No es un sarcasmo. Oficialmente, acaba de arrancar la campaña electoral de las cuartas elecciones generales de los últimos cuatro años. En realidad, sin embargo, la entera clase política no ha hecho otra cosa que propaganda partidista, en especial el Gobierno. Desde los "decretazos sociales" hasta el uso y abuso de las Instituciones del Estado, como acaba de denunciar la Junta Electoral. Aunque lo de conceder entrevistas en La Moncloa o utilizar el Consejo de Ministros para propagar las bondades del socialismo son meras anécdotas. Más grave resulta poner los Ministerios a inventarse propuestas con la vista en el 10-N o la descarada manipulación de RTVE.
Lo peor de estas cuartas elecciones, además del hartazgo de los votantes es el posible o hasta probable nuevo bloqueo político tras el 10-N. Si ganara el PSOE, se encontraría con la misma situación. O forma un Gobierno de coalición con Podemos o Pedro Sánchez volvería a fracasar en la investidura. Pablo Iglesias dejaría colgado de nuevo al candidato socialista si no entra en el Consejo de Ministros. Y el acuerdo con el PP, que no el Gobierno de coalición, pasaría por romper sus pactos con los independentistas, empezando por formar un Ejecutivo constitucionalista en Navarra, además de afrontar entre los dos partidos la revuelta catalana y la desaceleración económica y los consiguientes Presupuestos. Hoy, se antoja imposible que el presidente en funciones acepte estas condiciones. Ni la del líder de Podemos ni las de Casado. Solo se desbloquearía la formación de un Gobierno si los escaños del PP, Ciudadanos y Vox sumaran una mayoría en el Hemiciclo, lo que tampoco parece fácil.
El próximo día 10 se conocerá el resultado de estas cuartas elecciones. Lo de menos es que la campaña resulte insoportable. Lo único importante, imprescindible, es que los partidos se pongan de acuerdo y desbloqueen la situación política atascada e intoxicada desde hace cuatro años. Los dirigentes deberían olvidarse por una vez de sus intereses partidistas y trabajar en beneficio de los españoles. Porque unas quintas elecciones supondrían una crisis sin precedentes.