Mientras PSOE y Podemos continúan jugando al gato y al ratón, PP y Cs se reafirman en su 'no' a Pedro Sánchez.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias se enfrentan al que quizá sea el verano con más deberes de su vida. Tras las 'calabazas' de la investidura, los líderes del PSOE y Podemos deberán 'hincar los codos' más que nunca durante el periodo vacacional para superar la reválida de septiembre y conseguir aprobar de una vez por todas su examen final.
Por el momento, ninguno de los dos partidos ha dado señales de moverse un ápice de sus posiciones. En la formación morada consideran a Sánchez un mero actor al servicio de un guion que pasa por el pacto con Cs y la abstención del PP, como ha apuntado este sábado su secretario de Comunicación, Juanma del Olmo. "Nos ofrecían tres cajas envueltas con un lazo, que aparentemente eran muy bonitas, pero cuando las abrías no tenían nada dentro, estaban vacías", ha explicado del Olmo en referencia a los supuestos ministerios que fueron objeto de negociación con el PSOE.
Aunque los morados se hayan querido presentar a sí mismos como unos negociadores pánfilos y trémulos, parece evidente que, con su tour de force, Pablo Iglesias quiso lanzar un mensaje claro y contundente a Sánchez: renunciar al sillón en el Consejo de Ministros será la última concesión.
Iglesias está por la pertinacia y esto ya ha provocado que las primeras voces discordantes dentro de su grupo alcen la voz. Con la marcha de Errejón aún dolorosamente cerca, el líder de Podemos ha tenido que ver como su socio de IU, Alberto Garzón, le enmendaba la plana, exigiéndole -comunicado oficial mediante- que llegue a un acuerdo con el PSOE, aunque ello suponga la renuncia al Gobierno de coalición. Una declaración tajante que, para muchos, escenifica la ruptura interna de Podemos.
Con el partido morado sumido en ese proceso de debate interno, en Ferraz insisten en que la oferta que Sánchez hizo a Iglesias "ya no está sobre la mesa" y que lo que ahora toca es "explorar otras vías", como ha señalado hoy la presidenta socialista, Cristina Narbona. Según ha avanzado Narbona, el presidente del Gobierno en funciones volverá a llamar al resto de partidos en los próximos días a fin de encontrar una alternativa.
Pero parece difícil que esta supuesta nueva hoja de ruta de los socialistas fructifique en algún acuerdo con PP o Cs. Tanto uno como otro tienen muy claro que el obstáculo para pactar con el PSOE tiene nombre y apellidos: Pedro Sánchez. La política de acuerdos de este PSOE 'sanchista' está cayendo como un tiro en las filas de PP y Cs y choca frontalmente con sus respectivos programas y principios ideológicos.
Este mismo sábado, tras conocerse que Bildu se abstendrá en Navarra para desbloquear el Gobierno de la socialista Chivite, los populares, por voz de su líder vasco, Alfonso Alonso, han acusado a Sánchez de "traicionar a los navarros" por "entregar" el Ejecutivo de la Comunidad Foral a Bildu.
Cuesta creer, como expresaba este viernes un "indignado" Pablo Casado, que quien prefiere pactar con "radicales, nacionalistas y herederos de Batasuna", antes que con las fuerzas constitucionalistas de Navarra Suma (Unión del Pueblo Navarro, Ciudadanos y Partido Popular) pretenda después recabar su apoyo para que le hagan presidente. Pero así es.
Más duros, si cabe, se han mostrado en Cs. La formación naranja ha mantenido desde el primer minuto una táctica de tierra quemada frente a Pedro Sánchez. Muy a pesar de los intereses del empresariado, que ven en el pacto PSOE-Cs la opción de mayor estabilidad para el país, Albert Rivera se ha hartado de repetir que no facilitará bajo ningún concepto la investidura de Sánchez y su "banda".
La propia Inés Arrimadas se encargaría el jueves de desmentir categóricamente que su partido pueda cambiar el sentido de su voto en septiembre: "No en nuestro nombre ni con nuestros 4,2 millones de votos", afirmaría tajante la portavoz naranja en el Congreso.
A día de hoy, y pese a todo, el escenario más plausible sigue siendo el del acuerdo PSOE-Podemos. Uno de los dos, Sánchez o Iglesias, tendrá que ceder para que el país -previa aquiescencia de nacionalistas e independentistas- tenga al fin Gobierno y España no se vea abocada a la repetición electoral.