El tenista balear dictó el tempo de juego y arrasó al asturiano en algo más de hora y media (6-1, 6-2 y 6-4). La jerarquía de su paleta, impulsada en la mejoría de su servicio, resultó demasiado explícita para el que fuera su compañero de selección en las recientes Copa Davis y ATP Cup.
Trece días después de compartir vestuario como representantes de la selección española que perdió la final de la primera ATP Cup ante Serbia, Rafael Nadal y Pablo Carreño midieron sus fuerzas en la tercera ronda del Abierto de Australia. El balear y el asturiano también compartieron protagonismo en la sexta Copa Davis del tenis patrio, la histórica primera edición del torneo de naciones que tuvo lugar en Madrid a finales de 2019. Pero este sábado se trataba de un partido en el cuadro masculino e individual del primer Grand Slam de 2020.
En esa esfera, Carreño posee como mayor hito las semifinales alcanzadas en el US Open de 2017, año en el que accedió por única vez al Top-10 del planeta. Y venía de apear a los discretos Jozef Kovalík (cediendo un set) y Peter Gojowczyk (concediendo otro set) en las rondas previas de Melbourne. Por otro lado, Nadal, con 19 'majors' resplandeciendo en sus vitrinas y encaramado en el número 1 de la ATP, había barrido a Hugo Dellien y a Federico Delbonis -con sabor no tan dulce- en su debut australiano. Se cruzaban, por tanto, inercias en diversos puntos de excelencia.
Y en la Rod Laver Arena se certificaría la distancia entre ambos en un duelo a cinco sets. La motivación del mejor deportista español de todos los tiempos yace en el techo, al lado de su hambre. Con 33 años, y uniformado de leyenda, no acaba de localizar la inflexión que mitigue su ambición. Y si el cuerpo le responde, y rima con la mentalización adecuada, resulta imparable. Así lo atestiguaría el gijonés, que no alcanzó a pasar de ejercer como sujeto pasivo de una exhibición ajena.

El manacorí se deshizo del cabeza de serie 27º con una frescura, facilidad y jerarquía que rubricó la madrugada como un golpe de autoridad y aviso a navegantes. Nadal saltó a la cancha con la voluntad de marcar territorio y se colocó con 3-0 -break a favor- a las primeras de cambio. La barbaridad quedó sembrada con la segunda rotura y el 6-1 inicial que asoló a la convicción de Pablo. Rafael, serio, ganó el 73% de sus primeros saques y el 100% de sus segundos; conectó más ganadores y limitó mejor sus errores, portando la iniciativa con contundencia. En 29 minutos, sus formidables derechas paralelas le mostraron la senda.
Casi sin sudar, se puso 2-0 en la segunda manga con dos juegos en blanco. Dio la puntilla al asturiano robándole el saque en el primer punto de este intervalo. Y, para más inri, elevó sus ratios al saque: metió un 72% de primeros, de los que ganó el 92%. Se soltó con cuatro 'aces' y al resto volvió a cosechar dos breaks que alejaron el margen de reacción de su compatriota. Carreño, impotente, comprobó cómo se apocaba -15 a 6 en golpes ganadores-, desprovisto de bolas de rotura a favor. Antes de que se cumpliera la hora (56 minutos) de esfuerzo había encajado un 6-2 que le obligaba a remontar dos sets al gigante balear. Las sensaciones se correspondían con la relación de fuerzas expuesta.
Por último, en el tercer parcial Pablo ajustó mejor y creció en confianza, manteniendo su saque hasta el quinto juego. Ahí, la zurda del puntero en este deporte pescó un break definitivo (3-2). Lo confirmaría, con oficio, al galope del ejercicio arrollador que desplegó. La garra y competitividad del gijonés le condujo a no doblegarse tan rápido y cuidó de su servicio para no regalarle la victoria a un Rafael que ya economizaba esfuerzos al resto. La tarjeta de esta manga, que concluyó con un más igualado 6-4, evidenciaría la gestión más relajada de la ventaja del favorito y el renacer orgulloso del aspirante. Mas, los focos se apagarían a la hora y 38 minutos. Con una lección inscrita en la pista australiana.
Nadal mostró su versión industrial, no tan brillante. Concentrado en ejecutar bien las modificaciones que requiere comparecer en este tipo de superficie. Y afiló su saque -87% de puntos ganados con primer saque y 78% con segundo-, su juego en la red -suerte en la que ganó el 92% de los puntos disputados- y su resto -metió dentro más que en el envite precedente-. Las piernas asoman agilidad y su cabeza, lucidez (29 winners y sólo seis errores no forzados). Con todo, su superioridad coyuntural fue irrebatible y si crecimiento hacia el objetivo nuclear aparenta volar, bien engrasada en cada etapa que se presenta.
Al término, Rafael confesó lo siguiente: “Ha sido el mejor partido del torneo hasta ahora para mí y estoy muy feliz por ello. Son muy buenas noticias para mí que estoy en octavos de final”. Mejoró su servicio con respecto al combate ante el argentino Delbonis -cita de la que salió proclamando que necesitaba subir su despliegue-.y también sus devoluciones. Para redondear un refrescó de su vertiente pletórica que ya amenaza a su posible rival en la siguiente fase -que saldrá del partido entre Karen Khachanov y Nick Kyrgios-.