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DESDE ULTRAMAR

Hasta nunca, Peña Nieto

Marcos Marín Amezcua
jueves 29 de noviembre de 2018, 19:44h

¡Qué cruz de sexenio! ¡Qué agobio! El priista Enrique Peña Nieto se marcha este 1 de diciembre. El 30 de noviembre a las 12 de la noche y como a la Cenicienta, se le acabará el sexenio y se convertirá así en una calabaza. Tan torpe como una. Se romperá el encanto artificioso y embustero de un sexenio priista alrevesado, sin pies ni cabeza, sin rumbo salvo por uno: un único rumbo fijo: malvender los bienes nacionales, atar a México a Estados Unidos y robar a pasto. Las tres cosas nos vulneran y nos debilitan. Lo demás es anecdótico. Cesará ¡por fin! su lema real de gobierno: no el de “mover a México” sino el que realmente fue desde el primer día: “joder a México”. Y perdón por mi francés. Fue un sexenio priista aborrecible.

Millones de mexicanos deseamos que el PRI no regrese y espero que mis conciudadanos hoy lo tengan claro después de constatar este catastrófico sexenio priista. Porque el rechazo del 76 % del electorado al PRI no puede estar equivocado.

Es que el PRI deja un país de cabeza ante su carencia de oficio político y su alarmante incapacidad de gobernar, salpimentadas de una irrefrenable corrupción sancochada de absoluta impunidad, solapada desde el gobierno Peña Nieto. Punto. Y ¿sabe? no falta el lerdo que diga: esto lo dicen por odio. Le respondo: ¡Tendrás cara! Le has de deber mucho al PRI y a Peña Nieto para sostener semejante zarandaja, siendo que has de estar muy necesitado de defenderlo. Peripatético.

El priista Peña, lo sabíamos en 2012, hoy deja al país en ruinas, peor que como lo recibió, con su crédito comprometido, la clase media abatida, una deuda externa atroz -que puede rondar entre un equivalente que va del 46 al 54% del PIB, cosa insana- una violencia desatada que se incrementó ante el fracaso de cualquier medida que haya intentado para combatirla, si es que realmente lo intentó. Así que nada hay que aplaudirle, a menos que, como nunca faltan, haya agradecidos que tengan la acuciante necesidad de hacerlo. No es mi caso, por fortuna.

Se lo escribí aquí a usted hace 6 años: “los priistas llegan voraces”. Me quedé bien corto. Ladrones y con mayúscula. Estos meses de transición en cascada aparecen noticias escalofriantes de sus corruptelas, sus desfalcos impunes a la Nación, sin hartadera en robar y en el torcer el ejercicio público y aún con uno que otro defensor despistado que se niega a reconocer que el 1 de julio el 76% de los electores le dieron la espalda al PRI por tenerlo claro: es un partido putrefacto imposibilitado para gobernar y se considera al de Peña Nieto como el peor sexenio con sus siglas y a él mismo como el sepulturero del PRI. Ese, el disque nuevo PRI como lo apodaron, diciendo que había cambiado y solo demostró su peor talante y su incapacidad probada, esa sí. Así que…los priistas no están para adornarse y mucho menos para victimizarse. Fue un desastre el PRI en desgobierno, porque eso que encabezó estos 6 años no era un gobierno.

El PRI quedó a deberlo todo y mientras gastaba ingentes cantidades en acallar medios, silenciar oposiciones, evitando que se difundieran noticias de violencia para simular que disminuía –2017 es el año más violento de nuestra historia– y de su corrupción, bombardeaba inmisericorde a los ciudadanos con propaganda para convencerlos de que malbaratar los bienes nacionales era lo idóneo, planteando esa estrategia comunicacional como el mejor camino para solaparlo; y emprendió una severa campaña cibernética para acallar las redes sociales, ampliamente combativas a su persona, a su gobierno, a su significado de vendepatrias. ¿Cómo? Alistó un ejército de bots para atacar críticos en redes sociales, se espió y persiguió a opositores y promotores de una oposición a Peña Nieto, se elaboraron campañas de golpeteo a tales y se grabaron videos de priistas amagando a quienes no simpatizaban con Peña, silenciando periodistas insumisos, buscando cómo limitar la libre expresión promoviendo el PRI iniciativas de ley de censura a medios desde las cámaras legislativas provinciales y la nacional, mientras se sostuvo una franca actitud priista antiredes sociales –pues el PRI llegó a ellas tarde y mal– y se amagó con emprender una campaña de defensa priista a Peña Nieto que pasaba por responder todas las recibidas por el inoperante jefe de Estado, mientras se buscaban halagos y no ataques a él entre los medios masivos de comunicación.

Mas al PRI hay que recordárselo: fracasó en todas. Y lo hizo porque la sociedad mexicana respondió no dejándose intimidar. Y fracasó porque esa doble estrategia de vano intento de apuntalar la imagen de Peña Nieto, como si el país viviera y comiera de su imagen y no de los magros resultados de su gestión, frente a sus palpables fracasos, lo vencieron tanto en el ciberespacio militante disconforme y cuestionador, proactivo decidida y justificadamente antipriista, como en la opinión pública. ¿Por qué lo sostengo? Porque Peña Nieto se marcha con solo un 24% de aceptación –la más baja de cualquier presidente en nuestra historia moderna, la peor priista de todos los tiempos y vergonzosamente, la más baja para un priista cualquiera– y no consiguió vender su idea a fuer de malgastar ingentes cantidades de dinero público en maquillar su pésima imagen y probada incapacidad priista.

De manera tal que el PRI resultó ser su peor versión. Deja al país muy expuesto. La izquierda asciende a la presidencia por primera vez y no, no llega a un país mejor ni recibe el ya de por sí complejo panorama de 2006. México no es el de 2006. El de 2018 es un verdadero desafío tanto en su política interna como en el exterior. Pues no se va el PRI sin antes hacer un par de trastadas más, destacando que Peña Nieto nos hipoteca con el tratado comercial leonino, asaz abusivo con Norteamérica. Lo firma el último día de su mandato, firma irresponsable que no lo pone en vigor aún. No. Deberá de pasar al senado mexicano. Un mal acuerdo que nos pone de rodillas y nos cancela asociarnos con otros países competidores de EE.UU.. Gravísimo no apostar a la diversificación. El amago yanqui pudo con los tarambanas y agachones negociadores priistas y desde luego que nos vendieron por nada a cambio. Lo poco que Trump respetó del viejo TLCAN en el nuevo llamado T-MEC –Tratado México-Estados Unidos-Canadá, cual su nombre en español– era lo que ya había. No hubo avance y en realidad, ni ganancia alguna para México, que perdió finalmente en casi todos los rubros.

La nación merece un respiro. El PRI se larga y sé que solo así lo obtendremos. El 1 de diciembre empieza una nueva etapa que requerirá de todo nuestro ahínco y denuedo para hacerla más democrática, más justa y reclamante y deshacer con ello todos los entuertos y trapacerías priistas. Se lo digo sin ambages: urge fumigar la casa. A Peña Nieto decirle un hasta nunca y acaso sostener el deseo de verlo en la cárcel. Fue una pifia como jefe de Estado y una manera de hacerle perder el tiempo a los mexicanos. Su sexenio priista supone ya fracaso y retroceso. Es indefendible.

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