que sea su país un drogadicto irredento. Pero el secretario mexicano nada más aventó el buscapiés. Fue una irresponsabilidad mayúscula y una propuesta enteramente desarticulada. La violencia ha alcanzado a las zonas turísticas, desmintiendo el discurso oficial del PRI y del secretario, de que estaban a salvo y con la cual discrimina la prestación de la seguridad a allí solo donde se cubra la buena imagen del país. Es que hay que decirlo: gracias a que no se controló y combatió la violencia y sus causas, el crimen organizado ya pone en alto riesgo una fuente importante de ingresos para México, que está ya en entredicho: el turismo. Por eso claudica De la Madrid.
Y no olvidemos que ese comentario que desconocemos si prosperará o no, lo formula un secretario saliente, que irresponsable deja el problema a sus sucesores. Al final no resultó tan brillante el tipo como lo describen sus corifeos.
Por supuesto que de inmediato salieron las voces que aplauden la medida, porque es deslumbrante antes que sensata, que insisten en que la yerba no causa degeneraciones. Será que yo he tenido muy mala suerte. Solo he conocido marihuanos con rostro enfermo, gente que no hila dos ideas y con su voz cascada, lenta, barrida, que se expresa arrastrando las palabras, pues se nota la degeneración con el paso del tiempo. No, no he conocido gente sana, jovial, que dé de brincos dando cabriolas. No me creo que no sea yerba degenerativa, como que es una droga eficaz en medicina. Invitar a su consumo no es invitar a consumir chocolatitos. No nos equivoquemos. Y que legalizarla disminuya la violencia, está por verse y es solo una hipótesis no comprobada.
Podría uno aplaudir al funcionario mexicano y apelar a que sí, que se acaba la escalada de violencia legalizando la marihuana y que la marihuana no es mala (los argumentos a favor de su uso medicinal justificarán su empleo recreativo) y que ya es hora de hacerlo porque sino, aducen, perderemos competitividad frente a Estados Unidos, que ya la legaliza y comercializa, con control dicen los que lo aplauden; un control que debemos de aprenderle como tantas cosas más a ese país. Es que si allá se tiran del quinto piso hay que hacerlo nosotros, pues porque hay que emular, usted sabe. Y eso de que perderemos competitividad turística me suena al tema de los casinos, a ponerlos para ser competitivos, como si desarticulados de una política turística integral ausente, trajeran dinero per se, tal y como nos prometen que legalizar la marihuana nos traerá la paz. ¿Legalizarla? Sí, con permisos de valor estratosférico que solo pagarán para sí los funcionarios que se los adjudiquen, siendo los beneficiarios. Y sin garantía de nada a la gente.
Ya le digo, yo no secundo la propuesta, no me agrada. ¿Por qué sin más ha de optarse por su legalización? ¿sin reconocer el fracaso de su combate? No me parece, entonces. A mayor abundamiento y para abonar a la frivolidad, el alcalde de Ciudad de México responde diciendo que hay que abrir un debate serio. El señor Mancera olvida a conveniencia, que el debate se efectúa desde hace años en los ámbitos académico, médico y político. Quizás lo que quiera decir es que solo le acomoda uno donde los reflectores sean suyos, cual su costumbre, y descalifica todos los esfuerzos emprendidos. Y eso que la corrupción habla inglés.
Yo no sé cómo terminará el tema de las drogas, mientras Trump condena a la región diciendo que no hace el esfuerzo suficiente para combatir la producción, cuando sabemos del mínimo que efectúa para combatir el consumo, y sin reconocer que el problema es compartido por ser el suyo un mercado consumidor atrayente. Sí sé que México ha puesto los muertos más que Estados Unidos.
Y todo esto me lleva a pensar en la afamada tonadilla La Cucaracha, esa popular cancioncilla extraída del romancero español, que pasó a México identificándolo, acaso hace dos centurias, en algún momento no dilucidado y que se popularizó tal vez luego de un siglo –durante la Revolución Mexicana, para cuando ya era una pieza vieja– que reza diciendo que el blatodeo ya no pudo caminar al carecer de marihuana que fumar. Que la fumara tal parece que entusiasma para pedir que sea extensiva al que más. Por mí que la recluyan en un centro de desintoxicación. ¿Qué sigue pedir? ¿Qué Luis Miguel cante el bolero Amapola, inmortalizado por Los Panchos, que ha evadido siempre incluir en su repertorio, pues no sea que lo tilden de ve tú a saber qué…?. Es que estamos de un sensible que no es gratuito. Y encima el secretario está de chunga, de coña, y nos sale con sus marihuanadas.