Torrejón de Ardoz está de fiesta. Lo curioso es que al salir de la estación de cercanías te saluda una pared blanca con “¡Feliz Navidad!”. El día 18 de junio, para decir la verdad, el tiempo fue cualquier cosa menos navideño: unos cuarenta grados en la sombra. El recinto ferial estaba de siesta, pero dejaba avisar la gran extensión que tiene. La ciudad está viviendo sus encierros, su feria a lo grande y sus tardes de toros. Los festejos taurinos han sido inaugurados por los diestros Antonio Ferrera, Daniel Luque y Saúl Fortes, quien ha regresado a los ruedos después de un año de recuperación y convalecencia. Hubo dos tercios del aforo.
La plaza guardó el minuto de silencio por la muerte del maestro Andrés Vázquez y escuchó de pie el himno de España. El público fue testigo de la entrega del premio al maestro Ferrera por sus 25 años de alternativa. Para él fue el primero de Buenavista, de nombre Millionario. El público tuvo la fineza de aplaudir los lances de capa azul, finos y acertados, que encaminaron al astado suelto por el camino de la perfección. El puyazo se hizo barrenando y con intensión. Se oyeron las protestas. Las banderillas según decía el reglamento. El brindis fue dirigido a Saúl Fortes. El burel no se prestaba mucho, marcando las querencias hacia los chiqueros, protestando y desarmando, pero el diestro supo ver el vaso medio lleno y le llevó embebido en la muleta en varias series con la diestra. Por el pitón izquierdo tenía menos pases, buscaba con ahínco los alamares de Ferrera. La faena, fruto del conocimiento de la res, tenía continuidad y ligazón necesario. Lo que le faltaba al morlaco, lo ponía el espada. La estocada hizo doblar al toro. Una oreja.
Entre toro y toro descubrimos que la plaza tenía dos bandas, una para los pasodobles y otra no “oficial” que alegraba con los ritmos populares, como Mi gran noche de Rafael. El reparto de polos a los grandes y chicos también fue una novedad a los espectadores noveles de este coso. Así, entre bambalinas y estruendo de los “cacharritos” de la feria, llegamos al segundo de la tarde, Orgulloso. Daniel Luque lo citó con unos lances estatuarios, pero la lidia resultó desordenada. El toro se fue al picador que hacía la puerta y hubo mucho desajuste en primeros tercios. La faena, sí, redimía al torero de pecados del lidiador. Luque sometió al toro con los pases flexionados por abajo, algunos de ellos redondos de gran trazo. Sin alejar la muleta del hocico, Luque llevó al toro de un pase a otro, acoplándose a su ritmo. El temple dio lugar a las series con la diestra y zurda. El toro, mansurrón, llegó a creer que es bravo por unos momentos gracias al mando de Luque que le mantenía en su sitio con la voz y espada. Al final, se refugió en las tablas, donde el torero le citó con las luquesinas y, cuando más confiado estaba, recibió un golpe inesperado que le dejó en el albero. La estocada entera. Dos orejas.
Mensajero, un castaño de buena lámina, fue el toro que salió para Saúl Fortes. Sufrió una voltereta por clavar los pitones en el albero. Algo que se repitió con otros ejemplares de la tarde. El puyazo le cayó en la paletilla, pero regresó al caballo. Fortes hizo el quite de chicuelinas muy ceñidas que sacan el “ay” de los tendidos. Brindó a su esposa y empezó la faena de muleta ajustándose y probando al astado complicado: le probaba al diestro con derrotes o intentos de desarmes. Fue cogido de manera espeluznante, pero salió ileso. Aún así, no cedió el terreno al toro y firmó unos pases importantes antes de que el toro se descomponga. Los pinchazos y un aviso.
Iluminado (4º) salió con pocas ganas de parar, pero fue templado con el capote y puesto en suerte con una gran verónica de Antonio Ferrera. Sufrió una voltereta por meter los pitones en el albero. El tercio de las banderillas dejó una duda sobre el estado del ruedo, porque el banderillero Javier Valdeoro se cayó y recibió un golpe fuerte por lo cual fue trasladado a la enfermería. Con la muleta en la mano, Antonio Ferrera tuvo que aportar lo que faltaba al bicho. Casi no se ha notado la merma de la caída, pero fue una labor de engranaje fino mantener al toro embistiendo, cuando éste no quería prestarse a nada. El repertorio que lució el espada fue variado, con molinetes, afarolados de su sello al son de España caní. Irrepetible. Hubo unos momentos de quietud inquietantes, que el maestro aguantó para que el Iluminado tomara el aire. Y unos desplantes con la mano en la testuz y las miradas al tendido. Una faena redonda que quedó en una ovación por los dos pinchazos.
Limpiabotas (5º) de Luque se empeñó en desbarajustar la lidia: se fue al picador auxiliar quien aguantó la cometida sin picar. Fue puesto en suerte a distancia y arrancó a cobrar una puya. Sin embargo, el toro fue a menos y Luque a más. Supo encontrar en un erial de embestidas, unos pases ajustados al astado. Las series surgieron de la nada, diría el público. De mucho esfuerzo y acople, diría el torero. Hasta en las tablas, al toro acobardado, le logró hacer unos pases lucidos. Una oreja.
Saúl Fortes cortó una oreja al segundo de su lote. Más voluntarioso que los anteriores, seguía al capote. No lucía las hechuras, sino la embestida entregada. El quite cambió el ambiente y comenzó a cuajar la faena con unas series de temple, compuestas por unos pases admirables con la zurda y uno de pecho, soberbio. Aunque la estocada fue algo caída y perpendicular, el premio de una oreja estuvo bien merecido.