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TRIBUNA

Tanques

Juan José Vijuesca
miércoles 01 de febrero de 2023, 19:52h

Vamos camino de cumplir un año desde que comenzara la guerra de Ucrania. Casi 365 días son muchos días para morir frente al mundo y si te he visto no me acuerdo. Las guerras, en su macabra reputación, son una traición a los seres inocentes, en otras confrontaciones armadas de irregular concepto resultan anodinas e ingratas excepto para los contrabandistas de armas y saqueadores, aunque no por ello carezcan de vileza para el resto de los mortales. Por su proximidad me quedo con la de Ucrania.

El numerito de los tanques me parece de mal gusto por parte de ciertos países que han jugado al póker minimizando el futuro de millones de personas que aún asistimos al resultado incierto de nuestro destino. No digamos sobre las muertes de tantos seres humanos que previo al conflicto vivían su cotidiana y tranquila vida como cualquiera de nosotros. Lo que sucede es que estando como estamos en un mundo caduco como el nuestro la escalada de la maldad es una apuesta hacia la indiferencia más insaciable. Lo digo porque esta guerra vino de nalgas y Europa lo único que sabe es levantar la voz y marear la perdiz cuando la realidad es que los tanques son una herramienta de combate como cualquier otro elemento necesario para revertir la situación creada por un invasor llamado Putin que nos ha puesto en jaque y nos tiene en vilo. De manera que no sirve lo de entrar en una guerra y luego pretender no molestar a nadie.

Como no soy experto en guerras ni tampoco en estrategias geopolíticas, me voy a guiar por lo vivido en otros momentos de nuestra historia bélica más o menos reciente. Por ejemplo aquella contracultura de los años 60, ya saben, “Haz el amor y no la guerra”, lema antimilitar que se extendió por afecto y cargado de romanticismo, tanto que a los nueve meses del inicio de la movida la parte carnal desapareció con la llegada al mundo de un sinfín de nuevas criaturas mientras la guerra de Vietnam siguió con lo suyo. Años más tarde, cuando otro conflicto como el de Irak marcaba el devenir de los intereses más poderosos, un clamoroso cartel del “No a la guerra” colgaba de los balcones e incluso ciertos intelectuales y artistas hicieron de su ceja una causa partidista para honra del impulsor del área pilosa, el ínclito José Luis Rodríguez Zapatero. Con ceja o sin ella, fue otra contienda tan inútil y atroz para cuantos defendemos la paz como rentable para los que con su calidez ideológica, para según qué cosas, acostumbran a nutrirse de réditos subvencionados con el dinero de los contribuyentes. Y claro, ahora que llevamos casi un año de conflicto en Ucrania, la callada por respuesta. En fin, a veces preocupa más el silencio que el ruido.

Ahora bien, conviene decir que en todo este asunto de Ucrania hay pasividad y escasa perspectiva para acabar con un conflicto que se antoja de largo recorrido porque no se trata de una guerra cualquiera; por eso, quienes consideran necesario que un enfrentamiento bélico con Rusia es algo de atarse los machos tienen razones más que poderosas para cuidarse los bajos. Nadie en su sano juicio desea que este conflicto se salga de los cauces de una guerra al uso, es decir, que no desemboque en un holocausto mundial. A pesar de todo, Zelenski pide ayuda y hay que dársela por el bien general. Lo deseable es que no hubiera que enviar máquinas de matar a sitio alguno, es más, ni siquiera que existiesen, pero hay que entender que si alguien invade tu terruño de manera unilateral y por sus santos cojones, no queda otra que recuperar lo arrebatado empleando la fuerza cuando fracasa la diplomacia.

Frivolizar con la teoría de las ideologías totalitarias para arbitrar cautelas como las de la ministra Belarra cuando afirma que “el seguir ayudando a Zelenski solo contribuiría a la escalada bélica y ello podría tener una respuesta imprevisible y muy peligrosa por parte de Rusia” es, cuanto menos, la deformación de la retórica en donde el discurso quiere y no puede, pero queda ese retruécano comunista para delicia de algunos. Resulta tremendo, pues a estas alturas todo lo que no sea acorralar al líder soviético supondría no solo blanquear la villanía de Putin, sino justificar además la muerte de miles de hombres, mujeres y niños muertos o malogrados víctimas de esta indecente guerra, en donde importa muy poco o nada el derecho y el supremo valor de la vida.

No creo que Zelenski pida por pedir a los aliados lo que en el ejercicio de esta guerra pueda resultar determinante. Si son tanques como si son aviones, lo cierto es que en ocasiones a la fuerza se la debilita con la propia fuerza allí donde la palabra se guarda en silencios para evitar que el yugo de los perversos consiga extender su cólera. Otra cosa bien distinta es que Putin se allane en su diabólica cruzada quizás cuando vea amortizada su fiebre imperialista, y será entonces cuando la palabra dialogada recupere la fuerza de la razón. La paz es posible, no así devolver la vida a los cientos de miles de muertos en medio de un mundo tan capaz de matar y destruir y al mismo tiempo hablar de metaversos, del núcleo de la Tierra o de la madre del cordero. Como creo que no existen las bombas inteligentes, dejo el destino en manos del hombre sensato, por desgracia una modalidad humana en peligro de extinción.

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