Dax se pronunció sobre la continuidad de los toros en los ruedos franceses: llenó la plaza adornada con la bandera de España. Esperemos que este argumento sea tomado en cuenta en el mes de noviembre a la hora de celebrar el debate sobre la prohibición de la tauromaquia en l´Hexagone. Los toros fueron del Puerto de San Lorenzo para Morante, Luque y Ortega.
Morante ha tenido la tarde con sabor a mar: Pescadilla (1º, La Ventana del Puerto) de primero y Langosto (4º) de segundo. Ambas lidias mostraron cierta fatiga de la cuadrilla. Pescadilla salía huyendo de la vara: sólo a la cuarta se llevó un gran castigo. La embestida desabrida, suelta, sosa… Morante abrevia con buen criterio. Varios pinchazos. Langosto (4º) de complexión corpulenta, humillaba desde el primer lance. Morante aguanta la embestida fuerte y bronca. La serpentina de remate puso al diestro en un gran aprieto sin que nadie acudiese al quite. Los tercios complicados, sobre todo, en las banderillas cuando el toro esperaba y cortaba el terreno. Morante quedó entablerado en los primeros pases. Ganó el terreno con un molinete ajustado. Fue una gran faena de Morante: el toro de sentido sólo le buscaba a él, pero el diestro no se rendía, aprovechaba la querencia de la alimaña, le robaba los pases, jugándose la vida. Un verdadero torneo entre la inteligencia y el instinto. Morante se pasaba la maldad, hecha toro, por la cintura, dejándole rozar la taleguilla con el pitón. Sin parar. Sólo verla agotaba la embestida veloz del astado. Cambió el estoque, cuadra al toro con un par de muletazos y clava una estocada entera. Espléndida resolución. Un volapié para la historia. Un aviso. Morante, apoyado en las tablas, espera paciente la rendición de la mole. El público no perdona los tiempos muertos. Protestas. Sin trofeos.
Daniel Luque ajustó la lidia al compás de Mancerito (2º): el toro con bravura, pero de fuerza menguante. Al salir, tenía visos de asomarse al callejón, pero Luque le quitó estas simplezas de la cabeza con el galleo a capote con gran mimo. Mostró alegre brío al tomar la vara dos veces, desgraciadamente, acabó acostado en el albero. A pesar de esto, el astado colaboró en la faena sucinta: las series cortas de pases medidos, sin brusquedad ni desaire. Al cerrar por luquesinas, el toro mostró gran embestida. La estocada entera, un poco caída. Rueda sin puntilla. Cierta petición de oreja, no atendida por el palco. Una ovación.
Malvarrosa (5º) de cola larga y sedosa, acudía pronto a los vuelos del capote. Igual de ágil, acude al caballo sin preludios. A nadie le da tiempo a ponerlo en suerte. Ortega hace el quite por chicuelinas y la replica de Luque por cordobinas emocionan al público. Daniel Luque comienza dominando por abajo, el toro embiste atento sin perder de vista la muleta. El diestro tuvo una sensibilidad en ajustar la faena al son del pasodoble. Ni qué decir tiene que fue una faena grande, inolvidable será el momento justo de parar, detener el pase, para disfrutar del solo de trompeta que el músico se esmeraba en sacar del frío metal. Reajuste de pases y distancias y sigue la obra. Una gran impresión en la plaza. El cierre por luquesinas 2.0, largas, casi redondas, sin enmendarse el terreno ni un ápice. La espada se hundió entera en los medios. Se dobla el buen morlaco que se queda sin dos orejas. Aplauso al arrastre lento.
Juan Ortega arrancó los cadenciosos olés veroniqueando a Buscarillo (3º). Inexplicablemente, el quite tardó en llegar y el rehiletero Abraham Neiro. Los pases flexionados del profundo toreo por abajo, hicieron posible varias series largas compuestas por pases templados. Un desplante natural y tres molinetes coronaron la obra. Un pinchazo y la estocada entera. Certero uso del descabello y una ovación después del aviso. Margaritino (6º, la Ventana del Puerto) se llevó un castigo considerable en varas, sobre todo con una puesta barrenando. El toro empujó con ahínco y llevó a la cabalgadura hacia las tablas. El tercio de banderillas fue ajetreado, con mucho capote por medio. Ortega dio los primeros ayudados por alto. El toro no embestía mal, pero zigzagueaba tanto que daba golpes con el torso al diestro. Finalmente, la faena reveló que el torete llegó a la muleta con pocas fuerzas y a la defensiva: remataba cada tercer muletazo con cabeceos. Con cada pase adquiría más sentido el toro, andaba ojo avisor, sin tomar la franela en serio. Juan Ortega no se amilanó y se movía por el ruedo derrochando la gracia, el savoir d´être en el ruedo. Desgraciadamente, todo se acabó con una larga serie de pinchazos.