Recién traspasada la barrera de los cuarenta, Manuel Jabois (Sangenjo, Pontevedra, 1978) cuenta en su haber con una dilatada trayectoria en el periodismo y el articulismo. Su firma ha estado presente en diferentes cabeceras locales y nacionales desde que, todavía estudiante de Filología Hispánica, empezó a colaborar en el Diario de Pontevedra, pasando después, entre otras, a El Progreso, De luns a venres, El Mundo y El País.
Ha publicado la recopilación de artículos Irse a Madrid y otras columnas, la crónica Grupo salvaje sobre el fútbol, el dietario Manu donde cuenta un año de su vida en el que fue padre, y Nos vemos en esta vida o en la otra, un estremecedor reportaje novelado en torno a Gabriel Montoya Vidal, apodado el Baby o el Gitanillo, el menor de edad condenado por su implicación en trasladar los explosivos desde Asturias a Madrid que se utilizaron en los brutales atentados del 11-M
Aunque sus propuestas y estilo en esos títulos encerraban elementos narrativos, en este ámbito estrictamente dicho, dio a la imprenta en 2008, en gallego, A estación violenta (La estación violenta) traducida después al español y que la directora gallega Anxos Fazáns llevó al cine tiempo después. Esta novela, en la que no es difícil entrever elementos autobiográficos, de autoficción, diríamos hoy en un género tan transitado en la actualidad, la protagonizan tres personajes que, tras mucho tiempo sin verse -fueron compañeros de Universidad-, se reencuentran y rememoran un pasado en el que quizá se les fue de las manos su propia vida. Ahora, Jabois regresa a la novela con Malaherba. Si La estación violeta se instalaba en el territorio de la juventud perdida, Malaherba lo hace en el de la niñez, concibiendo una lograda historia en el ámbito de la novela de formación.
“Siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”, advirtió Graham Greene. Quizá, de alguna manera, ese momento ha llegado para Tamburino, Tambu, protagonista y voz narradora de Malaherba. Tiene diez años, un padre enfermo -“La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo”, y una madre con mucho de ausente, a la que en buena medida sustituye su hermana Rebe, y empieza a darse cuenta de lo complicado y doloroso que es el camino hacia ser adulto. Aparte de Tambu, también asoman con papel protagónico los hermanos Elvis y Claudia. Tambu y Elvis en su relación descubren, aunque sin entender exactamente qué es, y en medio de la incomprensión, acoso e insultos de los demás, su atracción mutua: “Nosotros no estábamos haciendo nada malo para que se nos insultase”.
Ambientada en la Galicia de la década de los ochenta, la novela adquiere un cierto aire coral y logra no precipitarse en el siempre tentador melodramatismo.