Falstaff no defraudó en el Teatro Real. Con una excelente dirección musical, a cargo del maestro italiano Daniele Rustioni, y con la escena a cargo de un artista ya habitual en el coliseo madrileño, Laurent Pelly, esta nueva coproducción de la ópera verdiana obtuvo el favor y el aplauso del público madrileño.
En efecto, ayer se mostró en el Real un excelente y arduo trabajo, no sólo de ejecución musical y escénica; también de hermenéutica: el libreto, de Arrigo Boito, libretista, poeta, dramaturgo y compositor, con quien Verdi ya había trabajado en Otello (relación aquella, la de estos dos grandes artistas, que no acabó demasiado bien) es complejo. El mismo maestro Ruistoni ha tenido que hacer una ardua investigación filológica para dirigir Falstaff. Se cita a continuación la nota de prensa del Teatro Real: “El autor utiliza la fonética e inflexiones de la lengua italiana arcaica al servicio de la comedia, bebiendo del teatro isabelino, de Goldoni o de Moliere, intercalando frases de Shakespeare o citas de Boccaccio y jugando profusamente con la métrica para las distintas situaciones: pentasílabos para los arrebatos amorosos, hexasílabos para las burlas de las comadres, octosílabos para las persecuciones a Falstaff, o duplos septisílabos para sus monólogos, todo combinado con enorme destreza y eficacia dramática.”
Pelly, por su parte, ha optado por una escena ambientada en la primera mitad del siglo pasado, excelente y convincente sin duda -como todo lo que él hace-, pero que – en opinión de este diario- priva al espectador, en esta ópera de Verdi, cuyo formato musical difiere completamente de otras óperas del genio de Busseto, sin un tema musical evidente y pegadizo, sin esplendorosas arias que recordar en la memoria popular colectiva.., pero con una gran profusión de cuadros escénicos, de una compensación, en lo visual, de aquello de lo que voluntariamente Verdi privó a esta obra en lo musical. ¿Por qué no respetar la concepción original de Verdi en todos los aspectos, sobre todo en una ópera como esta, en la que el genio se puso “al público por montera”, porque éste ya le consentía todo?
Esta última ópera verdiana está situada en un contexto claro, la Inglaterra del siglo XIV; ya era antiguo para Verdi, y exótico.., ¿por qué no respetarlo? Quien suscribe empieza a preguntarse por qué a los responsables de escena actuales les da miedo recrear los contextos históricos originales. La idea de Pelly en esta producción ha sido –como él mismo ha declarado- trasladar a nuestro tiempo, de una forma esquemática y “orgánica” la acción de la ópera de Falstaff. Un acierto sin duda, porque lo que sí recrea de forma magistral esta producción es el retrato psicológico que Verdi hace de los personajes, en especial del más polícromo, el mismo Falstaff, un vividor, un estafador, un mujeriego, pero, también -a su manera- un poeta.
La opción de Pelly mantiene intacto, además, el elemento de crítica social, siempre presente en Verdi: los aristócratas se vengan burlonamente de Falstaff, cayendo, a veces, en lo inhumano. Pese a lo grotesco del personaje, el espectador termina por ponerse del lado de este “bribón”. Otra de las críticas que acomete esta obra de Verdi y Boito es la de los matrimonios concertados, práctica aún presente en el siglo XIX. Los autores se mofan y eluden, en el argumento de la ópera, esta injusta práctica. En definitiva, hay que reconocer que el alma del Falstaff original ha quedado impecablemente salvada con la versión de Pelly, que en esta producción ha optado por sacrificar lo visual para resaltar más el aspecto psicológico de los personajes, preservando para el espectador moderno otra de sus características principales, la de ser una ópera bufa, pero con un trasfondo serio.
Si hubiera que destacar un elemento sobre el resto en el estreno de ayer, este sería la labor del Coro del Teatro Real: la extraordinaria ejecución de la partitura quedó sellada con la de la célebre escala ascendente del último acto, de una fuerza y efecto impactantes y sobrecogedores. En el aspecto vocal hay que resaltar la labor de la soprano ligera Ruth Iniesta, un valor en alza de los últimos años desde que ganara, en 2015, el premio a la cantante revelación en los Premios Líricos de la Fundación Teatro Campoamor (el próximo día 26 ofrecerá un recital de zarzuela en el Teatro Real junto al tenor José Bros). A su lado, Daniella Barcellona, en el papel de Mistress Quickly, exhibió una bella y templada voz de mezzosoprano lírica. Joel Prieto, en el papel de Fenton, conmovió con su registro de tenor lírico, muy dotado para el repertorio mozartianto, de quien pronto tendremos excelentes noticias, si consigue afianzar la línea vocal de su maravillosa voz.