Sabido es que Karl Marx (Tréveris, Prusia occidental, 1818-Londres, 1883) e Isaiah Berlin (Riga, Letonia, 1909-Oxford, 1997) son dos figuras marcadamente antagónicas. El creador del marxismo y el gran pensador liberal defienden dos modelos de hombre y de sociedad que en un sentido absolutamente estricto y ortodoxo son irreconciliables. De ahí que este acercamiento biográfico e intelectual del segundo al primero resulte especialmente sugerente y pleno de interés. Máxime cuando es inevitable la pregunta que se hace Mario Vargas Llosa, quien descubrió a Berlin precisamente por esta obra sobre Marx y en su último libro, La llamada de la tribu, le señala como uno de sus maestros: “¿Cómo era posible que un partidario insobornable del sistema democrático, tan hostil a toda forma de colectivismo, escribiera uno de los más honestos y penetrantes estudios sobre Marx?”
Isaiah Berlin escribió Karl Marx en 1939, y este fue su primer libro. Con treinta años, Berlin había logrado ser reconocido en Oxford y Londres como un más que prometedor filósofo joven y brillantísimo conversador. La aparición de su trabajo sobre el autor, junto Friedrich Engels, del Manifiesto comunista puso de manifiesto que esa brillantez quedaba patente también a través de la pluma. Y que su Karl Marx era el comienzo de una obra poderosa e influyente en el ámbito de la historia y teoría de las ideas.
Ahora, al cumplirse en 2018 el bicentenario del nacimiento de Karl Marx la editorial Alianza nos brinda oportunamente una edición revisada y actualizada, que incluye un prefacio de su editor, un magnífico prólogo del profesor e historiador del pensamiento político Alan Ryan, y un postfacio del profesor de teoría política Terrell Carver.
El paso del tiempo no ha hecho perder vigencia al trabajo de Berlin, que alcanzó sucesivas ediciones, y convertido hoy en un clásico. Uno de sus méritos, y no el único, es explicar en lenguaje riguroso pero comprensible a los profanos la teoría marxista. Esta suerte de deconstrucción hace posible que se vean las contradicciones de esta doctrina, sin necesidad de ataques burdos ni furibundos, sino a través de finos análisis. Bien dice, volviendo a Vargas Llosa, que el ensayo de Berlin es “tan claro, limpio de prejuicios y sugestivo que pasé buen tiempo tratando de encontrar otros libros de su autor”.