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POR LIBRE

¿Por qué los obispos bendicen a Pedro Sánchez?

Joaquín Vila
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directorelimparciales/8/8/20
domingo 27 de junio de 2021, 19:58h

Nadie hubiera imaginado que, incluso la Conferencia Episcopal se plegaría ante el poder omnímodo de Pedro Sánchez. Sin necesidad alguna, sin que nadie pidiera su opinión, la cúpula de la Iglesia se ha metido en el avispero político para apoyar los indultos del Gobierno e irritar a la inmensa mayoría de los españoles, como reflejan todas las encuestas. Y lo ha hecho, minutos después de que entrara en vigor la ley de eutanasia y a punto de que el Parlamento apruebe la llamada Ley “Trans” que permite que los menores de edad puedan cambiar de sexo formal y físicamente sin el conocimiento de sus padres. Resulta inquietante que este Ejecutivo haya sido capaz de lograr la bendición de los obispos después de llevar al BOE una legislación que atenta contra los principios más básicos de la Iglesia católica. Quizás no sea casual que Juan José Omella fuera elegido presidente de la Conferencia Episcopal en 2020, después de haber ejercido como arzobispo de Barcelona. Se desconoce si es amigo de Oriol Junqueras, un devoto católico.

Y es que la larga mano del poder llega a todas partes. Por eso, desde que Pedro Sánchez puso un pie en La Moncloa, el rumbo de España descarriló. Enseguida, entró en palacio Iván Redondo, el Rasputín con peinado de marine, para diseñar un marketing político que inoculara el fanatismo y que nadie fuera capaz de diferenciar la verdad de la mentira. Una estrategia de lavado de cerebro colectivo basada en el bombardeo de la propaganda desde todos los ángulos. La mayoría de los medios de comunicación adictos a Sánchez también han caído en la trampa; no son conscientes de que esparcen la demagogia de diseño, de que están provocando en los españoles el odio mediante una letal confrontación ideológica. Pues esa es la llave maestra del presidente y su gurú para enrocarse en el poder.

Nada de lo que dice y hace Pedro Sánchez busca el beneficio de los españoles. Solo el suyo. La más reciente de entre sus incalculables frases antológicas, lo delata. Para justificar los indultos, ha declarado que “hay un tiempo para el castigo y un tiempo para la concordia” Se erige así en el autócrata que marca los tiempos de la democracia, en función de sus ya conocidos intereses. Hace tres años, apoyó con ardor el artículo 155 en busca del voto de los constitucionalistas, se enfureció con los separatistas por su intento de golpe de Estado, pidió que se les condenara por rebelión y fueran encerrados en las mazmorras durante mucho tiempo por sus imperdonables delitos. Era el “tiempo del castigo”, pues creía que el castigo le favorecía en las urnas.

Pero se olvidó de su ira, como del insomnio que le producía Pablo Iglesias, cuando descubrió que con los escaños de esos delincuentes podía alcanzar el poder. Y ahora son los socios más queridos e imprescindibles del Gobierno de coalición. Y, por eso, ahora, es “el tiempo de la concordia”. Ahora que quiere alargar la legislatura hasta el infinito.

Los indultos son solo el caso más reciente. La mayoría de las leyes y propuestas que aprueba el Consejo de Ministros están dictadas por sus socios de coalición y de legislatura. A Sánchez no se le puede pedir que plantee otra gobernanza que no sea la de apuntalar su poder omnímodo. Todo lo basa en que la calculadora de los escaños debe sumar años en La Moncloa. Mientras salgan las cuentas, poco importa que esos escaños estén en manos de los enemigos de España.

Así, ha convertido nuestra nación en una jauría ideológica. Y en esa sangre fría estriba su mayor peligro. Porque le quedan dos años largos de legislatura y va a aguantar en el poder como sea para no salir escabechado de las urnas, lo que, según todas las encuestas, ocurriría si se celebraran hoy elecciones generales. Esos dos largos años los aprovechará sin pudor. Asaltadas todas las Instituciones del Estado, maniobrará para aniquilar a la oposición y despejar el camino que le permita seguir en La Moncloa. Los llamados papeles de Bárcenas no son más que las notas que ha escrito el que fuera tesorero del PP en sus ratos libres o durante su estancia en la cárcel. Solo hace falta que Iván Redondo le anime para que en esos apuntes figuren las siglas de Pablo Casado y poder acusarle de corrupto, aunque en aquellos tiempos el líder de la Oposición gastaba pantalón corto.

Si Pedro Sánchez es capaz de que su lavado de cerebro colectivo llegue hasta la Conferencia Episcopal, es capaz de todo. Al presidente del Gobierno le queda una larguísima legislatura para hacer y deshacer a su antojo. Y en el peor de los casos, tiene tiempo para ir colocando urnas detrás de las cortinas, faena en la que está considerado un maestro. Es su último recurso en caso de que Pablo Casado todavía no haya sido masacrado. Iván Redondo lo sabe y a Bárcenas le quedan muchas hojas en blanco en su cuaderno y muchos años en la cárcel.

Joaquín Vila

Director de EL IMPARCIAL

JOAQUÍN VILA es director de EL IMPARCIAL

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