Aunque Patxo Unzueta tomó conciencia política en relación con el llamado “problema nacional vasco”, él no fue verdaderamente un nacionalista. Su vasquismo, políticamente, no pasó de instrumental, “táctico” en visión revolucionaria, aunque su identificación con su tierra, y especialmente con Bilbao (villa a la que dedicó un libro genial, lo mismo que al Athetic, una pasión que no evitaba exteriorizar), fue intensa, y a mi me recordó a los sentimientos de pertenencia de Unamuno. Don Miguel, y de eso sabe mucho Juaristi, una vez que se afilió al PSOE, superó su conciencia tradicionalista o foralista, pero siguió siendo un enamorado de su tierra natal, como Patxo.
Pero su formación en economía, así lo pienso, tuvo alguna derivada: un aprecio por los análisis fundamentados en datos empíricos. Los conocidos y legendarios apuntes que Patxo realizó durante toda su vida, un archivo de su curiosidad universal, también fueron un freno a las elucubraciones teórico-imaginativas, comunes entre los lectores y activistas imbuidos de literatura revolucionaria.
A Patxo, cuyas lecturas de Marx no las ocultó nunca, le convenció más el Marx empirista, de prueba y error, que el Marx que, como un Lutero judío, anunciaba la salvación de los humanos.
Manu Ibáñez de Aldecoa, en el tanatorio, dijo algo significativo: “Patxo, nos hizo ver…que…La liberación de los trabajadores es obra de los trabajadores mismos”. Por tanto, ninguna vanguardia autoproclamada, ningún grupo de visionarios o de iluminados podían sustituir con las armas en la mano el trabajo político, la tarea que los trabajadores…Esta orientación a muchos nos apartó de las terribles derivas que luego vinieron…Patxo nos ayudó también a hacer el tránsito … de las posiciones de la llamada izquierda marxista revolucionaria a la izquierda socialista democrática, a la defensa de los sistemas de democracia representativa, el Estado de Derecho y la división de poderes.”
Me referiré, para culminar estas notas biográficas de Patxo, al objeto fundamental de su dedicación como editorialista y escritor: el nacionalismo, la violencia de ETA y el desarrollo de la democracia española hasta nuestros días.
Gracias a la profundidad de su pensamiento, de su coherencia vital a partir de su eureka ideológico, me permito indicar en estas palabras concluyentes que los escritos de Patxo Unzueta deben ser leídos, no sólo como grato ejercicio literario, sino como una pista para no equivocarnos en esta confusa senda de nuestro tiempo.
En concreto, en sus libros, los más conocidos, Auto de terminación (redactado junto con Juaristi y Aranzadi)<1994>, o Cómo hemos llegado a esto (escrito conjuntamente con José Luis Barbería) <2003>, o sus artículos publicados en Cuadernos de Alzate, en Los papeles de Ermua, o en la Revista de Política Exterior, además los cientos de textos publicados en El País y otros periódicos, repito, en toda su obra como ensayista, historiador y periodista, Patxo Unzueta es una fuente clara y abundante para comprender el impacto de ETA en la evolución de la democracia española.
Los hechos más destacados durante los 60 años de existencia de ETA son analizados con la prosa contenida y precisa de Patxo Unzueta, desde los orígenes, cuando se descubre que su adversario no era Franco, sino España, pasando por posteriores circunstancias que recordamos con dolor y cólera: los amigos y las víctimas, innumerables, los 22 niños asesinados, las treguas, la mayoría, treguas trampa, el espeluzne del pacto de Lizarra, entre ETA y el nacionalismo gubernamental, y tantas otras cosas, hasta el final de las actividades terroristas.
Termino con un detalle, que me parece una categoría. Patxo escribió en Cuadernos de Alzate, año 2000, un artículo titulado Crítica y autocrítica de la autodeterminación. El contexto: la vuelta a los atentados, tras la tregua de Lizarra, y la autodeterminación como causa común de todos los nacionalistas vascos. Patxo cita una frase del importante libro de Ernest Gellner, Nacionalismo: “el derecho de las naciones a la autodeterminación parece un principio que podría llevarse a la práctica y generar soluciones únicas y especialmente vinculantes en diversas situaciones de conflicto, pero -menciona Patxo a Gellner- no es más que una bobada.”
Y Patxo no deja pasar la ocasión, porque ciertas bobadas, tienen más altavoces que las verdades científicas, y además, con ETA en acción, la muerte acechaba. Unas lineas más arriba de la cita de Gellner, Patxo escribe: “Un veterano nacionalista, Antolín Eguskiza Muxica, enviaba a fines de 1998, poco después del inicio del alto el fuego de ETA, una carta al diario Deia en la que sostenía que “quien se opone o niega el derecho de autodeterminación no actúa en democracia, no defiende la paz, impone la violencia y se opone al Derecho.” Otro nacionalista, Joseba Goñi, había ido más más lejos al afirmar en el mismo periódico que el derecho de autodeterminación es “tan fundamental como el derecho a la vida”.
Patxo Unzueta nos alertaba del peligro de las mentiras propaladas por quienes poseen poder. No son casos del pasado. En estos días hemos escuchado que el Congreso de los Diputados pretende investigar la llamada guerra sucia contra ETA. Dejando aparte otras muchas consideraciones, rechina a la lógica que los promotores de esa iniciativa no les interesa nada qué hacía ETA por entonces, una época en que se dieron la mayoría de los asesinatos todavía no resueltos, que bien merecerían alguna investigación parlamentaria.
Concluyo con las palabras de Patxo, en su trabajo para la Revista de Política Exterior, de 20 de octubre de 2012, titulado “El fin de ETA: elementos de su derrota”, escrita un año después del cese de su actividad armada: “Hasta el 20 de octubre de 2011 la prioridad era conseguir la renuncia de ETA, utilizando para ello todos los instrumentos del Estado de Derecho. La forma en que ese objetivo se ha alcanzado deja abiertos otros problemas que plantean nuevas prioridades y procedimientos(…) la tarea principal ahora es combatir políticamente, de acuerdo con las nuevas condiciones, más favorables por la ausencia de violencia, contra los componentes autoritarios y antidemocráticos que han marcado la historia de ETA y su brazo político, y que aún perviven en la ideología y comportamiento de sus herederos”.
Esa tarea principal no se alcanzará mientras no exista un acuerdo mínimo entre los partidos constitucionales.