Raúl, Raúl, Raúl, qué puedo hacer yo. Lloro cerveza rubia, amo en el idioma atroz de los patos, miro al techo, escribo a ciegas, no sé si coger un tren o suicidarme en el bidé. Primero la pulmonía, las enfermedades viejas, y ahora la muerte de tu sobrino, a quien no conocí, todo es un complot de la muerte para que no sigas con nosotros. Raúl, Raúl, Raúl, lloro piedras, ando a ciegas por el cuarto de baño, te nombro en todos los idiomas cristianos, tu risa de gitano de Cuenca me persigue por el pasillo, tu risa de maestro es mi busca y mi encuentro, Raúl, el nombre como talismán y como brasa. Escribo sin brújula ni norte, queriendo la sombra pura de tu sobrino, que venga, que vuelva, cómo se hace eso en este folio roto, cómo, Raúl.
¿Te acuerdas de aquella borrachera vieja? Lucía quería irse, tú llamabas, yo cogí el teléfono y sabía a hielo, tú lo susurraste en dos palabras de hechicero absoluto de la tribu, aguanta, aguanta, aguanta. Raúl, llueve en mi vida, llueve aquí en la calle Argañosa de la vieja Vetusta, están a la puerta todas las putas de Emilio Romero, están a la puerta todos los bancos donde dormías en Barcelona, Joselito de la prosa eterna, cogiste un tren con un ducados en la boca y el silbo del que vino a decirnos a todos por donde comienza la alegría, el sol en el bolsillo trasero del pantalón, Paco Umbral allí al fondo del Gijón, tu risa de conejo, tu pelo revuelto, Lola Flores sin una teta metiéndose rayas en el baño, Raúl, Raúl, Raúl. Qué hago yo ahora, qué hace el amigo, más que rogarle a Joaquín Vila que publique este mar negro, esta lluvia toda de amor, más que cortarse la cabeza y los cojones en este rumor de palabras.
No conocí a tu sobrino, tampoco a tu pulmonía, bebo el vino azul de los cisnes, lloro en el parque junto a los mendigos feos y lujosos, qué hago, Raúl, Raúl, Raúl. Este oficio de gilipollas no da para un amanecer. Volvamos a Lucía, mi peto y espaldar, la risa eterna: aguanta, aguanta, aguanta. No estás solo porque la casa es un nido de pájaros. Natalia viene del averno para comprar muebles viejos en el Rastro, Carmen Rigalt y Cacho quieren jugar al ajedrez junto al mar, Cela te espera con su risa de ogro, Raúl, no te mueras todavía, como aquel poema de la viuda eterna de Ferlosio, no sé su nombre. Qué hago, Raúl, cómo te queremos todos los que no queremos ser mayores, Emilio Arnao es un judío al que su padre esconde el monedero, Manu Gálvez juega con los caniches al escondite para no molestar a la perrita, Julio Valdeón viste de negro, Nieto Jurado sigue en las pajas y la foto de la primera comunión, cuando tenía pelo, para el periódico. Raúl, no te mueras todavía, Raúl, Raúl, Raúl. La vida es verte de burlanga y paria en el casino, todo por los amigos, el jersey ese en pico y de tela de ganso, tu risa de conejo, tu vida por los demás, soy una mierda y lo sabes, y me llamas cada noche, y velo por ti ciego.
No conocí a tu sobrino, no sé nada de la vida a mis cuarenta y cuatro, solo quiero apagar la luz y darte un beso, el vaso de leche caliente del beso hasta los bordes, vamos al Gijón a sacarle la pasta a todo Dios, vamos al vientre de tu hermana a hacer otro sobrino, vamos al cielo donde tu sobrino nos mira y nos quiere y nos acurruca, y Jesús Quintero canta boleros, y Pedrojota se pone los tirantes verdes, y la vida es haberte conocido y volver a conocerte. Raúl, soy un tajo, de la frente a los pies, soy el huérfano eterno, qué hago yo aquí, Raúl, si escribir no vale para nada. Aquiles Tuero sin dientes dice que vuelve a inventar Nueva York para nosotros solos. La noche es un burle, Valdeón nos presta otros doscientos pavos para jugarlos, la vida es un teta sin otra, vamos al Corte Inglés porque hay rebajas de corbatas, en el Comunista de Augusto Figueroa ofrecen lentejas cada una con el Quijote dentro, qué sé yo Raúl lo que puede hacer un mierda como yo por tu sobrino justo a punto de estrenar el mar, de nadar para todos.
Mira, esta letras tienen forma de barco de periódico, aquí dentro va tu sobrino y tu pulmonía, mi hambre amarilla, nuestra amistad eterna, Pérez- Reverte con su vista de cerca donde las gacelas. Escucha, no tardaré nada, el periodismo es un faro, sí es el derecho de los ciudadanos a la información, derecho ajeno, obligación amarilla, pero es mucho más, una carrera de relevos, donde los gilipollas de ahora con cuarenta años cogemos el testigo de los sabios, de los hechiceros, de los maestros de escuela como tú. Gitano viejo, lloran todas las gasolineras donde comías el pisto de los gandules con Paco Rabal, vamos a Roma que si pulsas el cuatro del teléfono suben y te la chupan, vamos al vino negro de Marcelino Camacho y las traseras del Congreso, en La Ancha y por ahí, vamos a buscar a Natalia por el Rastro hasta las tantas, porque siempre llueve hasta las tantas, sí.
Raúl, Raúl, Raúl, no puedo traer aquí a tu sobrino, por eso como lentejas negras, por eso lloro y pido limosna, aguanta, aguanta, aguanta, lo de nuestra Lucía del alma rota. Mi vida es este folio roto, me abro y me sajo, somos esos peterpanes que no pueden vivir sin maestros, quiero dormir en los bancos desnudos de la noche donde tú fuiste un príncipe, donde tantos no podemos vivir sin tu voz, donde queremos más días para quererte, Raúl, y abrir latas de cerveza oxidadas, y pedir a la vida que vuelva tu sobrino, que no te vayas de los periódicos, que el burle siga y los mejores coños sean una fuente de monedas de oro, grandes como obleas, un pan de esos de Cuenca, Emilio Arnao queriendo follar una gallina, los saldos, las monedas, esta vida a rastras sin tu sobrino, Raúl, mis lágrimas morenas, aguanta, aguanta, aguanta. Eres alucinación simple –Rimbaud dixit- y por eso seguirte, olerte, tocarte, leerte en este alfabeto hoy herido es solo milagro español para tu sobrino –siempre aquí- y todos nosotros (bastante peores).