Desde que la voluntad general libremente expresada por el pueblo español estableció en...
Desde que la voluntad general libremente expresada por el pueblo español estableció en 1978 la democracia pluralista plena, la izquierda radical ha peleado con tenacidad para desacralizar la Semana Santa. Los medios afines al extremismo informaban todos los días sobre el fracaso de las procesiones y sobre la ausencia de fieles en los templos. Era mentira. En toda España, la democracia libre ha asistido al sincero fervor de españolas y españoles ante los pasos de Semana Santa. Los fieles han abarrotado las iglesias, asistiendo a los oficios religiosos en la misma proporción que se ha mantenido durante largos siglos.
Ciertamente, la crecida del nivel de vida ha permitido que un alto número de ciudadanos se hayan incorporado al disfrute de vacaciones durante la Semana Santa. Con lo que no contaba el radicalismo de izquierdas era con que vacaciones y religiosidad son compatibles y en los centros de ocio y descanso, procesiones y ceremonias religiosas se han mantenido y en muchos casos han acentuado su intensidad.
La Covid-19 ha conseguido que las procesiones se suspendieran y los templos se quedaran desiertos. La propaganda del sectarismo ideológico, exacerbado en la extrema izquierda, se ha frotado las manos. Por poco tiempo. Sangra el Hijo de Dios vivo y la profunda religiosidad del pueblo español, reafirmada en amplios sectores de la juventud actual, devolverá a sus cauces las manifestaciones católicas, de forma muy especial en Navidad y Semana Santa. Felipe González, el gran hombre de Estado del siglo XX, comprendió que la actitud del PSOE en los años 30 fue un error y, en lugar de quemar iglesias, contribuyó a la construcción de la catedral madrileña de la Almudena y exigió respeto para religiosas y sacerdotes y también para los fieles católicos, que, por cierto, en número notablemente alto militan políticamente en el Partido Socialista.