El que fuera astro de los rings se muestra perdido en su actual existencia.
Michael Gerard Tyson es un hombre de 53 años con una sensación de vacío considerable. Cuando era joven tocó el cielo, convertido en Mike Tyson, o el 'Iron Mike'. Por aquel entonces, en los 80 y 90, pudo unificar los tres títulos del peso pesado (WBC, WBA e IBF), granjeándose una mística rellenada de contenido por su pegada casi inexplicable. Eran tiempos de protagonismo en Las Vegas, de fiestas con el rapero Tupac o con el actor Mickey Rourke. De pompa y un consumo de drogas confesado décadas más tarde.
El muchacho de Brookyn estaba cumpliendo su sueño. Pero también pagando el envés de su carácter inmaduro y entorno millonario. En 1992 fue condenado por violar a una mujer. Tras pasarse tres de los seis años de condena entre rejas, regresó al profesionalismo y reconquistó su cetro. Pero lo perdería casi de inmediato ante Evander Holyfield. Y en la revancha, su impotencia le llevaría a arrancar un pedazo de la oreja del púgil mucho menos fundamentado que acabó por enterrarle. En 2003 se declaró en bancarrota.
¿Qué había ocurrido con los 30 millones de dólares que llegó a cobrar por pelea? En 2011 fue insertado en el Salón Internacional de la Fama del Boxeo, mas la vida no le sonreía a Tyson. El recuerdo de Mike, de ese boxeador temido y considerado como uno de los pesos pesados más icónicos le llevaría a convertirse en conferenciante por Europa, a participar en 'Baliando con las Estrellas" en Italia o a intentar uniformarse como promotor de peleas en el Viejo Continente.
Y la fantasmagoría de 'Iron Mike' le empujó al consumo de estupefacientes hasta el punto de ser detenido varias veces por este motivo; a agredir a un fotógrafo en Los Ángeles; a convertirse al Islam y viajar a la Meca; a participar en Festival de Cine de Kazajistán como estrella invitada; a girar por todo Estados Unidos como monologuista (bajo la tutela de Spike Lee); a mostrar su apoyo, de forma oficial, a la candidatura de Donald Trump; o a regentar un rancho de 16 hectáreas en el que establecer una producción de marihuana de índole industrial.
Todo eso, amén de algún que otro acto de apoyo a los más necesitados -bien por imposición legal, bien por voluntad propia-, ha aliñado el recorrido de Tyson tras su jubilación. Y ha desembocado en su asistencia, hace unos días, al combate en el que Tyson Fury derrotó a Deontay Wilder en Las Vegas. Quizá la visión, en directo, de esa cita histórica le ha provocado la explosión de una nostalgia que siempre ha parecido latente.
Michael Gerald, ese hombre de mediana edad, ha participado en producciones audiovisuales desde hace meses, de forma sistemática, concediendo entrevistas, reuniéndose con figuras prominentes de los medios y del deporte, e, incluso, llevando a cabo un podcast en el que compartía con el planeta su visión sobre el boxeo y, también sobre cualquier tema que se le ocurriera.
Pues bien, en ese mismo formato, esta vez retransmitido a través de Youtube, acaba de conversar con Sugar Ray Leonard, otra de las leyendas vivas de su mismo deporte. Y, de manera sorprendente, ya roto a llorar cuando ha recordado la que fue su trayectoria en el ring (50 victorias, 6 derrotas y 44 nócauts) y ha efectuado un balance global sobre su vida.
"Conozco el arte del combate, el de la guerra. Eso es todo lo que estudié. Por eso era tan temido, por eso tenían miedo de mí cuando estaba en el ring, porque era un aniquilador y nací para eso. Ahora, esos días se fueron. Estoy vacío y no soy nada. Además, trabajo el arte de la humildad", avanzó Tyson, en la inauguración de un testimonio que ha paralizado al aficionado al boxeo.
Prosiguió su charla con Leonard en el espacio llamado Hotboxin' with Mike Tyson de este modo: "Esa es la razón por la que estoy llorando. Porque ya no soy esa persona y lo echo de menos. Porque a veces me siento como una 'perra' ('bitch', en la jerga estadounidense) porque no quiero que esa persona salga. Porque si sale, el infierno vendrá con él. Y le tengo miedo".
"Puede parecer que sea un tipo duro, pero odio a ese tipo y le tengo miedo", repitió. Han pasado 15 años desde que colgara los guantes, pero todavía, ha asegurado, no ha sido capaz de gestionar la fama que le cayó encima. Se reconoce falto de preparación y lo achaca a las pocas oportunidades de prepararse que tuvo cuando era un niño de Brooklyn. Eso sí, su abrupta sinceridad le dio para confesarle a Sugar Ray Leonard que fue su ídolo. "Te vi pelear contra (Roberto) Durán y cambió mi vida. Pensé, 'esto es lo que voy a ser'. Eres inmortal para mí", finalizó.