Pedro Sánchez ni habla, ni oye, ni ve

Pedro Sánchez, ya en plena campaña electoral, sigue al pie de la letra la enseñanza de “los monos sabios” del santuario japonés de Toshugu: “Debemos ser cuidadosos con lo que decimos, con aquello que escuchamos y también con lo que vemos”. Decir, últimamente, no dice nada, aparte de insultar al PP venga o no a cuento. Calla cuando la ministra Belarra muestra su indignación por el envío de tanques Leopard a Ucrania. Calla cuando Yolanda Díaz propone unas medidas económicas, como el nuevo incremento del SMI, sin pactar con los empresarios, y solo Calviño critica a la ministra de Trabajo. Calla cuando sus socios de legislatura le presionan para que reforme las leyes pendientes, como la de la vivienda o la llamada “ley mordaza”.

Tampoco escucha el clamor de la calle contra sus políticas económicas y sociales. Ni cuando la Oposición y los medios de comunicación independientes le critican ahora por no atreverse a debatir en el Parlamento el envío de los tanques Leopard, una decisión demasiado trascendental para sortear a la soberanía popular. Pero prefiere taparse los oídos antes de que sus socios de Gobierno y legislatura le ataquen en el Hemiciclo por “militarista”.

Y ver, solo quiere ver las urnas que le esperan a la vuelta de la esquina. No quiere ver que las leyes de Podemos, como la del “sí es sí” ha provocado una oleada de críticas por beneficiar penalmente, de momento, a más de 270 agresores sexuales y haber excarcelado a 28. Porque Pedro Sánchez ya da por concluida la legislatura. Y quiere eludir cualquier aparición que pueda deteriorar aún más su imagen. De ahí, que su único empeño se centre en intentar revertir el sentido de las encuestas independientes que le vaticinan un batacazo en las próximas elecciones. La buena noticia es que cuanto menos gobierne, menos perjudica a España. Y, por eso, ha decidido taparse la boca, los oídos y los ojos”. Como “los monos sabios.”