Si de un escritor pudiéramos decir que es ecléctico -o al menos que lo parece-, ese podría ser perfectamente Agustín Fernández Mallo. Seix Barral le acaba de publicar El libro de todos los amores, que presenta como novela, pero que también podríamos calificar de ensayo o libro de reflexiones.
Publica esta obra tras varias propuestas de escritura ensayística: su Teoría general de la basura (cultura, apropiación, complejidad) -un trabajo galardonado con el Premio Cálamo que se está haciendo un hueco en el entorno académico- se lo editó Galaxia Gutenberg en 2018, el mismo año en que Seix Barral publicara su Trilogía de la guerra, novela merecedora del Premio Biblioteca Breve, y también tras La mirada imposible, en este caso un ensayo de carácter breve que le editara WunderKammer en 2021. Entre medias, ha proseguido sus incursiones en la música tanto con Eloy Fernández Porta como con Pilar Rubí, y ha participado en los encuentros artísticos tras las huellas del filósofo Wittgenstein junto al artista Bernardí Roig y el filósofo y crítico Fernando Castro Flórez, performance que también tomó forma de libro en Wittgenstein, arquitecto (el lugar inhabitable), de nuevo para Galaxia Gutenberg (2020).
Si tuviéramos que situar al autor para un desconocido, no podríamos olvidar sus publicaciones de poesía y especialmente de análisis poético, donde con Postpoesía, hacia un nuevo paradigma fue finalista del Premio Anagrama de Ensayo en 2009. Pero no he citado las obras que le hicieron famoso, y con las que generó un movimiento literario de vanguardia al que le dio nombre: la Generación Nocilla parte de su trilogía Proyecto Nocilla, material que no me cabe duda el autor considera a años luz de su momento creativo actual.
Porque indudablemente, si algo tiene la escritura de Agustín Fernández Mallo, es la sorprendente capacidad de reinventarse a sí mismo, y por tanto de dejar atrás sus trabajos anteriores. No porque envejezcan, sino porque su capacidad creativa se aleja de esas obras.
En El libro de todos los amores ofrece una visión del mundo tras el cambio que ha supuesto la irrupción de la pandemia. Todo sin mención expresa -una de las maneras más inteligentes de integrar el cambio que todo esto ha supuesto-, pero con una gran cercanía. Se produce el Gran Apagón. En realidad se va a producir, se ha producido, se presupone, en esos tres tiempos en que discurre la obra, que se plantea en tres planos narrativos y estructurales. Uno primero más cercano al ensayismo y la reflexión, en que el autor trabaja en la confección de un tesauro tipológico de formas de amar, a modo de un pantone de colores. Lo hace para reflexionar sobre la condición en que el hombre vive el amor, algo que viene a ser lo mismo que decir cómo vive. Un catálogo de maneras de vivir, en definitiva.
Una segunda capa (en orden de aparición), propone los diálogos de una pareja enamorada, a manera de diálogo socrático o teatral entre dos amantes. Sabremos luego que los diálogos se sitúan temporalmente a partir del suceso con que concluye la narración novelesca. Esa es la tercera capa de esta obra, la historia de la pareja que viaja hasta Venecia, la ciudad del amor pero también del nacimiento del capitalismo -siempre dejando ver las contradicciones de los humanos-, donde se quedan bloqueados tras la paralización de la ciudad hasta que se explota ese Gran Apagón.
Agustín Fernández Mallo huye de la etiqueta de fragmentario, de la misma manera que no se considera apocalíptico, menciones que hacen todavía más interesante la lectura de esta propuesta novelada y reflexiva. Su libro sugiere diferentes lecturas, de la misma manera que sería posible leer separadamente cada parte que lo forma, aunque al final, es el conjunto el que resulta interesante.