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NOVELA

Ben Pastor: Los pequeños incendios

domingo 19 de agosto de 2018, 18:26h
Ben Pastor: Los pequeños incendios

Traducción de Pilar de Vicente Servio. Alianza. Madrid, 2018. 480 páginas. 19,50 €. Libro electrónico: 13,99 €.

Por Cora Cuenca Navarrete

Se ha escrito y producido tanto sobre el pasado siglo y los conflictos que tan terriblemente lo sacudieron que ha alcanzado el estatus de artefacto sociocultural, de masa multiforme que es moldeada a su antojo por los creadores de contenido.

A veces recibimos la información desde la perspectiva de los “vencedores y los perdedores”, y otras se nos intenta hacer comprender los antecedentes y los motivos que arrastraron a la Humanidad al desastre. Ahora, gracias al tiempo, que nos va alejando de estos dolorosos acontecimientos, y al ingente volumen de investigaciones que se han fraguado en el ámbito académico, van surgiendo cada vez más hombres y mujeres que, de forma menos pretenciosa, optan por emplear el contexto temporal como un mero decorado, un elemento más de la trama, y no el protagonista absoluto. Los autores se posicionan en contra de la barbarie que imperó entonces, pero no necesitan ya instrumentalizarla para hacer de sus escritos un producto morboso y maniqueo, sino algo más complejo y digno de ser analizado en sus diferentes planos.

En Los pequeños incendios, la italoamericana Ben Pastor (pseudónimo de María Verbena Volpi), vuelve a introducir al magnético capitán Martin Bora en la Segunda Guerra Mundial, esta vez en la Bretaña francesa ocupada de 1940. La región gris, donde el arraigado nacionalismo y el odio hacia lo francés que predominaba mucho antes de la invasión alemana hicieron que muchos bretones colaboraran con los ocupantes, constituye el escenario ideal para el desarrollo de la sórdida trama propuesta.

Un Bora más maduro, introspectivo y experimentado -y por qué no decirlo, notablemente más atractivo- que el que conocimos en la Guerra Civil española será el responsable de investigar el asesinato de una poderosa mujer, al tiempo que deberá lidiar con sus propios demonios, que van contaminando su mente y su espíritu a fuerza de acumular vivencias traumáticas. Para el capitán, la certeza que por entonces predominaba entre los alemanes de que la victoria estaba de su lado no es suficiente, y en ese afán por desenmascarar a aquellos que, como escribió la filósofa Hannah Arendt, eligen banalizar el Mal, se irá creando un sinfín de enemigos tanto en el bando contrario como en el suyo propio.

El relato estudia con gran lucidez la manera en que la guerra va deformando los lugares y a las personas, como si un artista escogiera una pintura y la reprodujese en una escala cromática varios tonos más oscura que la del original. La autora parece recordarnos la dificultad que conlleva localizar el foco del incendio cuando todo está ardiendo, así como la importancia de las pequeñas hogueras que acaban por convertirse en una fuerza que todo lo destruye. Y entre la humareda y la niebla bretona, Martin Bora deberá ir abriéndose paso en busca de la respuesta al enigma, siempre cauto y cuidando donde pisa, esforzándose por confiar en sí mismo y en los que dicen querer ayudarle. Al asesinato, que constituye el elemento coyuntural y el armazón de la novela, se le sumará la aparición de viejos conocidos (por Bora y por los lectores), pertenecientes a un pasado en absoluto lejano, para recordarle que aún quedan hilos de los que tirar para alcanzar a aquella que en tiempos de guerra se vuelve incorpórea y escurridiza: la Justicia.

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