Aunque sea un recurso fácil, no es exagerado comparar el Consejo de Ministros con el camarote de los Hermanos Marx. O con una jaula de grillos, como dice Cuca Gamarra. Incluso, por la violencia del protagonista de la trama, se trata de una pelea de gallos.
En apenas dos días, la guerra de trincheras entre el PSOE y Podemos ha estallado en plena calle. El Tribunal Supremo ha condenado a Alberto Rodríguez por agredir a un policía en una manifestación. Por patearle. La sentencia supone automáticamente su inhabilitación y, por lo tanto, debe abandonar el Parlamento. Pero la mesa del Congreso, presidida por Meritxell Batet y ocupada por la mayoría de los miembros de la izquierda, rechazó en su primera reunión cumplir con la resolución. El Alto Tribunal instó a la presidenta de la Cámara Baja a obedecer el dictamen, a retirar su acta al delincuente. Y la presidenta se vio obligada a hacerlo antes de ser condenada también.
Fue entonces cuando Ione Belarra, ministra del Gobierno, aunque no lo parezca ni por lo que habla ni por las majaderías que hace y dice, acusó a la presidenta del Congreso de prevaricación y amenazó con interponer una querella contra ella. La líder de Podemos atacó con saña a la socialista y, de paso, insultó a los magistrados del Tribunal. Así respeta la ministra la independencia judicial y así trata a una diputada del PSOE, partido con el que forma Gobierno.
Horas antes, la mismísima Belarra, había amenazado al PSOE con romper la coalición por aplazar la derogación de la reforma laboral. Hasta el más torpe de los estudiantes de Ciencias Económicas sabe que derogar la reforma laboral de Rajoy, sí la del Gobierno de Rajoy, perjudicará a la economía e incrementará la tasa de desempleo; más aún, cuando España todavía no ha superado la crisis provocada por la pandemia.
Ocurre, sin embargo, que la derogación de marras figuraba en los programas electorales y en el acuerdo de coalición del PSOE y Podemos como uno de los asuntos más urgentes a abordar. Tres años después, ni la han tocado. Debe darles pánico o no saben por dónde empezar.
Aunque pueda parecerlo, hay que desmentir que socialistas y podemitas se tiren de los pelos durante los Consejos de Ministros mientras Sánchez silba. Pero cuando salen a la calle desenfundan el revólver. Este sábado, y casi al tiempo, Yolanda Díaz se comprometía derogar la reforma laboral “a pesar de las resistencias” y Adriana Lastra prometía que lo haría “el Partido Socialista Obrero Español”.
Mientras tanto, Pedro Sánchez “visitaba” La Palma para tirar de chequera, su fórmula favorita para resolver todos los problemas. Se desconoce si ha enviado un talón sin fondos o no lo ha enviado. El caso es que todavía no ha llegado ni un euro. Eso sí, pidió a los miles de canarios que se han quedado sin casa, sin trabajo y sin dinero que no” se desesperen”. Y todos se quedaron tan contentos. Tan felices de tener a un presidente que les anima con tanta sensibilidad. ¿Acaso tienen motivos para desesperarse? Como es habitual en el presidente, no pronunció una palabra sobre la pelea de gallos entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño, o entre Ione Belarra y Meritxell Batet. Porque, como dice Sánchez, la coalición va viento en popa.
No es, pues, exagerado hablar del camarote de los hermanos Marx, ni siquiera de la jaula de grillos. Y se trata también de una pelea de gallos. Los dos partidos forcejean por protagonizar la derogación de la reforma laboral, la subida del SMI, la ley de la vivienda que permite a los ocupas vivir del cuento o la ley del “sí es sí” que rechazan hasta las feministas.
El volcán de Cumbre Vieja ha destrozado buena parte de la isla de La Palma. Del resto de España, ya se ocupa el Ejecutivo de coalición. Puede parecer el guión de una película de Mariano Ozores. Pero no. Así funciona el Gobierno de España. Y Pedro Sánchez, mientras, toca la lira y contempla el incendio desde su hamaca en La Moncloa escuchando a Supertramp. ¿Crisis? ¿Qué crisis?