Incluso los más sectarios socialistas saben que Pedro Sánchez está dispuesto a vender su alma al diablo a cambio de aprobar los presupuestos. Le va la vida en prolongar la legislatura y atornillar el poder.
También es un clamor que los comunistas de Podemos, los amateurs de golpistas de ERC, los herederos de ETA de Bildu o los ultranacionalistas del PNV se relamen al encontrarse ante la mejor oportunidad para extorsionar sin piedad a Pedro Sánchez. Y el presidente parece dejarse. Está dispuesto a “dialogar” de todo. A tragar los sapos que sean menester.
Pero, en realidad, Sánchez está inquieto. Los cuatro socios que le llevaron a La Moncloa y que le mantienen en palacio han declarado hasta la saciedad sus muchas condiciones. Unas condiciones inquietantes para la recuperación económica, para el respeto a la Constitución y para el propio sentido común. Muchas llegan a ser desquiciadas. Pero los partidos aliados están con el cuchillo entre los dientes. Amenazan con tumbar los Presupuestos si no se cumplen todas exigencias. Y a rajatabla.
Pedro Sánchez está perdido y solo. Por eso, actúa y se pavonea sin descanso de lo que para él son sus muchos éxitos y, para la mayoría son sus fracasos. Porque, al margen del ataque de nervios de Nadia Calviño, no puede saltarse la Constitución para satisfacer a todos y cada uno de sus socios. No puede aceptar la celebración de un referéndum de autodeterminación en Cataluña. Ni que Podemos quiera sembrar las cuentas del Estado de medidas marxistas, que destruyen la economía. Ni que el PNV gobierne el País Vasco como si fuera su finca. Ni que Bildu proponga excarcelar por la puerta de atrás a todos los presos etarras, incluso a los asesinos más sanguinarios.
Los socios de investidura y legislación del presidente del Gobierno desprecian la Constitución, quieren derribar la Monarquía parlamentaria y atentan contra la economía. Pero sin ellos, Pero Sánchez se queda sin presupuestos y pone en riesgo sus planes de agotar la legislatura. Aunque tiene una carta marcada: sus siniestros aliados tienen casi el mismo interés que él en que permanezca al frente de La Moncloa. Y prefieren que el dócil aliado siga en palacio a que se instale Pablo Casado. Aquí se cumple el refrán de que los enemigos de mis enemigos, son mis amigos.
Harán componendas inconfesables. Pere Aragonés se inventará votaciones de todos los colores para apaciguar a sus hordas. Yolanda Díaz asestará una docena larga de puñaladas a la economía, para empezar la Ley de Vivienda. El PNV llenará las alforjas de euros y de transferencias. Y Bildu convocará homenajes a los asesinos etarras sin que Marlaska mueva un músculo.
Pero, al final, Pedro Sánchez lo logrará. Tendrá que mentir sin pestañear, hacer malabarismos, chapuzas, trampas que rocen lo ilegal. Y sin pudor alguno, elaborará y aprobará unos presupuestos, que serán perjudiciales para la dignidad del Estado y para la recuperación económica. A cambio, que es lo que cuenta, permanecerá cómodamente en el poder, mientras es aclamado por los infinitos portavoces de la propaganda del Gobierno. Pedro Sánchez celebrará por todo los alto la victoria y será aclamado hasta el éxtasis en el Congreso de los Diputados.
Hay que tomarse con paciencia los dos años largos que le quedan en el poder al líder socialista. Con mucha paciencia y con mucho miedo.