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AL PASO

La España de Juan Pablo Fusi

Juan José Solozábal
martes 06 de julio de 2021, 20:14h
El libro de Juan Pablo Fusi (Pensar en España: en torno al pensamiento español del siglo XX, Arzalia ediciones) permite diversas lecturas: en realidad es un ejemplo de historia total, se vea desde el ángulo político, cultural o social, de nuestro Pais en los tiempos recientes. Sin duda tiene dos significados obvios: resaltar la perfecta normalidad nacional, para nada España es una excepción marginal o una rareza comparada con otros ejemplos .Y por fin o en suma, acreditar que la plenitud cultural que era propia de nuestro desarrollo intelectual en el siglo XX tiene su correspondencia en un sistema político que puede afirmarse, en relación con otros países europeos, como una verdadera democracia constitucional.

No es cierto, entonces, que frente a lo que pensara Gil de Biedma nuestra historia acabe siempre mal, o que tengan sentido ya las angustias metafísicas de nuestro 98, o que no tengamos Estado como pensara Azaña o que nuestro sentimiento nacional flaquee (Ortega). Los tres grandes problemas con los que se encontraba nuestro País a comienzos del XX, esto es, un problema de atraso económico, un problema de democracia y un problema de organización territorial del Estado, aparecían bien encarrilados en los albores del XXI. Cuando terminaba el siglo XX , los viejos problemas de España parecían definitivamente resueltos. Aparte de ETA y los nacionalismos, “los problemas de España eran los de una sociedad desarrollada, urbana, moderna : medio ambiente , financiación del Estado del bienestar, marginalidad social, tercera edad, consumo de drogas, o inmigración clandestina”.

Para Juan Pablo Fusi los aciertos de nuestro sistema político, cuyo logro se cifra, como señalábamos, en poner nuestra vida política a la altura de nuestra cultura, in crescendo, a pesar del franquismo desde la generación del 14 hasta la nuestra actual, personificada en Semprún, Pradera o Savater, reposa en tres elementos o vigas principales. En primer lugar, una transición modélica, fundada en el reconocimiento y el acuerdo, difícil y necesariamente complejo, también generoso. “La Transición fue posible porque se acertó con el hombre, Suárez, y con el procedimiento, una reforma en profundidad desde la propia legalidad franquista ; y porque la oposición a la dictadura — encabezada en 1975 por el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra y el Partido Comunista de Santiago Carrillo — supo anteponer , por pragmatismo político y sentido de la historia , el restablecimiento de la democracia a consideraciones doctrinarias y revanchistas.” Pero, aprovecha Fusi para apuntar, la transición no estableció un pacto de olvido, fue mas bien la ocasión para asumir el pasado más traumático y conflictivo con naturalidad, aunque con espíritu y voluntad de reconciliación.

El segundo soporte del sistema fue la Constitución de 1978. Con buen tino Fusi se refiere a la integración de nuestra Norma Fundamental a la vez en el constitucionalismo comparado y nuestra historia propia. La democracia constitucional de 1978 estaba mejor construida que en las experiencias democráticas anteriores, se trate de la definición de sus poderes y la regulación de los órganos del Estado, además de las leyes electorales y reglamentos parlamentarios, asi como las normas sobre partidos y libertades. Acertadamente Fusi hace una acotación oportuna, luego de subrayar la contribución de la Monarquía a consolidar el prestigio de nuestro sistema en Europa : “La abdicación del rey Juan Carlos en junio de 2014 en su hijo Felipe VI fue, primero, estupefaciente, pero enseguida necesaria: personalmente difícil, constitucionalmente oportuna, históricamente certera”. Y, en tercer lugar, Fusi ratifica el acierto de constituyente en la fórmula del Estado autonómico, sagaz apuesta para la resolución de la aporía entre unidad y pluralidad. El Estado autonómico impulsó, en todo caso, dice Fusi, una nueva idea basada en el reconocimiento de la variedad cultural y lingüística de España y de la historia propia de sus antiguos reinos y regiones. Fusi, en esta cuestión, hace dos observaciones bien interesantes: piensa, en primer lugar, en la trascendencia historiográfica de la asunción del pluralismo, que obedece a su realidad constitutiva de la vida política española, sobre la que había llamado la atención Ortega(“Ortega dijo en su día que el español medio estaba en las provincias”), así como a la atención renovada que se prestará a la propia historia en las nuevas universidades de las Comunidades Autónomas de reciente creación. Y formula una segunda observación que sin duda apunta a un cambio de enfoque en la posición de los nacionalismos periféricos en su contestación respecto del Estado español. La reclamaciones identitarias, ahora reforzadas en la medida que las instancias regionales disponen de importantes instrumentos de afirmación propia, tienen más difícil impugnar un Estado común, con problemas de vertebración ciertamente, pero que ahora no se presenta con una veste anticuada y uniformista, sino que reconoce la pluralidad cultural y lingüística y la historia propia de sus antiguos reinos y territorios.

El esfuerzo de Juan Pablo Fusi es afirmar la correspondencia de esta estructura política constitucional con una sociedad que ha experimentado una formidable transformación en todos sus ordenes y que se pone a la altura de su desarrollo espiritual, anudando su relación con su máxima manifestación en la Segunda Republica, hablemos de la literatura o de la misma vida académica universitaria, “pues, no obstante la guerra civil y el franquismo, la tradición cultural española, la vida intelectual del país, no se había interrumpido, o no lo había hecho de manera absoluta”. Por tanto, España se instaló desde 1975 en un sistema cultural definido por la pluralidad y la diversidad.

Aunque esta, a mi juicio, sea la médula del libro, su interés rebasa esta cuestión. Se ofrece efectivamente, una reconsideración del pensamiento político y cultural del pasado siglo, con espíritu constructivo e integrador, comenzando por la obra de Ortega y Azaña, que no aparecen como contrarios sino como complementarios, como resulta de su identificación compartida por el Escorial y su apreciación del Quijote. Juan Pablo Fusi, aunque destaca la densidad expresiva de Azaña, prefiere la clave orteguiana: El Escorial es el rastro de un gran esfuerzo sin propósito cuya consecuencia es solo la amargura y la tristeza, que expresa el Quijote. Particularmente pertinentes son los apuntes de Fusi sobre el hispanismo inglés de Brenan y especialmente Carr, cuyas orientaciones metodológicas comparte: el aprecio por el detalle, la huida de los estereotipos, esencialismos o a prioris. También el reconocimiento de la libertad de los agentes históricos: “todo, por lo menos hasta cierto punto, es un accidente”. Y en fin una prosa refinada y acertada, denotadora de un gusto admirable. Vean si no el juicio sobre también mi pintor vasco preferido, José María Ucelay. Ucelay(1903-1979), dice Fusi, “cultivó un tipo de hiperrealismo estilizado y elegante que daba a su obra ( retratos, patos, bodegones, romerías ) un aire desconcertante, mágico, libre desde luego de connotaciones etnográficas incluso cuando pintaba temas vascos”.

Juan José Solozábal

Catedrático

Juan José Solozabal es catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad Autónoma de Madrid.

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